Quisiera agradecer en nombre de Armando Rojas Guardia y del mío, por supuesto, las generosas, elegantes y exquisitas palabras que el Dr. Luis Alberto Bracho expresó en la presentación del libro Oscura Lucidez -a propósito de la feria del libro en Altamira convocado por la editorial Bid & Co- a la obra poética y ensayística de Armando y al trabajo que realicé sobre él. El amigo Luis Alberto Bracho (quien participará en el Seminario Internacional sobre Michel Foucault y allí bautizará su libro “Foucault y el Cuidado de Sí”) estudió filosofía, realizó una maestría en literatura venezolana y se doctoró en Ciencias Sociales. Fue todo un honor y un extraordinario placer escucharlo. Comparto con ustedes su presentación. Jonatan Alzuru Aponte
OSCURA LUCIDEZ
Luis Alberto Bracho
O.
Pensar
el pensamiento de Armando Rojas Guardia es un ejercicio, una ascesis que nos
conduce por los intersticios de la incertidumbre. La incertidumbre como opción
de vida es sabana surcada por infinitos caminos que desembocan en un horizonte
abierto, bajo la mirada cómplice del Dios de la intemperie. Sin certezas, sin
seguridad ontológica, ni calor primigenio del Oikos, se habita como nómada en el cielo descampado. Se trata de
elegirse ante la contingencia, de abordar trágicamente la existencia como
prueba permanente donde se celebra el presente, siempre eterno. Los parajes
dinámicos del advenimiento se vuelven diálogo y presencia, fiesta pagana
envuelta en un aura mística. El “peso más pesado” se hace levedad cuando se
comparte en mañanas frescas o en noches de insomnios. Sin consentimiento o con
él, los paisajes se hacen, se colman de relieves carnavalescos, los recovecos
juguetean entre la lucidez y la locura, entre la oscura lucidez de la montaña.
El
tránsito de la Oscuridad a la Lucidez, síntesis inacabada, danza que comunica
la una con la otra, marca su ritmo, y su cadencia, se deja escuchar: “Todo
mezclado, todo mezclado, mezclado todo”. Se trata de un compás ancestral cuya
sonoridad le imprime vida a la mirada, y agudiza el oído. Esta clave entreteje
los distintos horizontes, y los hace uno: celebrar la experiencia del diálogo y
de la diferencia.
“Oscura Lucidez” es en sí mismo un espacio
dialogante entre amigos que se toman un breve reposo para hablar de la inquietud
que les asalta, del deseo bajo la piel, de la comunión consigo mismo y con el
otro, es un lugar donde se respira la diversidad. En ésta radica parte de su
belleza, sin ambigüedades recibe al otro, le da la bienvenida, limpia sus pies
cansados y lo reconforta. Armando Rojas Guardia, en apariencia, es el invitado,
pero él es de la casa; se trata de un Oikos
que no esclerotiza el deseo ni aprisiona el cuerpo, es más bien, horizonte de
sentido. Cuando su voz atemperada retumba con fuerza dibuja mundos que se entrelazan,
tejidos por el signo de la incertidumbre, cuya única certeza es su relación
íntima con Dios. Pero, a ratos, su voz se escucha a través de los distintos
Jonatan, y se presenta interpelado en sus creencias y vivencias. Esta lúdica
permite a los amigos participar sin reservas, elaborar sus propias opiniones
sobre la cartografía difusamente compartida que presenta el autor, ello
posibilita dar cuenta de los asuntos que inquietan y constituyen la subjetividad
de Armando… Es una forma otra, de comulgar con la oscura lucidez.
En este boceto el fragmento
es un rey sin reino, pero con claros dominios, el cual posibilita trazar
senderos que el co-jugador enlaza para imprimirle sentido a la obra. En efecto, la
lógica del fragmento le inyecta movilidad, dinamismo al texto, nos traslada de
un lugar a otro, de una aventura a otra, de un tema a otro, de un mundo otro; a
un sueño, a otro sueño. Esta dinámica permite ir enlazando cada tema o punto
tratado; al final surge un entramado temático y conceptual que da unidad al
texto.
