martes, 1 de abril de 2014

COCO O GRITOS DE LA PIEL



 Julio Coco o los Gritos de la Piel
@jonatanalzuru67
Es de madrugada. Había decidido pasar el lunes 31 de marzo en descanso. No visité ninguna red social y me abstuve de leer noticias.  Era un día de películas y lectura de libros, sin relación con la política. Se hizo de noche. En casa me dice que en Petare están protestando. Me muestran algunos mensajes.
Yo pensaba que me levantaría temprano y escribiría sobre la urgente necesidad de construir acuerdos dentro de la oposición y mis dardos los enfocaría contra todos aquellos políticos o comunicadores sociales que para defender su mirada, dentro de la oposición, utilizan la estrategia de la descalificación al otro. Una reproducción exacta de la relación gobierno-oposición, pero en el seno de la oposición.
Sin embargo, me dedico a ver los mensajes. De pronto encuentro que Julio Coco, un ex militante de Bandera Roja, quien ha estado recorriendo distintas zonas del país en asambleas y reuniones con vecinos, expresando su mirada de la situación, se está dirigiendo en su twitter a Pérez Pirela, al parecer le había dicho algo.
La curiosidad me invade. Conozco a los dos personajes. He compartido con ambos. Sé de la capacidad irónica  y agilidad mental, a su estilo y forma, de cada uno. Me sonrío antes de averiguar de qué se trataba el asunto. Julio con más formación política en términos de la práctica y Pérez Pirela con mayor formación teórica. Casi me estaba divirtiendo en pensar la contienda. Pero al leer el artículo al que se refería Julio Jiménez, Julio Coco, como le dicen, quedé sin palabras. Mi risa se transformó en una profunda tristeza. Un sabor a roca metalizada, oxidada, inundó mi lengua, se hizo pastosa. Traté de dormir. Pero no pude.
Estando en cama recordé un capítulo de mi libro, Boceto para una Estética del Vivir, que titulé Voces de la Piel, a propósito de la relación entre el color de piel y la política. Allí reconstruyo un episodio de nuestra historia que sucedió en 1796, cuando un médico caraqueño Diego Mejías Bejarano le escribe al rey Carlos IV, solicitándole que le dé la dispensa de la calidad de pardo, es decir, que formalmente lo haga blanco, para que su hijo pudiese realizar el deseo de hacerse sacerdote. El rey le da la dispensa, blanquea su familia, pero es el cabildo caraqueño de la época que apela a la decisión del rey, bajo el argumento que los pardos descienden de los negros que son gente vil y despreciable. El litigio duró dos años. Los caraqueños (los que formaban parte del cabildo) no soportaban la decisión imperial del cambio en la coloración de la piel, porque ontológicamente, el pardo debía mantenerse siempre en su posición. El rey ratificó su posición en 1798.  Eso lo pueden leer en el tomo XXXV, N° 140-141 del Boletín del Archivo General de la Nación que se publicó en 1947.
¿Usted quiere saber por qué recordé ese episodio de nuestra historia? Citaré el parágrafo del artículo del profesor Miguel Ángel Pérez Pirela completo que me condujo no a molestarme, sino a sentir una profunda tristeza. Les ruego leerlo y finalmente haré algunos comentarios.
“De Yeiker Guerra a Julio "Coco"
Para conseguirlo (o para intentarlo) los propagandistas del agite sifrino han buscado personas que se amolden a lo que es su opuesto exacto, cosa que parece fácil a la hora de echar mano de los clichés racistas y clasistas más comunes: se busca muchacho joven, negro, pobre y sin militancia partidista para usarlo como imagen del "venezolano de a pie" que detesta al chavismo (es decir, al proyecto que nos dio poder y justicia a los pobres, negros, jóvenes y sin militancia).
La estrategia ha conseguido engañar a cierto público extranjero, pero aquí dentro del país ha fracasado y seguirá fracasando, porque usted no puede hablar como un idiota de Caurimare o Macaracuay y pretender que le crean que habla en nombre de la gente de Catia o La Vega.
Cuando aquel muchacho llamado Yeiker Guerra, "El chamo de Petare", habló en CNN, hubo orgasmos entre el sifrinaje: por fin alguien que ellos odian naturalmente, por su color de piel y por vivir donde dice que vive, se declaraba antichavista y reclamaba el derrocamiento de Nicolás Maduro. Unas pocas horas bastaron para que la payasada se desmoronara: el Yeiker es en realidad dirigente de Primero Justicia y además dirige las finanzas del partido, cosa que explica en buena parte el montón de gráficas en las que aparece paseando su natural burgués por París y otras ciudades de Europa.
El otro intento mediático pareció siempre más underground, más chabacano, menos elaborado: el señor Julio "Coco" echó mano de su canal de youtube para difundir unos mensajes de tanto patetismo que en pocos días se convirtió en curiosidad internetera: se trataba de otro hombre negro, con un verbo lo suficientemente silvestre como para que el sifrinaje lo considerara "otro joven del pueblo" que salía a maullar su antichavismo, no porque se lo ordenaran sino porque le salía espontáneamente hacerlo.
