martes, 3 de junio de 2014

TERAPIA EN TRÁFICO



TERAPIA EN TRÁFICO[1]
Jonatan Alzuru Aponte
A Rafael Castillo Zapata
PRIMER ACTO
Nuestra conversación deseo iniciarla con una cita de un libro y me permitiré jugar con ella. Y como parte de este juego no diré quién hizo el párrafo que leeré. Lo que sí aseguro es que no fui yo, no me estoy citando a mí, voy a jugar con un párrafo de otro autor.
Bares de ambiente: uniformidad y soledad. Exasperante insistencia y consistencia de la rutina. Los lugares donde se encuentran los gays de los noventa son como templos venidos a menos, naves vacías donde los pocos feligreses que perduran han perdido el rumbo de la liturgia, no saben a quién oran y el norte sagrado, el polo hacia el que dirigen su fervor y su fidelidad –su fe- ha desaparecido, se ha confundido con otros puntos de orientación no definidos, imposibles de precisar… No hay lugar allí para las apariciones dichosas, para las sorpresas, para los reconocimientos, sino para la constatación de la uniformidad, para la constante y reiterada relación con lo dado, con lo existente, con lo experimentado. Miedo a la novedad, a lo inédito, a lo diferente. Todo proselitismo es un síntoma claro del instinto de supervivencia. La asociación gregaria de individuos semejantes crea ilusión de la solidaridad y de la coincidencia.
Eliminaré cuatro palabras de la cita, Bares de ambiente y gays. Las intercambiaré por otras como por ejemplo, aula de clase y estudiantes, entonces leemos:
Aula de clase: uniformidad y soledad. Exasperante insistencia y consistencia de la rutina. Los lugares donde se encuentran los estudiantes de los noventa son como templos venidos a menos, naves vacías donde los pocos feligreses que perduran han perdido el rumbo de la liturgia, no saben a quién oran y el norte sagrado, el polo hacia el que dirigen su fervor y su fidelidad –su fe- ha desaparecido, se ha confundido con otros puntos de orientación no definidos, imposibles de precisar… No hay lugar allí para las apariciones dichosas, para las sorpresas, para los reconocimientos, sino para la constatación de la uniformidad, para la constante y reiterada relación con lo dado, con lo existente, con lo experimentado. Miedo a la novedad, a lo inédito, a lo diferente. Todo proselitismo es un síntoma claro del instinto de supervivencia. La asociación gregaria de individuos semejantes crea ilusión de la solidaridad y de la coincidencia.
Puedo hacerlo una vez más, podría colocar, ahora salones de arte y artistas, y entonces se lee:
Salones de arte: uniformidad y soledad. Exasperante insistencia y consistencia de la rutina. Los lugares donde se encuentran los artistas de los noventa son como templos venidos a menos, naves vacías donde los pocos feligreses que perduran han perdido el rumbo de la liturgia, no saben a quién oran y el norte sagrado, el polo hacia el que dirigen su fervor y su fidelidad –su fe- ha desaparecido, se ha confundido con otros puntos de orientación no definidos, imposibles de precisar… No hay lugar allí para las apariciones dichosas, para las sorpresas, para los reconocimientos, sino para la constatación de la uniformidad, para la constante y reiterada relación con lo dado, con lo existente, con lo experimentado. Miedo a la novedad, a lo inédito, a lo diferente. Todo proselitismo es un síntoma claro del instinto de supervivencia. La asociación gregaria de individuos semejantes crea ilusión de la solidaridad y de la coincidencia.
Juaguemos una vez más. Ahora coloquemos partidos políticos y militantes
Partidos políticos: uniformidad y soledad. Exasperante insistencia y consistencia de la rutina. Los lugares donde se encuentran los militantes de los noventa son como templos venidos a menos, naves vacías donde los pocos feligreses que perduran han perdido el rumbo de la liturgia, no saben a quién oran y el norte sagrado, el polo hacia el que dirigen su fervor y su fidelidad –su fe- ha desaparecido, se ha confundido con otros puntos de orientación no definidos, imposibles de precisar… No hay lugar allí para las apariciones dichosas, para las sorpresas, para los reconocimientos, sino para la constatación de la uniformidad, para la constante y reiterada relación con lo dado, con lo existente, con lo experimentado. Miedo a la novedad, a lo inédito, a lo diferente. Todo proselitismo es un síntoma claro del instinto de supervivencia. La asociación gregaria de individuos semejantes crea ilusión de la solidaridad y de la coincidencia.
¿Cuál bar de ambiente, cuál escuela, cuáles salones de arte, cuáles partidos políticos? ¿Es en Venezuela o en Europa?... Si nos adentramos a pensar esa descripción sin ocuparnos de quién, por qué y para qué la hizo, y asumimos los lugares y la descripción de las prácticas intersubjetiva de quienes los habitan, como asunto para interpelar lo dado, lo que sucede en esos ambientes, sin precisar el país…  y, si somos más serios y eliminamos la determinación temporal y volteamos la mirada y nos pensamos…Efectuemos la operación sin colocar un sitio ni la década ni personaje, el texto se leería:
Uniformidad y soledad. Exasperante insistencia y consistencia de la rutina. Los lugares donde se encuentran son como templos venidos a menos, naves vacías donde los pocos feligreses que perduran han perdido el rumbo de la liturgia, no saben a quién oran y el norte sagrado, el polo hacia el que dirigen su fervor y su fidelidad –su fe- ha desaparecido, se ha confundido con otros puntos de orientación no definidos, imposibles de precisar… No hay lugar allí para las apariciones dichosas, para las sorpresas, para los reconocimientos, sino para la constatación de la uniformidad, para la constante y reiterada relación con lo dado, con lo existente, con lo experimentado. Miedo a la novedad, a lo inédito, a lo diferente. Todo proselitismo es un síntoma claro del instinto de supervivencia. La asociación gregaria de individuos semejantes crea ilusión de la solidaridad y de la coincidencia.
