martes, 4 de noviembre de 2014

SOBRE LANZ: ALZURU vs LANZ



REFLEXIONES LANZIANAS
Jonatan Alzuru (A Tres manos, enero 2011)
    Es muy interesante el debate que inaugura Carlos Lanz a propósito de sus postulados educativos (¿Propuestas? ¿Principios? ¿Ideas? ¿Sugerencias? ¿Líneas de trabajo? ¿Agenda?) publicados en esta columna. Rigoberto lo acompañó con algunas notas a pie de página donde celebraba la lucidez utópica de su hermano. Al parecer era como un caudal de ideas brillantes todas dignas de repensarse.
    En estricto rigor quedé desconcertado. Demasiada lucidez.  No supe cómo la resistencia indígena, que es una simplificación de un acontecer histórico, al estilo de consigna para levantarnos el autoestima, (que como todo hecho no es más que una sumatoria de interpretaciones, donde la que prevalecen son las que están atadas a una forma de poder, bien sea la leyenda blanca o la leyenda negra) se mezcla con una teoría de la sociedad como el marxismo crítico.  No deseo imaginar que el asunto de las asimetrías de poder, la lucha de opresores contra los oprimidos y viceversa, es lo idéntico en lo diverso de todas aquellas palabras que se presentan como el fundamento que debe pensarse en educación. La historia del pensar educativo está cargada con demasiados manuales simplificadores como para creer que los amigos del siglo XXI lo postule. Estoy seguro que una mente como la de Carlos Lanz y con la alabanza de su hermano, quien es un maestro para mí, debe apuntar a una razón epistemológica de envergadura que mi pobre mente no logra percibir.
    Bueno, pero el asunto de aquello que mientan marxismo crítico también es una simplificación de una multiplicidad de autores, de aproximaciones, ¿A quién se refiere? ¿A Adorno, a Horkheimer, a Marcuse? ¿Será al señor Habermas? ¿A Wellmer? ¿Entrará en ese lote? ¿Labriola, Gentile, Croce, Gramsci? La verdad cualquiera que tenga una mínima idea de estos autores, que haya leído aunque sea un librito por autor, sabe que tienen diferencias enormes y críticas sustanciales entre sí.  Yo estoy seguro que un estudioso como Rigoberto de las tradiciones sociológicas marxistas, un intelectual de su talla a quien Michel Löwy le dedicó páginas de críticas, no cae en una estupidez como esta. No se me ocurre nada más que imaginar una hipótesis: el asunto de la resistencia indígena mezclado con el marxismo crítico tiene una afinidad cripto-epistemológica no apta para lectores de periódicos.
    Esta hipótesis cobra fuerza con aquello de la promoción de una epistemología constructiva que propone el amigo Lanz (no se confunda no es uno, es el otro) La verdad nadie en su sano juicio puede criticar una idea tan novedosa. Se imaginan los lectores una campaña publicitaria radio, prensa, televisión e internet de las fuerzas bolivarianas promocionando cual barrio adentro mediante, la epistemología constructiva, condición sin la cual usted no podrá comprender esa merengada de resistencia indígena con marxismo crítico. Por supuesto a ese cóctel teórico le falta según nuestro ideólogo el colorcito del cimarronismo y el crucifijo.
    No cualquier crucifijo, no cualquier Jesús sino el de la teología de la liberación.  Teología que seguramente debe asumirse sin pensar en el Concilio Vaticano II y las Conferencias de los obispos en Medellín y  Puebla, porque allí involucra nada más y nada menos que al mismísimo poder eclesial en la construcción de una opción preferencial por los pobres, sino, tal vez, se tendría que asumir a Gustavo Gutierrez, a Jon Sobrino, a Leonardo Boff, a Helder Cámara, entre otros, como individuos desarticulados de su institución histórica y desligar sus interpretaciones bíblicas de los documentos de la iglesia porque eso enredaría el papagayo epistemológico.
    Tal vez, la claridad absoluta es lo que se debe promocionar para que el pueblo mesmo comprenda su potencialidad como protagonista de la historia, aunque siempre sea uno y sólo uno el conductor del proceso, porque, bueno, ese es el pequeño papel que el Destino, la Historia, la Revolución y Dios mismo, le encomendó a aquél que parece un soberano del siglo XIX pero es el Rey Demócrata del siglo XXI con la Patria, el Socialismo y la Muerte incluida.   En el mismo slogan. Pensar de otro modo. Esa es la línea dicen los Lanz.
          LAS OCURRENCIAS DE JONATAN
Rigoberto Lanz (El Nacional, A Tres Manos, enero 2011)

