miércoles, 30 de julio de 2014

BOCETO (5) TERREMOTO O DE LA TERREDAD



BOCETOS DE MI PAÍS (5)
Terremoto de la tierra o se trata de la terredad
-          ¿Terremoto de la tierra? ¿Acaso es broma? ¿Acaso, dices algo con la expresión la redondez del círculo? ¡Es una tautología! una expresión redundante, ¿Qué complementa ese añadido inútil “de la tierra”?, no predica, no añade nada al vocablo terremoto. Porque terremoto siempre es un movimiento, es un desplazamiento, de la tierra. Tú lo sabes muy bien. ¿Por qué usaste esa expresión? Imagino que para ti tendría algún sentido que no veo, no logro captar, me parece inútil y carente de valor literario…
-          Sí… quizás la palabra corpórea… terremoto de la tierra corpórea… No… quizás; tampoco… no sé; cuando se usa la metáfora tierra con respecto al ethos… No sé… la expresión caería dentro de tu misma crítica…
Se abrazó al silencio por un par de segundo, respiró profundo y dijo, correcta por lo demás…
-          ¿Entonces?
-          Bueno, -se expresó como un niño intentando pedir perdón, como un viejo triste- a veces, una tautología es una forma del silencio frente a la curiosa sorpresa que produce la contemplación del acontecer; silencio como asombro en su aparecer, como manifestación… La verdad, no sé… no quiero ser enfático… quizás debí usar a Montejo: Terremoto de la terredad… 
Buscó una silla y se dejó caer.
Cuando usé la expresión pensaba en un doble movimiento, un doble sismo que alude a dos tipos de terrenos… Se suele decir hubo un terremoto y se menciona el lugar… Terremoto en la tierra del fuego o el terremoto de Japón… No sé… pensé algo así como un terremoto de las estructuras institucionales y un movimiento sísmico de las prácticas sociales, donde lo vital era el sismo en esas prácticas intersubjetivas que existen entre dos nadas, esas dos acotaciones de la existencia, el antes de nacer y lo posterior al último aliento, como esa tierra… No sé… Terremoto institucional, terremoto de prácticas… no son coincidentes, son desgarramientos distintos, gritos del cuerpo distintos, aunque pueden coincidir y cuando sucede eso, el asunto es una pérdida de la seguridad ontológica, quiero decir, la pérdida de las posibilidades mínimas de certidumbre en la interacción con el otro. Es la orfandad.
-          Me gustaría que me colocaras ejemplos, que me explicaras para ver si comprendo tu intencionalidad discursiva…
-          El caso Watergate en Norteamérica, fue un momento de conmoción de las estructuras políticas norteamericana, lo que flotaba era la podredumbre del poder institucionalizado, se removió el sistema institucional; sin embargo, la configuración y la dinámica de la cotidianidad del norteamericano promedio, el espíritu, aunque resentido por la conmoción siguió articulándose en su devenir… Incluso, te lo expreso con otro ejemplo, en escenarios peores, en la guerra; piensa en Japón y en el sufrimiento de ese pueblo, la pérdida de su seguridad, arropada con el horror de la muerte; cuando Hiroshima y Nagasaki; Sí… la bomba, esa metáfora de la desuhumanización de la humanidad, como lo expresaban los amigos de Frankfurt… la desintegración social de ese pueblo fue brutal; sin embargo, lo que recoge bellamente Akira Kurosawa, en sus películas, es la danza del ethos japonés rehaciéndose, las reapropiaciones del propio acervo cultural que, aún en ese terremoto existencial que provocó la experiencia de la bomba, permanece; allí había una tierra fértil ancestral que emergió, una tierra no afectada por el terremoto, un saber difusamente compartido que se transformó, transfiguró -aún interpelándolo y arrinconado entre los márgenes, era el pivote-, como unas muletas, para caminar en el mundo.

Cuando usé la imagen terremoto de la tierra, intentaba ubicar, un tipo de tierra especial que ha sido afectada, la de los hábitos, las costumbres, las formas de percibir a la otredad y de percibir al propio cuerpo, propiamente, la tierra de la lengua, del lenguaje. Esa lengua del cuerpo que fue arrojado a la orfandad, en medio del desierto, a la intemperie, arrojado hacia la muerte… Quizás Heidegger ayuda, explica mejor este asunto… Quizás, la expresión que usé no fue una imagen feliz, creo que fue profundamente infeliz, pero por ahora, asúmela provisionalmente, me ayuda a pensar y para mí eso es suficiente… sí, un terremoto de la tierra corpórea, un terremoto de la terredad… Habitamos, experimentamos, ahora, en este tiempo, el terremoto de la terredad… Terremoto… Terremoto… Como le sucedió a Alemania… perdón… pero… No sé… No. Ellos tenían un pasado ilustrado, su romanticismo alemán… No, la comparación no es buena, porque es distinta, no hay posibilidad para los análisis comparativos, siempre tan indigestos… No sé….