El texto elegido nos interpela, cuestiona nuestras prácticas, las prácticas del lector, las prácticas de subjetividades, de personas concretas que se juntan gregariamente, en esta condición epocal. ¿Qué importa que quien lo lea viva en China o en Mérida? ¿Acaso es importante conocer la estructura ósea de quien lo escribió? Su fuerza de sentido no está dada por unas referencias exteriores de las interrelaciones, más bien capta el vencimiento de unos cuerpos en la experiencia de habitar juntos.  El problema que alude es a la rutinización de la convivencia, a la mecanización de las prácticas intersubjetivas, incluso, aquellas prácticas pensadas o autocomprendidas como transgresoras.
El autor hace una fotografía de las tribus contemporáneas. Pensemos ese juego tribal, ritualista, de uniformarse para simular una coincidencia de valores, para expresarle a los otros, que quien está en la tribu conforma un Nosotros. Ese Nosotros se configura por una manera de hablar, unas formas de vestirse, por unos gustos particulares y unos rechazos específicos, se trata de un juego de máscaras, cada Nosotros se coloca sus máscaras con la ilusión, dice el autor, de la solidaridad y la coincidencia.
Leyendo detenidamente el párrafo, sabemos que para el autor el asunto de la convivencia, de  la solidaridad, es una aventura donde su sabrosura está en la novedad, dentro de la cotidianidad. El vocablo novedad, lo inédito, alude a la diferencia. Ese acto creador de cada quien, donde se hace distinto. No se trata del afán de lo nuevo en clave del progreso moderno, cuya expresión sublime son las nuevas tecnologías. Por el contrario, está pensando la solidaridad como esa vivencia entre diferentes, que se reconocen y quizás coinciden en identificarse con ciertas prácticas amatorias o  musicales o políticas; la finura, la elegancia, el estilo del asunto allí, es que la relación no tiene pretensión de una identidad, no tiene la voluntad del uniforme e incluso, aunque algunos rituales se mantengan en la configuración de comunidad, la disidencia, los cuestionamientos, a esos eventos rituales, no genera una expulsión de la orgía, siempre renovada y distinta de la experiencia de estar juntos. Por el contrario, al postular la diferencia como novedad, lo valorado dentro de la comunidad es que cada persona, soberanamente, desarrolle sus disidencias, celebrando, simultáneamente, los encuentros e identificaciones con la comunidad a la que se pertenece, siempre de forma nómada.
Al pertenecer a una multiplicidad de comunidades sin pretensión de fijar un templo en un lugar determinado; celebrando en cada espacio las disidencias, como elemento constitutivo de la relación, entonces, puede ser… Tal vez, no se pueda discernir a cuál polo dirigirse, puede ser que incluso se multipliquen los dioses o quizás no se registre ninguno, de eso no se puede dar cuenta, pero lo que sí se experimenta y se comunica de múltiples formas, es la vivencia siempre renovada del presente, porque para procesar la diferencia como elemento constitutivo de la comunidad, los miembros en diálogo deben imaginar espacios, crear modalidades, inventarse…
II
SEGUNDO ACTO
Jonatan se te dijo que hicieras una conferencia de la relación entre arte y política. No se trataba que buscaras a un filósofo o a un sociólogo para explicar el achatamiento espiritual de nuestra condición epocal y que a partir de él, tú elaboraras el horizonte político que está implícito en su propuesta. ¿Acaso hablaste del arte?¿Del artista?
Estuvo bien el asunto para una esfera, para un campo discursivo, digamos, una buena entrada para la comprensión de las relaciones intersubjetivas, porque en definitiva el asunto central de la política es cómo vivir juntos, pero dentro de una galería que se reinaugura, la idea es hablar de artistas, del arte. La pregunta es ¿Cómo el artista vivencia el asunto político? O ¿Cómo lo político puede ser intervenido por al arte? O ¿Cómo el artista padece la política? O ¿Dónde se cruzan el discurso del arte y el discurso político? Mira, tu fuiste invitado porque se supone que tu trabajas estética, sabemos que en los últimos meses te volcaste a pensar la política desde tu perspectiva, y por eso te invitamos, porque dijimos… bueno Jonatan está pensando la política ahorita, pero desde hace años vine pensando la estética, entonces, por favor, ¿podrías hablar de esa relación, arte y política?
-          Ya lo hice.

TERCER ACTO
Él tenía tiempo pensando el asunto. Desde hace diecisiete años tenía esa idea fija. Aquella idea fue lo central de su tesis doctoral; la había presentado catorce años atrás. Recuerdo que en aquél trabajo afirmó, a propósito de la novela como ficción, lo siguiente: La ficción es metafísica sin metafísica. Explicó la expresión, La ficción es ontofanía sin ontología. Se introdujo más en la noción y propuso: La ficción es la revelación de las condiciones del ser sin la tradición de la pregunta que interroga por el ser.
Para explicar aquella noción recurrió a Heidegger para definir la narrativa como ficción en términos generales, como creación y afirmó: es el movimiento de un sujeto que consiste en hacer algo que aún no es. Eso que se crea es un conjunto de oraciones articuladas con el sentido de narrar un hecho, una historia, que no pertenece al mundo de lo fáctico, aun cuando sea verosímil.