 Es posible que la sabiduría, rechazada por el saber establecido,
esté más ampliamente difundida de lo que se cree. Puede permitirnos
entender la sorprendente vitalidad , el inquebrantable anhelo por
vivir que define a la sociedad posmoderna…”.
MICHEL MAFFESOLI: El nomadismo, p. 211

    En la onda de ponerle alguna salsa a la discusión, me quedo con una imagen en lo planteado por el amigo Jonatan Alzuru: la relación entre marxismo crítico y resistencia indígena. Digamos de entrada que la agenda donde este asunto cobra pleno sentido es la visión ético-epistémica que se sintetiza en este emblema: pensar desde el Sur. Los temas y problemas que entretienen a  nuestros académicos experimentan un brusco salto cuando se les mira desde el lente geo-estratégico  de un Sur pensado como contestación al imperio. La impronta propiamente política de este giro hermenéutico es más que evidente. La pegada teórica no lo es tanto. ¿Por qué?
    En parte porque las cuestiones teóricas suelen navegar encapsuladas en generalizaciones universales que no encuentran conexión con contextos culturales específicos. En parte porque hemos sido víctimas de todas las formas de colonización intelectual y miramos con desdén lo que acontece en estos chaparrales. En parte también porque una impronta etno-épistémica (lo mismo que una dimensión étnica de la política, al estilo boliviano por ejemplo) le para los pelos al escolasticismo reinante en nuestros claustros filosóficos.
    Visto desde el norte el asunto tiene una historia poco feliz: sea que recordemos los desatinos de Marx respecto al pensamiento de Bolívar, sea en la visión maniquea del PCUS en torno a Mariátegui. Son ilustraciones de la mirada arrogante de la Modernidad europea que ni siquiera se tomó la molestia de curucutear un poco para darse cuenta  que Bolívar fue en todo respecto un  fiel representante de la ilustración por estos lares.
    Sirva lo anterior para ambientar la tesis que está por detrás: luego del epistemicidio (Boaventura de Sousa Santos) propinado por los conquistadores en América, lo que tenemos es una insufrible constelación de subordinaciones que se esconden bajo la mampara de la ciencia, la cultura y tantas otras falacias de este mismo tenor. Ello obliga al ejercicio de una crítica epistemológica radical a todo ese repertorio. Una sucesión de rupturas que van abriendo el camino de otro modo de pensar, es decir, un estatuto singular para un pensamiento crítico que sabe poner en su lugar al eurocentrismo  que se agazapa en buena parte de los estilos intelectuales dominantes (incluida la izquierda)
    Un pensamiento deslastrado no tiene por qué sucumbir a los atavismo del nacionalismo ni a las limitaciones de una identidad que se cierra sobre sí misma. Los desafíos van por otro lado: se trata de producir una alternativa paradigmática que dialogue fecundamente con la experiencia americana, con las modalidades singulares del relacionamiento colonial y neocolonial que impregna las prácticas culturales, con la especificidad de los procesos antropológicos que dan entidad a los movimientos sociales  que constituyen nuestra compleja realidad, en fin, una mirada intelectual que pueda hacerse cargo de la Modernidad periférica (Herlingaus) de donde surge el tránsito posmoderno por donde andamos.
    Ese pensamiento crítico tiene que dialogar con los etno-saberes que están enraizados en las prácticas culturales de nuestros pobladores originales. Allí hay no solo valiosas experiencias en el terreno de la producción para la vida, sino visones del mundo que la cultura occidental no entiende. No se trata de la tontería de andar buscando afanosamente un Marx Aimara o un Max Weber Quechua. El asunto es tomarse en serio la impronta civilizacional que está involucrada en la naturaleza multiétnica de nuestras sociedades y sacar de allí todas las consecuencias.
    A partir de allí se abre otro debate. Muchos desafíos e interrogaciones afloran. Importa no devolverse de esa línea.
       
   
   
   


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