La narrativa de Oscura
Lucidez se colma de ambigüedad artística por la presencia de los múltiples
Jonatan, se trata de heterónimos con el mismo rostro, pero con distintos
acentos y perfomatividad, reflejando lo común en lo diverso, como dibujos
reiterados de sus homónimos. En este ambiente la experiencia de vida del autor se
vuelve el hilo de Ariadna que configura Oscura Lucidez como espacio dialogante.
Pero ello no es casual, los hechos vividos, la historia del autor, suministran algunas
claves para comprender la obra de Armando Rojas Guardia; porque es desde el hacedor,
del “ser- artista”, de su práctica, donde se constituye su estética; el Bios del creador, las llamadas
vivencias, posibilita la interpelación de sí mismo y del otro para que la
belleza surja y se devele, como cuerpo, como “fisiología aplicada”. En efecto,
el cuerpo es un elemento activo, éste es interrogado sobre su capacidad de
hacer, sobre sus funciones, sobre su potencia de ser, sobre sus límites y
fortalezas. Se trata de una manera de afirmar la vida, de reconocer la
corporeidad donde los distintos heterónimos establecen una lúdica que le inyecta
sentido y belleza a la obra, mientras que sus homónimos, como un repique de
martillo insoportable, desnudan las grietas de su tragedia.
Oscura Lucidez es un acto de
libertad donde la autonomía del cuerpo se manifiesta libremente. Se trata de un
estilo que surge de interpelarse a sí mismo, de discernir sobre aquello que inquieta
y constituye al creador; que genera un estado de placer y de estar bien consigo
mismo. En efecto, Jonatan aborda e interpreta la obra de Armando desde sí
mismo, éste es el prójimo más próximo donde las distancias se reducen… la
cercanía es calor de hoguera en medio del desierto, sin luna con el grito del
hermano en el costado.
La escritura en Jonatan es
libre, irreverente, porque rotura el statu quo de la forma, y se despliega por
vertientes que expresan su manera de relacionarse con él mismo, con el otro,
con Dios y con el mundo. En el espacio que brinda el texto convergen, sin
ningún tipo de superposición y “todo mezclado”, distintas figuras literarias
como: el ensayo, la autobiografía, el cuento, la poesía, el diario, el
testimonio, la crítica, la entrevista, la disertación filosófica, la autoentrevista.
Se trata de una característica que disemina el núcleo temático del texto, y
propone la decentralidad como cualidad. Es una manera de ver todo en lo Uno,
sin disgustarse de lo inverso, siendo lo uno siempre su diferencia.
Jonatan, desde sí mismo, nos lleva de
la mano por los distintos mundos que conforman la tesitura de la piel de Rojas
Guardia, mientras la voz ronca del poeta hace estallar el alma del filósofo. En
esta aventura estética uno de los puentes que comunica a las dos islas es Nietzsche;
pues sí, la filosofía nietzscheana le permite a estos dos amigos recrearse,
reinventarse y sustentar su visiones del mundo. Este pensador funge como
puente, como fuente de inspiración y como telón de fondo en el diálogo fecundo
entre Armando y Jonatan. En efecto, en el texto observamos con elocuencia cómo
Nietzsche les muestra un Jesús distinto, sin la camisa de fuerza del deber ser,
sin las ataduras de la institucionalidad; devela un Jesús superhombre, un ser
“humano demasiado humano”. El Jesús de los evangelios, el proscrito y marginado
por la institución católica cuando en su devenir se hizo judaica, se hizo
imperial, soltando la corona de espina y colocándose la del emperador… Ése
Jesús proscrito, el marginal, en la voz de Armando recupera su vestimenta, su
grandeza y va al encuentro con el prójimo. Son pasajes hermosos, llenos de
espiritualidad, de goce pleno, donde el discernimiento sobre el sentido de los
evangelios esclarece muchas opacidades, las cuales nos conduce a reconciliarnos
y comulgar con el Dios de la Intemperie.