De internet saltó a CNN, por supuesto; ante el violento desinfle de Yeiker había que buscar urgentemente otro negro y este Julio "Coco" calificaba, prometía, lloraba, hacía bulla, era de La Pastora: convencía. Hasta que SE LE SALIÓ lo que algún día tenía que salírsele: el presunto muchacho del pueblo sin militancia partidista ha resultado ser una pieza de Bandera Roja, el partido más traidor a las causas populares de la historia de Venezuela.
Aquí, mansamente y sin que lo puyaran mucho, soltó prenda.
Lo dicho: ni manipulando o deformando identidades logran hacer creíble la fábula del escuálido de barrio que al abrir la boca parezca coherente. Es decir: que traicione a la causa de los pobres desde su condición de pobre. Seguramente lo seguirán intentando.”(Pérez Pirela, Miguel Ángel en http://laiguana.tv/noticias/2014/03/31/14014/LA-VERDAD-QUE-ESCONDE-LA-OPOSICION-DE-JULIO-COCO-Y-YEIKER-GUERRA-EL-CHAMO-DE-PETARE-.html, revisado, martes 1 de abril de 2014)
Con el profesor Pérez Pirela creo que nunca he discutido sobre la política venezolana. Recuerdo que lo conocí recién llegó de Francia, a propósito de un ciclo de estudio que hacíamos en el Centro de Investigaciones Postdoctorales de la UCV, sobre la obra de Michel Maffesoli y fue invitado para que realizara una exposición. Se convirtió en aquella época en asiduo visitante del Centro. Las discusiones siempre fueron académicas. Después de su incorporación a la televisión lo vi una sola vez que compartió el panel con Rigoberto Lanz, en la sala E de la UCV, eran en sus inicios como conductor del programa. Almorzamos un grupo de amigos de todas las tendencias políticas. Nos unía, más bien, el afán teórico.
¿Qué decir de lo expuesto por el profesor en su artículo? La verdad me cuesta. Sobre todo sabiendo que quien escribió no es un ignorante. Es una persona informada. Incluso, en más de una oportunidad lo escuché, expresándose con bastante rigor, sobre autores latinoamericanos que trabajan lo que se conoce como postcolonialismo. Se trata de un constructor de la opinión pública. Más grave, me parece el asunto. Porque tiene conciencia de lo que hace, discursivamente.  Él sabe hacer cosas con palabras. No es la levedad del mal de la que hablaba Hannah Arendt.
El supuesto implícito de la argumentación del profesor Pérez Pirela, es obvio, los negros no son de clase media. Son de clase baja. Cuando un negro de clase baja es crítico al gobierno o, sencillamente, se asume antichavista y tiene acceso a un medio de comunicación, es porque un blanco lo quiere así. Los blancos son los oligarcas o los burgueses, los Amos del Valle, como decía Herrera Luque, que manipulan al negro para que traicione a su clase social. Porque la condición social, en este caso, no depende ni de ser dueño de los modos de producción ni quien vende la fuerza de trabajo, sino está dada por el color de la piel. Por lo tanto, el negro, ontológicamente, está incapacitado de pensar por sí mismo. La otra opción del negro, cuando florece en el espacio público como oposición, es porque el partido, sea cual sea su origen, lo coloca, lo manda para que actúe. Un negro sin partido y sin la manipulación del blanco, siempre será chavista, siempre acompañará y será solidario con su clase social dada por el color de la piel.  Hay otros negros que son buenos, no traidores, aquellos que están en el poder o son comunicadores sociales del poder que, como el poder es el pueblo, ellos son pueblo aunque su alforjas estén llena de dólares, pero son negros del pueblo. Porque el color de la piel configura la clase social y no el dinero.
Verdaderamente, esto está más allá, de la diatriba política coyuntural. En este artículo se resume una concepción de la naturaleza humana, sencillamente despreciable.
Y, para culminar, deseo aclarar a mis lectores que yo no soy representante de ninguna negritud, ni de ninguna afro descendencia… Eso implicaría la negación absoluta de mi abuelo y bisabuelo paterno, de mis ancestros vascos. Implicaría la negación de mis ancestros aborígenes. Ver a mi madre, es ver a una india Jirarara de la familia Ayomán o Gayón, copia fiel a su padre, pero su madre, mi abuela materna, tenía un rostro español que no lo brincaba un venado. Claro que Africa vive en mí, porque la abuela paterna era barloventeña… Yo soy como tantísimos venezolanos de antropología híbrida… Soy un orgulloso de la lengua de Cervantes, bailador de tambores y lector de los grecorromanos. Me encanta la rumba y el guaguancó, pero me inclino ante Mozart, leo con pasión a Ernesto Sabato, igual a Borges, Miguel Ángel Asturia, a Cesare Pavese, a Dostoiesvsky, Platón, Nietzsche, al pana Carlitos Marx y gozo un mundo con San Juan de la Cruz. No me pierdo un baile con el nazareno de Maelo y guardo el silencio con San Ignacio… Me describe perfectamente el poema de Miguel Márquez que dice: “Cógito ergo sum, se repetía/cuando le vino a la mente,/de repente, aquella canción/ que dice:/ Soombras nada más”
La diatriba política tiene límites. Ese escrito infeliz, está fuera de todo límite de mi capacidad para comprender al otro. Rechazarlo no me basta… Creo que vomitaré.
Martes, 1 de abril de 2014, 3:00 am.
Jonatan Alzuru Aponte.