Lo creado es la obra literaria y el movimiento es la experiencia de la creación. Las vivencias durante el proceso de construcción de la obra. La vida del autor, del sujeto, con todos los avatares que son imposibles de registrar, ni siquiera colocando una cámara de filmación 24 horas, a semejanza de los reality show, porque hasta la experiencia del dormir forma parte de ese movimiento y este ámbito, el sueño, constitutivo del movimiento, es inatrapable por la cámara filmadora. Pensó en aquél trabajo que lo constitutivo del vocablo ficción no era la obra literaria, porque ella es el resultado del movimiento; más bien, es el movimiento mismo; porque sin ese movimiento no hay obra posible.
El movimiento es la vida vivida por el creador, ese enfrentamiento del cuerpo con el río heracliteano, donde él es parte del río y a su vez, piensa el río, que es el amasijo que interviene, con todo su cuerpo, pasiones, racionalizaciones, emociones, para hacer el algo que aun no es.
Pensó en aquél tiempo que las escrituras que se ocupan de dar cuenta de ese movimiento, podían llamárseles ficción restringida, para diferenciarla de la narrativa como ficción. Y postuló lo siguiente: La ficción restringida es el conjunto de obras creadas cuyo objeto esdar cuenta del movimiento de la creación desde el sujeto, en el acto creador. La ficción restringida es la esencia de la ficción literaria que, en adelante podemos llamar, ficción en un sentido ampliado, ficción ampliada; la vocación, de la ficción restringida, es metafísica, porque su pretensión es dar cuenta del movimiento. El tipo de escritura que se plantea registrar el movimiento de la creación, en el mismo acto que se está creando, son los diarios de los escritores.
Luego, pensó que hay unas obras, unas escrituras que se plantean dar cuenta del movimiento de la creación pero desde otras perspectiva, no tanto como registros de acontecimientos sino interpelando al pensamiento que se ocupa del movimiento de creación con el objeto de dar cuenta de las condiciones, limites, procedimientos del acto creador, son el tipo de obra que la tradición conoce como obras filosóficas.
Luego hizo aquella operación mental:
Imagina dos círculos, llama al primero OF, Obras filosóficas, y al segundo FR, ficción restringida. Intercepta ambos círculos. Dale sombra a la intercepción. Los elementos que pertenecen a la intercepción, tienen una vocación mayor, más integral, más metafísica y conforman de suyo, un nuevo subconjunto, le podemos llamar ficción integral restringida. La acción, en general, que tiene por objeto el hacer ficción integral restringida podemos llamarla: pensar íntegro. Dicho esto tendría que modificar la definición inicial, la ficción es metafísica sin metafísica; la re-escribiría: la ficción restringida es metafísica sin metafísica. En cambio, la ficción integral restringida tiene la vocación de ser metafísica en sus dos sentidos. La metodología de construcción de tales obras se hace más complejo, porque incorporaría el rigor filosófico, con los procedimientos, formas y arte en general, de las obras literarias para pensarse a sí mismo, de suyo, en su relación con la “otredad”; es evidente que realizar tal acción supone una decisión ética; optar por el pensamiento integral, supone una decisión: elegirse a sí mismo como telos; elección fundada en el libre albedrío. El germen de tal tipo de obra lo podemos registrar en: Ecce homo de Nietzsche y en Abaddón, el exterminador de Ernesto Sabato.
Ese afán clasificatorio ya no lo tenía. Pero volvió su obsesión azarosamente cuando le regaló aquellos tomos. Eran unos Tratados… Eran tratados fragmentarios, contingentes, lo opuesto a lo que un alemán entiende por tratado… Sin embargo, era justo el nombre. Porque en ellos hay una vocación teórica, con el rigor de la voluntad de las obras filosóficas a propósito del diario como creación y, a su vez, era un diario literario. Era en grado superlativo lo que él llamó, en aquella tesis doctoral, ficción integral restringida.
Pero aquél día, cuando tímidamente le dijo que él consideraba al diario como la máxima obra de ficción, no pudo argumentarle nada. Él esperaba, seguramente, una disertación interesante. Se emocionó al escuchar, se abalanzó hacia su cuerpo, para escuchar con más atención. Pero él repitió cosas comunes, sin mayor sentido, aunque hacía su mayor esfuerzo para mostrar que él sabía, profundamente, de lo que estaba hablando. Pero su cuerpo andaba indigesto de silencio.
Tal vez, porque estaba con el artista, el creador, quien escribió lo que él consideraba el mayor acto de ficción, un diario que reflexiona y se ocupa por el acto de creación en el mismo instante que se escribe y, a su vez, vagabundea como todo diario con anécdotas, esos detalles sin sentido aparente pero que configuran, heteróclitamente, los rizomas de la existencia. Tal vez, porque estaba vivenciando aquél título de Kundera, La insoportable levedad del ser. Tal vez, porque se estaba descubriendo sin palabras. Tal vez, porque le daba pena decirle que él quería caminar sin hablar, porque sentir su compañía, su sonrisa, ya era suficiente. O quizás, quería volver a la galería y dedicarse a mirar aquella mujer, pintada por una niña de doce años, para que él contara cosas sin sentidos; o tal vez, narrara sus apreciaciones de las obras; de aquellos creadores infantiles que se prepararon tres meses en la temática de grandes pintores. Cada pintor fue estudiado por aquellos infantes durante tres meses, para luego versionarlos, usando su técnica, sus colores, sus temas… Como el ejercicio que hacía aquél hombre que buscó el tiempo perdido, Marcel Proust.
Él quería decirle que en ese instante, ningún diálogo era importante ni relevante, porque él estaba habitado por la náusea de vivir y sólo quería un hombro para llorar desconsoladamente. Pero no dijo nada de aquello, sino habló, insulsamente, sobre la ficción y el diario.
