martes, 3 de septiembre de 2019

FRACTURA Y POLÍTICA


Fractura y política.
Jonatan Alzuru Aponte
El presente artículo, surgió como una respuesta que ofrecí en Facebook a propósito de unos comentarios a una publicación mía.
Estimado. Agradezco tus extensos comentarios.  Reiteras la posición de uno de los sectores en pugna dentro de la oposición. Intentaré distanciarme de ambos sectores en pugna, no sólo del tuyo; sino de los opuestos a ese discurso.  Mi distancia tiene una finalidad práctica, en función de un deseo, por ahora, salir del déspota.
Realizaré la siguiente estrategia para responder.  Recurriré a las teorías sociológicas, políticas y del derecho con el objeto de evaluar acciones políticas de instituciones o personas en el ámbito público. Es decir, responderé desde lo general e intentaré graficar lo teórico con ejemplos.
 1.- Fidelidad es un valor moral que tiene, como mínimo, dos usos, a propósito de su etimología. La primera aquél que cumple sus promesas. Le llamaré coherencia entre discurso y acción. Será un punto aparte, dentro de mi respuesta.
La otra que suele usarse, en el ámbito público, es como fe en las ideas que promueve el líder y fe en el líder como aquél, quien es capaz de conducirlas.  Es una práctica fundante de los totalitarismos.  Se evidencia en prácticas como jurar fidelidad a…. y el líder carismático, quien toma el juramento de las masas, se asume como la encarnación del ideal, por lo tanto, divide a la sociedad en fieles y traidores.  Ejemplo: “Con hambre y desempleo por Chávez, me resteo”. Soy fiel, aunque muera de hambre. No ser fiel al ideal y a la persona es ser traidor. Esa religiosidad política es irracional, porque conduce a la persona que lo profesa a convertirse en esclavo.
En política el fiel, en el sentido expuesto, es irracional, porque su evaluación del líder y sus acciones se funda en la fe. También es un exabrupto pedir fidelidad a las ideas. Porque quien es fiel a sus ideas, es incapaz de cambiar, de cuestionarlas… es un dogmático porque cree en lo que piensa como una verdad eterna. Es un esclavo de sus ideas.
2.- Honestidad es un valor moral que tiene una traducción jurídica con relación al manejo de los asuntos públicos, ser corrupto o no. En el ámbito jurídico, los delitos y las penas son intransferibles. Es decir, si una persona comete un delito; el delito cometido no se les transfiere a los padres, ni a los hijos, ni a los hermanos, ni a los amigos. Tampoco las sanciones.  Los delitos y las sanciones se establecen en tribunales; quien comete el delito siempre tiene derecho a la defensa y el juicio es independiente a la opinión pública.  Cuando el juicio y la sanción es dado por la opinión pública, es una práctica donde no existe el derecho, porque la condena está dada antes que se juzgue al sujeto. No hay procedimiento.
Ámbito jurídico y ámbito político son dos esferas relacionadas entre sí; pero son campos que tienen sus propias prácticas. Incluso un deshonesto probado y condenado puede ser un excelente político entendiendo el vocablo como aquél que tiene unas ideas, sabe publicitarlas y existe una población que las asume, sin necesidad de comprarlas o coaccionarlas con la violencia. Logra fines porque sabe utilizar los mejores medios para alcanzarlo. En Venezuela tuvimos un ejemplo gráfico de lo que teóricamente explico: CAP II, fue juzgado (por mal manejo de los dineros públicos, se esté de acuerdo o no con el juicio), sentenciado, cumplió su sanción. Y luego, volvió al ámbito público y ganó un curul como senador.
La honestidad al ser un valor moral apreciado por la sociedad, usualmente, es utilizado discursivamente entre los diversos y opuestos actores políticos en cualquier parte del mundo, para descalificar al otro y mostrar la fortaleza moral de quien lo enuncia.  Se suele usar en las competencias electorales, a veces acompañan el discurso con acusaciones jurídicas (esto son los actores políticos coherentes entre su discurso y la acción) y, en otras ocasiones simplemente para desprestigiar la imagen del otro (el afectado por el discurso, puede actuar o no jurídicamente; dependiendo de su interés y su cálculo electoral).  Tales prácticas discursivas, no suelen usarse entre los aliados porque tiene un interés común, sean corruptos o no.
3.- Coherencia. Es un valor político evaluable racionalmente. Hacer lo que se dice y decir lo que se hace. Y decir lo que se hace, puede implicar que varió su mirada del acontecer, cambió de idea, entonces, la explica y cambia de práctica. En política la coherencia del líder amalgama a sus seguidores y la incoherencia fractura, ambas con independencia del resultado. Dos ejemplos uno de coherencia y el otro de incoherencia:
Cuando se planteó la ayuda humanitaria como una forma de lucha, se fracasó; había contingencias y tácticas del déspota que condujeron a ese resultado. Pero Guaidó fue coherente; previo a la acción, públicamente, dijo que iba a realizarla y la hizo concertada nacional e internacionalmente. Fracasada la acción, estando fuera del país, dijo que regresaría y lo hizo. Luego, en acto público el mismo día que entró al país, asumió que no se logró resultado e invitó a la lucha. Dentro del fracaso había amalgama.
Cuando se planteó una salida militar como forma de lucha, se fracasó; había contingencias y tácticas del déspota que condujeron a ese resultado. Pero Guaidó fue incoherente; previo a la acción, públicamente, había dicho que se trataba de un movimiento cívico y que había que esforzarse para que el estamento militar acompañara las acciones. Además, que todas sus acciones serían concertadas. Incluso, con el chavismo opuesto a Maduro. Realizó una acción con un mínimo acuerdo, lógicamente porque era una acción militar, pero incoherente con su discurso. Luego, de la acción fracasada, no reconoció la derrota, sino endilgó la responsabilidad, en unos supuestos traidores. Dicho de otra manera, sería la buena jugada del déspota. Tal acción incoherente entre discurso y acción, fue un catalizador, detonante, para la fractura.
4.- Toda práctica política conjuga en el actor que la realiza intereses individuales y colectivos. No existe la práctica política, dígase la práctica en el ámbito público sin interés; incluso entre los santos. Colocaré un ejemplo paradigmático para sostener la afirmación: La Santa Madre Teresa de Calcuta, entregó su vida por lo más pobres, fue su opción de vida. Sin embargo, estaba interesada, que su mirada y su práctica religiosa se expandiera por el mundo y fundó varias congregaciones. Para lograr sus objetivos que su servicio fuese eficaz, eficiente y mundial requería de financiamiento, de donaciones, por lo tanto, se reunía  con déspotas y demócratas del mundo. Manteniendo su mirada de cómo vivir, tratando de coaccionar a todo aquel que se le acercara y, a su vez, utilizando su imagen pública para recibir el financiamiento.
5.-  La política son juegos de intereses. Y se es mejor político cuando se es capaz que el opuesto (quien tiene intereses individuales y colectivos, distinto), se incorpora dentro de la estrategia general de aquél que la impulsa. El opuesto lo hará porque le interesa para su sobrevivencia política y al que le impulsa para maximizar su hegemonía.  Esto es un principio de un buen jugador pero que en cada circunstancia y en cada país, tiene sus particularidades; porque depende del propio juego. No es una norma que dice debe ser así. ¡No! Es un principio de un buen jugador. Se le suele llamar estadista, porque tiene una mirada no de una parcela de su comunidad o partido sino del estado.  
Dos casos traslúcidos: El gobierno de Nelson Mandela, incorporando a quienes habían sido sus opresores en el ejercicio del gobierno y en Chile la concertación que logró el retorno a la democracia incorporando a Pinochet, como ministro de las fuerzas armadas en los primeros años de gobierno. Sin esa manera jugar, no hubiese sido posible un gobierno socialista o diputados jóvenes del partido comunista en la actualidad. Y Piñera ha tenido dos períodos presidenciales.
Para finalizar, este último punto, diría lo siguiente, en términos prácticos: antes de plantearse cómo sería la transición en Venezuela, los ejemplo deberían ayudarnos para pensar cómo construir un equipo entre los diversos y opuestos para confrontar al despotismo. Cuando se maximice la presión y se consolide un movimiento del liderazgo es cuando, podría empezar a evaluarse como transitar con el déspota. Invertir el orden de razonamiento tanto en la práctica como en la teoría, nos conducirá a un extraordinario fracaso.
Y con toda claridad la responsabilidad institucional para impulsar el acuerdo nacional, entre todo el liderazgo es de Guaidó. Porque (duela o no, lo desee o no) es quien representa a la institución con la cual dialogan todos los países aliados y, públicamente, es el interlocutor del déspota. Pero el liderazgo no se decreta, se ejerce. Y si entre el liderazgo, en este momento caótico, por la fractura, surge alguien con mirada y práctica de estadista que reconstruya a la oposición, obviamente, se ganará en primer lugar a Guaidó para cumplir con sus objetivos. La manera cómo lo haga dependerá de su pericia. La competencia entre el liderazgo opositor para ver quién amalgama más, quien puede producir mayor hegemonía para confrontar al régimen. es lo que se necesita.  


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