4 comentarios:

  1. Estimado Sr. Alzuru, el artículo de Pérez Pirela resume de manera "magistral" lo que el círculo intelectual de la revolución piensa sobre los negros. Deleznable que a estas alturas Pérez Pirela apunte sus dardos teóricos hacia una discriminación racista que, a todas luces, está desconectada de la idiosincrasia del venezolano. Somos un mosaico intercultural. Comparto plenamente su opinión y también su profunda tristeza, Sr. Alzuru.

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  2. las causas de los pobres no son la del gobierno corrupto y engañador de los pobres como lo es este tal vez la dirigencia opositora no sera quien dirija a esos pobres pero la razon del descontento esta alli, en cada bolivar robado o mal usado en comprar afuera lo que se pudo hacer en Venezuela, en cada cooperativa quebrada porque el gobierno creo algo sin base, las razones para las quejas son reales el gobierno ha tenido plata la ha usado mal o se la han robado los pobres estan cansados usted no quiere verlos pero le dejo este video de un campesino tachirense que no salio en cnn http://www.youtube.com/watch?v=dKzpHoDNCfw&feature=youtu.be

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  3. Deploro las líneas neo-racistas - y valga el neologismo - del triste escrito del señor Pérez Pirela. Lo grave de esto es que como toda postura epistemológica, yace en el inconsciente de quien emite el mensaje, de quien interpreta, quiero decir. Y así, en forma inconsciente e inconsistente, llega a quien lamentablemente llega, los lectores no avisados de semejantes prejuicios epistemológicos, diría Bacon. Y aunque todo conocimiento se asume desde prejuicios, es inevitable, comenzando por el lenguaje desde el cual se aprehende la realidad y se trasmite, no obstante esta escaramuza digna de peor intelecto es el colmo, porque los juicios emitidos y las posturas sostenidas se disfrazan de juicio favorable hacia ciertos grupos sociales, quedando éstos como natural o genéticamente condenados por su color de piel, a un rol dentro de los sistemas sociales. Racismo puro, pues. Ni siquiera Hitler, sino Lombroso y Garófalo en tiempos del natalicio de la criminología. No se hable más. Perdón, no se escriba más.

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