Teatralizó su sonrisa.
Su timidez, llegó a tal  extremo, que fue incapaz de decirle que ese asunto, la ficción como problema, estaba en la página 121 de su Oscura Lucidez; le dijo, genéricamente, yo escribí sobre eso, en el libro sobre Armando.

CUARTO ACTO
Menos mal que Kant no leyó este diario, tampoco podía leerlo, en principio porque un latinoamericano es un ser no apto para hacer filosofía. La filosofía es una obra no apta para el lenguaje castellano. Ella es deliciosa en alemán, francés e inglés. Sublime en latín y en griego. Como la filosofía es el asunto del pensar… Saquen sus conclusiones. Bueno en realidad no podía leerlo, aunque lo hubiese deseado, porque está escrito en el siglo XXI. Tampoco lo hubiese deseado, puesto que no existía. Pero a veces, me gusta imaginar a Kant, caminando por El Valle o por la Facultad de Humanidades… Lo creo…A veces, camina por allí.
Menos mal que esos remedos maltrechos, esas sombras inadecuadas, babosas que son un eco de Descartes y de Agusto Comte tampoco lo pueden leer, esos que se llaman metodólogos, en algunas clínicas le llaman críticos, curadores y, en su defecto, comisarios… Menos mal que no pueden leerlo porque Nietzsche ya les metió una bomba en sus cuerpos; aun cuando simulen leer, no lo pueden hacer. Yo imagino a esos inspectores del orden gritando como locos: ¡Incoherencia! ¡Incoherencia!... Pesqué la contradicción… y frente a sus adormecidos y uniformizados estudiantes, mostrarían la comprobación empírica de su estúpida altivez. Citarían:
Paris, 28 de agosto. No se trata en realidad de un diario de viaje: ¿dónde está aquí el registro de un escenario, de un paisaje (paisaje de la tierra de Francia a medida que se deja atrás el Sur, el paso por los dominios de viñedos y los grandes letreros anunciando los nombres de las casas, por ejemplo; paisajes de las ciudades de Francia a medida que se acerca uno a París, estructura de lo muros y los techos, transformación de los cielos y de la luz, por poner otro ejemplo? ¿Dónde está el registro descriptivo de la presencia de esas ciudades por las que transita el viajero?...
El riguroso metodólogo diría, en la misma pregunta está su respuesta. Allí está expresado lo que el autor pretende no decir. El silencio es porque no hay cómo regístralo es una ausencia.  Seguramente el auditorio aplaudiría; él se siente superior con esos hallazgos. Luego iría a la primera página y con voz sacerdotal leería, diciendo, fíjense en lo contradictorio del autor de este libro, porque dice que no hace lo que hace:
8 de diciembre. Arribado a Madrid en medio de la lluvia. A través de la ventana del autobús, nada en especial que llame la atención. La autopista que se incrusta en el terreno tiene a ambos lados muros de contención con columnas y arcos que recuerdan las construcciones romanas: primer rasgo de la ciudad. Un cierto gusto arquitectónico por lo clásico (vaga resonancia): el ladrillo rojo, el cemento armado transfigurado por las reminiscencias de un acueducto (el arco de medio punto). Grandes y anchas avenidas y la sensación ya sentida en Barcelona: el infinito es una calle cortada en retícula sin aparente final. La calle Serrano, a todo lo ancho y largo, una avenida enorme, llena de tiendas lujosas; pero hoy sábado, no hay nadie en ella, y menos bajo la llovizna.
Cierra el libro. Mira por encima de los cristales bifocales. Y dice: allí se puede constatar que es un hombre, un escritor incoherente y contradictorio. Todos ríen. Aplauden, el hallazgo del inmoral.
QUINTO ACTO
Había invitado al escritor para realizarle una entrevista. La razón era muy sencilla. Cuando se iniciaron los acontecimientos que convulsionaron al país, él fue invitado para que expresara sus opiniones políticas en un foro. Eran los días de carnaval. El país lo  celebró, iniciando una batalla. Cada quien se colocó el mejor disfraz. Él fue disfrazado de analista político, pero con la tonalidad de un pastor evangélico. El artista también fue invitado.
El escritor, el artista, escuchó, atentamente, lo que decía el predicador. Su intervención era al día siguiente, porque el carnaval tiene varios días de festejo. Al otro día, el analista político fue disfrazado de filósofo, de esos que escuchan, atentamente, para oponerse a las incoherencias de sus interlocutores. El artista inició la intervención dedicándole su lectura al disfrazado de filósofo y se limitó a leer fragmentos de su libro. Al final le regaló dos tomos de su obra, unos diarios que paradójicamente les llama: Tratados.
Él lo que había leído, en aquél foro, eran fragmentos de aquella obra. Se los llevó con reverencia, porque siempre es bueno simular reverencia, cuando alguien realiza un regalo.
La batalla se hizo intensa y prolongada, porque a todos les gustó el festejo de carnaval, entonces, ya nadie quería quitarse el disfraz. Lo triste del asunto es que una fiesta prolongada, se transforma en deber. Los disfraces se transformaron en uniforme y las máscaras se quedaron atadas, atascadas en los rostros. Él, por pura contingencia, abrió aquellos libros. Inició su lectura. Empezó a disfrutar aquella obra de arte, porque en medio del oficio elegido -que al principio era un disfraz placentero, pero como todo oficio elegido por una contingencia y no por una elección de sí, al rato se vuelve una carga amarga, pesada-  encontró una novela hermosa donde, curiosamente, el personaje afirma que está narrando su vida.