¿Sabes? –Dijo con una voz acurrucada entre sus dientes- a veces suelo pensar que Nosotros… No-So-Tros, los que habitamos este pedazo de tierra, en este esdrújulo continente, somos los seres más desvalidos, no tenemos el acervo de la cultura Maya, ni Azteca, ni Inca y carecemos de la pretensión europeísta de nuestros hermanos sureños que de alguna manera los salva, porque se sienten los hijos bastardos de una cultura milenaria… Nosotros, somos recolectores, buscadores de oro, perlas, diamantes y, para colmo de males, de juguetes vencidos; padecemos, además, la peste del olvido como la narró García Márquez; no tenemos castillos ni pirámides ni siquiera ruinas para cuidar ni admirar; cuando se olvida no se tiene el timón para andar, la experiencia son derivas y naufragios… ¿Sabes?... tal vez… lo arrasado de nuestra piel, eran carpas de mineros que simulaban siluetas de pueblos… No sé…

(Quedó pensativo, ausente, como buscando asir, en su interior, aquello que no sabía, ni siquiera sentía que podía tener la voluntad de saberlo y mucho menos expresarlo; por un momento deseó pintar o ejecutar un instrumento, tal vez una cítara… Se refugió en su nicho, en el baño, donde solía descubrir el tiempo de su cuerpo entre las heces. Abrió abigarradamente el Diario de Castillo Zapata, para leerse, como ubicando, en el laberinto de aquellos garabatos, a su propio cuerpo. “6 de septiembre. Todos estos intentos de entender al país, de escribir a propósito de lo que para nosotros es una confusión que no sabemos o no tenemos la energía para entender, resultan, al final desvaídos, llenos de lugares comunes, suenan a cosa mal digerida, a falsedad. Tendríamos que tener la virtud de un Renard para sintetizar y decir en tres aforismos contundentes lo que tenemos que decir, si es que en realidad tenemos algo que decir. Lo colocó a un lado como nadando en su desnudez. De pronto, con acritud cínica, recordó el aforismo de Nietzsche en la Gaya Ciencia: ¿Qué importancia tiene un libro que ni siquiera nos aleja de los libros?... Pensó que la maldición de los Tratados de Rafael es que nos alejan de las bibliotecas, para sumergirnos en la mierda, en el ajustado segundo, cuando sentía cómo el agua limpiaba los residuos de su cuerpo. Desprendido del tiempo, copió en su memoria, como queriendo tatuar la enseñanza, en sus vísceras, con las palabras del poeta: El diario como campo de maniobras para darle vueltas y ejercitar la posibilidad de decir, por esos caminos, algo que contribuya a mantener un punto de arraigo en medio de la debacle moral, la desesperanza y la confusión: ese punto de arraigo es la poesía, por paradójico que parezca. Soltó el libro y lo acomodó en la biblioteca, que parecía un santuario encima de la poceta, sutil y húmeda, junto a Borges, Cortázar, Cadenas, Rojas Guardia, María Calcaño, Miguel Márquez, Montejo… el gran Eugenio, pensó, como queriendo atrapar la eticidad del cuaderno de Blas Coll, para hacerlo lluvia en los jardines de sus amigos…)
-          ¿Seguimos conversando?
-          No. Es tarde. Es la hora de mi siesta.

Se fue despacio. Entre murmullos, como un rumor de un cántico chamánico se escuchaba una aguada melodía gregoriana, que se dejaba deslucir por los versículos del libro de Zacarías: Gime, ciprés, que ha caído el cedro, han talado los árboles poderosos; giman, encinas de Basán, que ha caído la selva impenetrable. Escuchen: gimen los pastores porque han arrasado sus pastos; escuchen: rugen los leones, porque han arrasado la arboleda del Jordán. (Zac, 11, 2-3)

PD. A manera de citas para el silencio o como crema hidratante…

El contenido de una conversación es reconocimiento del pasado, como si fuera nuestra juventud y nuestra vejez ante el campo en ruinas de nuestro espíritu. Jamás hemos llegado a ver el campo de esta silenciosa batalla que enfrenta al yo con el padre. Sólo notamos lo que hemos destrozado y levantado sin saber. La conversación es lamentación de una grandeza perdida.” (Walter Benjamin, 1993, La metafísica de la juventud, 99)

“La dispersión del lenguaje está ligada, en efecto, de un modo fundamental, a este acontecimiento arqueológico que puede designarse por la desaparición del discurso. El reencontrar en un espacio único el gran juego del lenguaje, podría formar muy bien a la vez un lazo decisivo hacia una forma de pensamiento del todo nueva o encerrar en sí mismo un modo de saber constituido en el siglo precedente.” (Michel Foucault, 1997, Las palabras y las cosas, 299)

Caracas, 31 de julio de 2013
Jonatan Alzuru Aponte

No hay comentarios:

Publicar un comentario