Armando se descubre como un
pensador agudo, como un filósofo, como un crítico de la modernidad, pues ésta
centra la felicidad en la razón, en el progreso generado por la ciencia, es por
ello que coloca bajo sospecha “toda felicidad conceptual que se deriva de la
seguridad de una manera de ver y sentir el mundo”; e invita a los “pensadores
herederos de aquella tradición que entendió que la modernidad era una llegada
de la razón, una llegada a la edad adulta, donde los asuntos de Dios, alma y
mundo, eran resabios de un mundo donde el hombre estaba en la pubertad, guiados
por la centralidad divina,…”. (p. 263) Pero también, cuestiona la Iglesia por
asumir y predicar a partir de un “Dios de la institucionalidad” que “predica
cómo debe comportarse el hombre, cómo debe asumir la vida”, al mismo estilo de
los fariseos, de los doctores de la ley, de los sepulcros blanqueados… Por el
contrario, Armando, propone “pensar en un Dios sin casa, sin un lugar seguro.
Se opone a la seguridad ontológica, porque es ella la que nos permite
establecer un registro discursivo que apunta a la verdad, a la solidez que
configura el vocablo verdad”. (p. 262) Según Jonatan, “Se trata, en la obra de
Armando, de dar una imagen del Evangelio que posibilite subvertir lo
establecido”. (p. 270)
En “El Dios de la
intemperie”, Armando Rojas Guardia, propone recuperar y reapropiarse “de un
tipo de mirada, un tipo de práctica y un tipo de discursividad marginado por la
cultura de Occidente, por el poder institucionalizado de la fe y la ciencia
como dos caras de la misma moneda cuya orfebrería es la lucidez, la razón. En
esto se inscribe dentro de la tradición
de pensadores que se han dedicado a la tarea de que emerja el subterráneo
cultural de nuestra historia para redibujar nuestro presente…” (p. 266) Esta
vocación de subvertir el orden discursivo institucional responde a la necesidad
y al deseo de comprenderse y de comulgar con sus encrucijadas existenciales; y
la manera de alcanzar este objetivo es permitiendo que surjan y circulen los
discursos marginales de la espiritualidad cristiana, y se mezclen con el
cuestionamiento y la refutación de los discursos articulados por el poder
instituido de la Iglesia.
Oscura lucidez es un texto
que nos invita a pensarnos, a interpelarnos desde lo que somos, desde aquello
que nos inquieta y constituye como sujetos. Se trata de una aventura que
proporciona algunas claves hermenéuticas para comprender la obra y la
concepción del mundo de Armando Rojas Guardia, pero, también, nos presenta un
Armando íntimo, sin temor a enfrentar la intemperie; sin miedo de asumir las
consecuencias de una discursividad subversiva que pugna con el discurso oficial
de la tradición católica. Este texto nos invita a recorrer las opacidades que
son fuente de una hermenéutica fecunda, porque posibilita recrearse en el
lenguaje, en los horizontes de sentido que constituyen este tipo de discurso.
Pero también, nos permite a nosotros, sus lectores respirar los silencios que
marcan la cadencia de una obra en permanente elaboración, puesto que el
receptor, a través de estos dos creadores, va tallando la obra, le da forma y
sentido, la cual se renueva una y otra vez.
El tránsito por Oscura
Lucidez es una experiencia que nos pone en vilo frente a la intemperie, nos conduce
por senderos donde la escritura retoza, se transfigura, trastoca nuestras
creencias, hace temblar nuestra seguridad, y nos muestra el reflejo que somos.
De algo estoy seguro, cuando el lector se adentra verdaderamente en esta
aventura deja de ser el que era, algo en él cambia, se transforma para bien o
para mal. Es por ello que los invito a todos a vivir esta travesía por las
opacidades que iluminan el alma. Se trata de una experiencia del arte que les
permitirá comulgar con el ser estético que constituye a esta obra.
Finalmente, Oscura Lucidez es
un espacio dialogante, cálido, donde dos figuras conversan en medio de la
intimidad celebrando la diferencia, la vida, la presencia del amigo y la gracia
de Jesús.
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