Él no sabía por qué asunto misterioso aquél diario le traía a la memoria aquella novela. El Dr. Fausto de Thomas Mann que la terminó de escribir en enero de 1947.  Quizás porque trata sobre la vida de Adrian Leverkühn, escrita por un profesor de filosofía, quien era su amigo, Zeitblom. Y ese relato está escrito en forma de diario… Quizás porque lo central es la problemática del artista; Adrian con relación a su obra, con la construcción de la obra musical; quizás, porque el intento de solución al problema por parte del músico fue solicitar ayuda al diablo y éste se la ofrece con una sola condición, vivir en la soledad absoluta, en la imposibilidad de ama. Tal vez, porque la interpelación por el arte, en la novela, no se hace desde aquel que contempla el arte, sino desde la óptica del artista, en cuanto creador, desde sus experiencias, desde su vida, desde el infierno de la vida del artista. El infierno como realidad ontológica que se devela en la música, en el lamento del hijo del infierno, la queja más terrible contra el hombre y contra Dios... que jamás haya sido proferida sobre la tierra, tal como es caracterizada la obra maestra de Adrián, por parte de su biógrafo… Tal vez, porque desde hace rato él había querido hacerle un homenaje a todos y cada uno de los poetas, que de alguna manera le constituyen fragmentos de su cuerpo. Lo cierto del caso es que no siguió pensando en esa extraña relación, esa asociación inconsciente con el escritor que desnudó la comprensión de la historia desintegrada de Europa. Se entregó al disfrute lúdico de la obra.
Un día, cuando estaba hastiado de su deber autoimpuesto y se hundía en una farragosa depresión, lo invitaron a dictar una conferencia sobre el arte y la política. Él quien se sentía estéril de cualquier palabra, pensó que quizás una salida para cumplir el deber era entrevistar al artista y presentar el diálogo como propuesta, donde se hiciera traslúcida su proposición: el diario es un ejercicio de ficción. Ejercicio más ambicioso que las novelas y los cuentos porque tiene la pretensión de registrar el río narrado por Heráclito, en la misma medida que hace múltiples bocetos de sí, autorretratos de las diversas prácticas de nuestros yoes, de esos extraños heterónimos que son homónimos porque todos tienen el mismo nombre, pero son hetero, porque cada nombre es un nombre de una persona distinta, de un personaje distinto, pero que están contenidos en el mismo cuerpo, algo así como El Quijote de Pierre Menard… Lo que Eugenio Montejo llamaba los poliyó.
Se encontraron a la hora pautada, 5 pm en el Centro de Arte los Galpones. El artista estaba comprando un libro en la librería Kalathos. Él no pecó de imprudente, aunque estaba carcomido por la curiosidad de saber, qué libro habría comprado. Lo saludo afectuosamente agradeciéndole el gesto de aceptar la propuesta. Armando le había dicho que eso era extrañísimo porque él suele ser muy cauto para decir las cosas, suele prepararse y eso así de improvisto… eso creo que lo hace –señaló- porque eres tú. Él, sabía que Armando conocía profundamente al escritor, pero él no podía creer que alguien que se atreva a publicar un diario que es algo así, como un son, donde el cantante improvisa, tenga esas precauciones… ¿Acaso hay algo menos preparado que un diario?... Pero en el fondo, la interpretación amable de Armando, quizás fue para darle una alegría en medio de su noche oscura… porque en la noche oscura del alma, como nos enseña San Juan de la Cruz, se deben buscar pomadas para pasar la noche, sin la pretensión de acelerar, ficcionalmente, la claridad.
Los científicos del alma y el hombre común coinciden en el temor a la noche. Los primeros recomiendan antidepresivos y los segundos cualquier droga, alcohol o marihuana o coca… esas drogas son como bombillos en la noche, para seguir trabajando y simular que amaneció… pero no amanece porque se ilumine con bombillo, esa es una simulación ingrata, porque suelen quemarse rápido y la ansiedad de luz, conduce a un gasto inclemente de fuerzas, comprando un bombillo tras otro… por el contrario, San Juan de la Cruz, convoca a internarse en la noche oscura sin afán de sol, transitar lentamente la noche, buscando las pomadas apropiadas para ello, otras suelen venir de los amigos, como una gracia. La presencia de Rafael era una pomada que él había buscado, pero que su respuesta fue por Gracia, porque él podía estar ocupado o según Armando, podía quedarse con el miedo a la contingencia, aunque escriba diarios y no aceptar el encuentro. Por eso le agradeció su presencia.
Él lo invitó a moverse de espacio, a la galería que dirige su hermano para que contemplara una exquisita exposición de artistas, cuyas edades oscilaban entre 3 y 14 años, quienes usaban a los pintores consagrados como modelo para sus propias creaciones. En el trayecto, el escritor, quien ya sabía del gusto, que había despertado en él sus diarios, le regaló un tercer tomo, titulado: Travesías. Lo sintió como una ofrenda. Después de conversar en la galería, en una reunión familiar, porque, contingentemente, su otra hermana había ido a ver la inauguración de la exposición, grabó la entrevista, en la terraza que previamente habían convenido.
Él, aunque estaba alegre en medio de la oscuridad, no estaba a gusto consigo porque se sentía inhabilitado para pensar. Sin embargo, la experiencia dialógica la sintió como un ejercicio terapéutico, no tanto por su contenido sino por el placer de compartir, aun sin un sentido epistémico relevante. Lo que se suele llamar la lúdica de la amistad.
A la mañana siguiente partía al sitio donde cumple el deber académico, a la tierra a donde lo habían invitado a dictar la conferencia. Tuvo la precaución de llevarse el regalo, en el bolso de mano. Desde que salió de su hogar, compulsivamente, empezó la lectura de esa obra de arte que le permitía confrontar su soledad, recorrer paisajes, insertarse en el problema agudo de la filosofía, la existencia entre la contingencia y el destino, y anclarse en la interpelación del cómo vivir juntos, asunto esencial del pensamiento político.
Casi una noche leyendo y releyendo aquella novela que formaba parte integral de las anteriores. Aquella práctica, le fue reactivando sus sentidos. La palabra como fármaco. Recordaba que ese es uno de los sentidos del ejercicio filosófico y del ejercicio espiritual a través de la oración. La conversación con el dios que habita en el cuerpo. Cuerpo como templo de dios, es un cuerpo divino, comestible; se hace comunión, donde el placer está en comerse al otro, porque ese otro es un manjar de los dioses… La eucaristía como experiencia sexual. Sexo como despliegue de cuerpos que se funden, como comunión entre dioses. Esa comunión no es otro asunto que la fiesta de la amistad.
En el despertar de los frailejones, con ese sentir estético, apuntó en su página en blanco cómo iba a iniciar su conferencia, anotó:
Nuestra conversación deseo iniciarla con una cita de un libro y me permitiré jugar con ella. Y como parte de este juego no diré quién hizo el párrafo que leeré. Lo que sí aseguro es que no fui yo, no me estoy citando a mí, voy a jugar con un párrafo de otro autor.
SÉPTIMO ACTO

Tenía corbata y el flux de media noche. Era decente y de una familia respetable. Yo había ido porque en el afiche colocaron un desnudo y creía que era él. No habló de cosas importante. Me aburrió de tiempo flácido. Escuché esa lectura de radio:
3 de noviembre
(…)
No hay lugar para disertar sobre el fracaso en el orden canónico del discurso académico, de la conferencia, del artículo de revista, del libro; no hay lugar, en pocas palabras, determinado, acotado, previsto para registrar el fracaso, para dejar huella o testimonio del fracaso o, al menos, ese lugar es reducido y está marginado; es en cualquier caso, un lugar relegado a los confines del discurso oficial, del discurso oficial de las conferencias o los congresos: no se muestra el fracaso (o la ruina y esta es la historia de un proyecto que se arruina); se muestra lo afortunado, lo exitoso, lo cumplido. La moneda con valor en el intercambio intelectual, en el juego del mercado de las ideas es precisamente lo logrado, lo concluido concluyente; la economía política del saber no valoriza, ni toma en cuenta o, en cualquier caso, no privilegia la materia fallida, fallada, fracasada; no le interesa, digamos, promover la exhibición del fracaso; y yo pretendo hacer precisamente lo contrario; no disertar sobre lo logrado, sobre lo que ha alcanzado éxito y puede mostrarse con los créditos de la perfección, sino sobre la ruina, lo arruinado de un proyecto de libro en el que el cielo juega un papel preponderante; ruina del objeto cielo en el poema que lo arruina y ruina del poema mismo por la fuerza del objeto que lo supera, que determina su ruina precisamente porque está por encima de sus propias fuerzas. De esta doble ruina es que voy hablarles esta mañana: ruina del objeto, ruina del poema. Doble ruina en la que, tal vez, pueda haber paradójicamente una forma de éxito, si pensamos con ponge, con Francis Ponge que “se trata… mucho menos del nacimiento de un poema que de una tentativa… de asesinato de un poema por su objeto”.

OCTAVO ACTO
-          No, no está escrito, no está publicado, yo lo transcribí.
-          Bueno porque yo ahorita estoy trabajando vanguardia, las vanguardias latinoamericanas de la segunda mitad del siglo XX, los grupos que aparecen en América Latina cuando se supone que la vanguardia murió. Es un poco la idea que todavía esos flujos de tensión emancipadora que están como latentes a partir de los años cincuenta y viene un fenómeno que es conocidísimo como es la revolución cubana que cataliza de nuevo esas fuerzas ocultas del imaginario emancipador y la relación, la vinculación, del arte con la revolución o del arte con las transformaciones del mundo social. Estoy trabajando eso que de alguna manera, ahorita encuentro eso, esa conexión que me dices que una de las personas, de los participantes evocó eso, leyó esa conexión pues, que lo que está ocurriendo allí es una puesta en escena de la muerte de las vanguardias o de la crisis de las vanguardias, o sea cómo repensarla, cómo repensar esa experiencia, porque Tráfico, obviamente, fue un experimento conectado con esa tradición de la vanguardia histórica y bueno vinculado a procesos que pusieron otra vez en escena esa antigua fascinación moderna entre el poeta y la acción política eficiente o inmediata que es una nostalgia por lo menos, digo yo, desde el romanticismo, o sea el poeta como conductor de un pueblo, la poesía maestra de la humanidad. Creo que allí hay una tradición interesante, creo que hay que repensar a Tráfico como problema, como experiencia desde el punto de vista colectivo y desde el punto de vista de la cultura nacional de los años ochenta… Tráfico es una expresión de esa inquietud de nuestra generación, de volver a leer esa tradición del poeta y su vínculo con la realidad, con el mundo concreto, pero no sé si va por allí va lo que a ti te interesa…
-          Fíjate, llegó un momento que me pareció la lectura de los chilenos como jalada por  los pelos… Sin embargo, me preguntaba cuando uno está leyendo una novela o los griegos, me preguntaba por el asunto de la interpretación…
NOVENO ACTO

Genealogía de la Moral:
Nosotros los que conocemos somos desconocidos para nosotros, nosotros mismos somos desconocidos para nosotros mismos; esto tiene un buen fundamento. No nos hemos buscado nunca, ¿cómo iba a suceder que un día nos encontrásemos? Con razón se ha dicho: Donde está vuestro tesoro, allí está vuestro corazón. Nuestro tesoro está allí donde se asientan nuestras colmenas del conocimiento. Estamos siempre en camino hacia ellas cual animales alados de nacimiento y recolectores de miel del espíritu, nos preocupamos de corazón propiamente de una sola cosa de llevar a casa algo. En lo que se refiere, por lo demás, a la vida, a las denominadas vivencias, ¿quién de nosotros tiene siquiera suficiente seriedad para ellas? ¿O suficiente tiempo? Me temo que en tales asuntos jamás hemos prestado atención al asunto; ocurre precisamente que no tenemos allí nuestro corazón y ni siquiera nuestro oído… Necesariamente permanecemos extraños a nosotros mismos, no nos entendemos, tenemos que confundirnos con otros, en nosotros se cumple por siempre la frase que dice cada uno es para sí mismo el más lejano, en lo que a nosotros se refiere no somos lo que conocemos.(Nietzsche, La genealogía de la moral, 1996: 17-18)

DÉCIMO PRIMER ACTO
El uso del vocablo terapia está reservado para el discurso clínico. Se trata de la experiencia donde se utiliza una cierta caja de herramientas y tecnologías, para recuperar una cierta estabilidad de la persona. Su sentido es el de la intervención a otro cuerpo;de aquél que padece una cierta afección, para que recupere su armonía vital.
Yo utilizo el vocablo como una práctica del cuerpo, subversivo, transgresor, una experiencia que invierte el sentido clínico.
DÉCIMO  SEGUNDO ACTO
El conocimiento tiene por telos la niñez. La ciencia, el científico, lo científico es el arte de galerías, museos y curadores. Es la ancianidad en grados superlativos.
Dicho esto, observó con indulgencia, con compasión cristiana, al conjunto de personas que todavía escuchaban con rigor matemático al sacerdote científico, en el monasterio del arte. Hizo la pausa adecuada. Abrió una edición desteñida de la Gaya Ciencia, subrayó, nuevamente, un par de oraciones del fragmento 57 del libro segundo, titulado A los Realistas, respiró como para no espantar a la audiencia y leyó:
¿Y qué es la realidad para un artista enamorado? ¡Todavía lleváis con vosotros, por todas partes, valoraciones de cosas que tienen su origen en pasiones y amores de siglos pasados! ¡Todavía está incorporada en vuestra sobriedad una secreta e indeleble embriaguez! ¡Vuestro amor por la realidad, por ejemplo, -oh ése es un viejo, antiquísimo amor! En cada sentimiento, en cada impresión de los sentidos hay un trozo de este viejo amor: e igualmente han trabajado allí y están tejidas en ellas alguna fantasía, un prejuicio, una sinrazón, una ignorancia, un temor, ¡Y quién sabe cuánto más!¡Allí aquella montaña!¡Allá aquella nube! ¿Qué es pues lo real ahí? ¡Vosotros, los sobrios, quitad de allí, alguna vez el fantasma y todo el añadido humano! ¡Sí, si es que pudieseis hacer eso! ¡Si es que pudieseis olvidar vuestra procedencia, pasado, escuela preparatoria –vuestra entera humanidad y animalidad! Para nosotros no hay ninguna realidad –y tampoco para vosotros, vosotros los sobrios-, no somos ni con mucho, tal como creéis, tan extraños unos a los otros, y tal vez nuestra buena voluntad de salir de la embriaguez y pasar por sobre ella, es tan respetable como vuestra creencia de ser, en general, incapaces de embriaguez.
Cerró, con una profunda reverencia el libro de Nietzsche. Lo ató fuerte entre sus dedos. Miró al auditorio nuevamente. Respiró hondo, profundo. Y lo lanzó.
DÉCIMO TERCER ACTO
28 de septiembre
De nuevo en Caracas. En el aeropuerto de Nueva York, pude finalmente comenzar el Marco Aurelio. Primero el prólogo erudito, que no ofreció nada mejor ni más novedoso que lo ya leído en Foucault. Fue en el vuelo entre Nueva York y Miami cuando me desmandé  a placer con el propio Marco Aurelio, con sus hermosos y equilibrados “pensamientos”. Maravilla ese cuaderno de apunte del que nos habla Foucault…

DÉCIMO CUARTO ACTO
Heidegger es el mejor lector de Nietzsche, por eso no lee a Marco Aurelio. Es el mejor exégeta, un filósofo serio, serísimo y como buen conocedor y maestro en la historia de la filosofía, consideraba acertada la interpretación de Hegel al respecto, donde sostiene lo siguiente:
(…) Mas tarde, vemos cómo la filosofía estoica pasa a manos de los propios romanos, es decir, se convierte en la filosofía de muchos romanos, pero que sin que ésta filosofía salga, con ello, ganando mucho como ciencia: por el contrario, Séneca y los estoicos posteriores, Epicteto y Antonino, pierde en realidad todo su interés especulativo para convertirse en una doctrina más bien retórica y parenética, que no hay por qué incluir en la historia de la filosofía, como no habría por qué  incluir en ella tampoco los sermones de nuestros días.  (Hegel, 1833/1985:345)
Yo, con todo mi corazón, con toda mi alma, como un jesuita, traté de aprenderme de memoria todas las enseñanzas de Heidegger a propósito de Nietzsche y seguir, por supuesto, la recomendación de Hegel, fundamental, para leer a Nietzsche y transformarme en un filósofo, perdón, en un lector de filosofía serio. Por eso, aquella mañana empecé a regalar los libros que no son filosóficos, como las Meditaciones de Marco Aurelio, a personas que lo necesitasen. Pero luego pensé que un arte de dar discursos, una retórica exhortando o amonestando, no tenía sentido para el mundo contemporáneo, porque se exhorta o amonesta a una  persona o a muchas en un momento, es un evento y eso es irrepetible, es como un fragmento de un diario y a quién le puede interesar ese evento hoy día. Entonces, con ese razonamiento que espero presentárselo al profesor de lógica, para que me indique si está bien construido, decidí botar es vaina. Pensé, si el razonamiento no es lógico de igual forma era prudente botarlo. Las dos H no se pueden equivocar.
Cuando estaba parado, estrictamente, en el pórtico del basurero, lo abrí al azar para ver qué sermón daba ese señor en aquella época. Leí el fragmento 61 del libro VII, que dice:
El arte de vivir es más parecido al de la lucha que al de la danza en la medida que, ante lo que le cae a uno de improviso, hay que mantenerse parado y sin caerse
Y yo no sé por qué se me ocurrió pensar en Maquiavelo, quizás porque Nietzsche escribió en el Crepúsculo de los ídolos que le debe mucho…  eso fue en fracciones de segundo… pero mi decisión era firme, arrojé aquello al destino de los desechos. Orgulloso fui a la oficina. Me senté para seguir estudiando a Nietzsche, tratando de olvidar este clima tropical tan corajudo. Y leí:
La guerra educa para la libertad. Pues, ¿qué es la libertad? Tener la voluntad de la responsabilidad personal. Mantener con firmeza la distancia que separa a unos hombres de otros. Ser indiferente a la fatiga, a la dureza, a la privación, hasta a la vida. Estar dispuesto a sacrificar hombres a la propia causa, sin excluirse uno mismo. Libertad significa que los instintos viriles, que se satisfacen mediante la guerra y la victoria, adquieren preponderancia sobre los demás instintos como, por ejemplo, sobre el instinto de felicidad. El hombre que se ha hecho libre, pisotea las despreciables formas de bienestar que sueñan los mercanchifles, los cristianos, ls vacas, las mujeres, los ingleses y demás demócratas. El hombre libre es el guerrero.(Nietzsche, Crepúsculo de los ídolos, 1888/2009, pág. 138)
Y me acordé de Maquiavelo y de Marco Aurelio… ¡Qué jodedora coincidencia!... Azar es azar… Era de noche, era viernes y yo soy como esas mujeres que en la mañana son perfectas ama de casa y luego se transforman en virgen de medianoche, como cantaba aquél Santo… Porque de día quiero ser alemán y de noche ni de vaina me pelo una rumba con Maelo… Yo siempre pensé que eso era un desperfecto orgánico para pensar… pero así, igualmente por azar, una mañana leí en el libro Más Allá del Bien y del Mal,  en el fragmento 197, lo siguiente:
(…) cosas que han hecho hasta ahora casi todos los inmoralistas. ¿No parece como que hay en éstos un odio contra la selva virgen y contra los trópicos? ¿Y que el hombre tropical tiene que ser desacreditado a cualquier precio, presentándolo, bien como enfermedad y degeneración del hombre, bien como infierno y autosuplicio propios? ¿Por qué? ¿A favor de las zonas templadas? ¿A favor de los hombres templados? ¿De los morales? ¿De los mediocres? – Esto, para el capítulo moral como forma de miedo. (Nietzsche, Más Allá del Bien y del Mal, 1886/2012, pág. 158/frag 197)
Después casi por Azar, en mi estado de ebriedad, la seriedad se transformó en un ataque de risa… y la risa es contraria a Heidegger, porque él es un lector serio de Nietzsche.
DÉCIMO QUINTO ACTO
20 de septiembre
Vuelta a la patria. Retorno al país natal; al cielo claro, a la montaña desnuda y a la vegetación húmeda de mi ciudad; a sus autopistas atascadas; a sus barrios pobres; a sus barrios ricos, a su gente: al acento peculiar del habla de su gente, a la fisonomía peculiar –rasgos, tonos de piel, pelambre- de su gente. Vuelta a las paredes familiares, al confort de los sofás caseros de la caoba de mi librería atestada de libros…
DÉCIMO SEXTO ACTO
Bibliografía estrictamente recomendada:
Rafael Castillo Zapata. Travesías. Diarios de Viajes. Tomo I. La relación Infinita. 1990-2010. Editorial Laguna de Campoma.
DÉCIMO SÉPTIMO ACTO

En tanto intérpretes de nuestras vivencias, fragmento 319 de la Gaya Ciencia,
A todos los fundadores de religiones y a sus semejantes –valga decir, los filósofos y la ciencia francesa- les ajena una especie de honradez –nunca se han convertido a sí mismo, a partir de sus vivencias, en un asunto de conciencia para el conocimiento. “¿Qué he vivenciado propiamente? ¿Qué sucedió en mí y en torno mío en aquél entonces? ¿Era mi razón suficientemente clara? ¿Estaba dirgida mi voluntad en contra de todos los engaños de los sentidos y era valiente su defensa frente a lo fantástico?” –ninguno de ellos ha preguntado de esa manera, y aún hoy tampoco pregunta así ninguno de los amados religiosos: tienen más bien una sed de cosas que están en contra de la razón, y no quieren darse demasiado trabajo en satisfacerla -¡así es como vivencian milagros y resurrecciones y escuchan las voces de los angelitos! Pero nosotros, que somos otros, sedientos de razón, queremos mirar a nuestras vivencias, con tanto rigor en los ojos, como si fuese un experimento científico, ¡hora por hora, día por día! ¡Queremos ser nuestros propios experimentos y animales de prueba!

SIN ACTO


[1] Lectura realizada en la Galería La Otra Banda en el marco del ciclo Arte y Política. Mérida, 22 de mayo de 2014.

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