¿RADICAL?
ESENCIALMENTE ADOLESCENTE
Jonatan Alzuru
(El Nacional,
A Tres Manos, 5/12/2008)
"He quedado, desde hace días,
pensando en el esfuerzo titánico por cambiar la cultura toda. La idea por sí
misma, suena interesante. Quizás por el olor mesiánico, profundamente judeo
cristiano, religioso, que la contiene. Antes y después de Cristo dice hasta el
ateo. Jesús divide la historia de Occidente. Y como en cada barrio hay una
iglesia. ¿Será por eso?
¿Será que lo atractivo de cambiar la
cultura, en su totalidad, lo seductor, es por lo revolucionario que se
presenta? Cambiar los cimientos estructurales desde la raíz, los modos de
producción, los modos de relación, los modos de ver, estar y hacer en el mundo.
No se conserva nada, se niega todo, toda positividad es una pretensión
reaccionaria. Toda proposición que matice, lo que produce es ahogo. No hay posibilidad
de reforma, porque nada permanece. Toda defensa de tradición suena a derecha, a
desviación pequeño burguesa al servicio de los más oscuros intereses, o, como
mínimo, tiene tufos de Opus Dei.
Gritan a los cuatro vientos: La muerte del pasado es lo que queda. Nace
una vida nueva. Quizás es bonita esa apuesta por lo sesentona, lo hippie,
lo guerrillera, lo fresca, lo romántica, lo dulcemente inocente, casi imagino
una película al estilo de video clip, de
pelos largos en comunas, motorizados sin moto propia, una canción de Silvio
Rodríguez mezclada con los Rolling y unas imágenes del barrio latino de New
York bailando salsa, el Maelo desde la cana; el panita Che Guevara al lado de
Fidel subiendo Sierra Maestra, una orgía colectiva y una manifestación
estudiantil, con intelectuales incluidos, cargado de sueños aprisionados en
consignas: “La novedad es revolucionaria, la verdad también”, “Están comprando
tu felicidad, róbala”, “Prohibido prohibir”, “Paz, amor y marihuana”, “Haz el
amor y no la guerra”, “La guerra es buena pá matala”, “No le pongas parches, la
estructura está podrida”, “Hoy marcho, mañana voto”, “Tomemos el cielo por
asalto”, “La ciencia es burguesa, toma conciencia”, “Seamos realistas pidamos
imposibles”, “No sé lo que quiero, pero lo quiero ya”.
El amigo y maestro Rigoberto Lanz
tiene como horizonte teórico práctico semejante tarea, cambiar la cultura toda.
Lo dice con orgullo. Lo sostiene con fervor. La pasión lo desborda. Lo plantea
desde la centralidad del debate científico contemporáneo hasta en los bordes de
las polémicas estéticas. A propósito de los debates educativos se transforma en
un militante, guerrillero, de sus ideas. En la arena política es de una
izquierda exquisita porque los idiotas, al parecer, no dan cuenta de la utopía
que lo sostiene. Su apuesta en la real política, tiene ese impulso. La
desfachatez, la irreverencia, la violencia normativa, con elegancia, clase y
caché es su consigna.
Nadie tiene derecho a quitar la
virginidad intelectual a un ser que desea cambiar el mundo. En esa edad el
compromiso es con el mundo, con la historia. El esfuerzo, con pasión, es para
hacer una nueva cultura. Les informo estimados lectores: Rigoberto Lanz es
adolescente, su cuerpo es pura ilusión.
Yo estoy viejo. El Internet es parte
de mi cultura. No tengo tiempo de pensar en el mañana porque ya no percibo los
cambios, cuando creo que es hoy, ya estoy en el mañana y, a veces, creo estar
en el mañana y formo parte del pasado. Achaques de viejos diría yo, pérdida de
la noción del tiempo. Hace unos cuantos días hablaba por teléfono, yo sabía qué
era eso, era parte de mi existencia aquel aparato. Hoy una máquina de escribir
es por dónde se llama y se mira televisión y tiene las funciones de grabador
pero toma unas fotografías exquisitas. La cultura es un instante eterno.
Todavía tengo utopías en mi
vejez. Ellas son buenas para optar en la
vida. A cierta edad uno sabe que no cambiará el mundo, se deja de ser
pretencioso, pero quizás se puede estar seguro por qué arriesga su vida. A cierta
edad, se disfruta la música, un buen libro clásico, se baila, se hace el amor
con pausa con la mujer amada, se disfruta el café porque se sabe que la muerte
acecha y todo segundo se vive como el último. Se tienen pocas ilusiones porque
se ama a la vida que se vive, mientras se lucha por vivir." (Jonatan Alzuru, 2008)
¿DIJO
USTED “RADICAL”?
Rigoberto
Lanz (El
Nacional, A Tres Manos, 7 diciembre 2008)
“Siempre será más fácil proclamar que
se rechaza
que rechazar realmente”.
JEAN-PAUL SARTRE: Prólogo a Los condenados de la tierra
El amigo Jonatan Alzuru está intentando
comprender cómo es eso de “cambiar la
cultura toda”. Tan complicado no es el asunto. Se trata de situarse en
relación al mundo. Se trata de posicionarse en torno lo que acontece. Se trata
de tomar posición. Ello se hace de muchísimas maneras. La más común es la
conducta de la manada: no entiende nada, no sabe de qué se trata y por tanto se
dedica a “ser feliz”. Un poco más acá,
en los linderos del mundo intelectual, resulta más difícil hacerse pasar por
ingenuo. Entonces aparecen las justificaciones, las buenas razones, para hacer esto
o aquello. En este punto se disparan
infinitas combinaciones: oportunistas, sicarios, cobardes, valientes,
indiferentes, militantes, confundidos, esclarecidos, habladores de pistoladas,
hacedores con las manos, diletantes que siempre caen parados y sacerdotes de la ideología. Para
cada uno habrá siempre una retórica más o menos arreglada que sirve, al menos,
para tranquilizar la conciencia.
En lo que me toca, echando manos de lo que
me interesa y me da nota, cultivo con cierta exquisitez el arte de navegar en
contraflujo. Ese no es un “trabajo” ni una “metodología”. Dije bien el arte: mirada que mira por detrás,
olfato que huele desde lejos. Llegar a este estadio de la subjetividad entiendo
que es un viaje (en el sentido maffesoliano) Estando allí, derivo un privilegio
que está reservado a las formas superiores del espíritu: todo se hace
transparente. En lo que respecta a la cochina realidad hay poco misterio que
develar. En lo que concierne a la microfísica del poder albergo poquísimas
dudas de “cómo se bate el cobre”. De ese modo se define un amplio territorio
donde queda poco margen para los titubeos y los grandes dilemas existenciales.
Hay otros ámbitos donde lo que priva es la
pregunta y la duda.
Amplias zonas de la existencia que permanecen en la borrosa
incertidumbre de conocimientos transitorios, de enfoques precarios, de
percepciones aproximativas. Transitar por esos campos requiere de sensibilidad
y “caja de herramientas” muy particulares. De eso algo sabemos. (“De andar por esas veredas, los pies se le
han de de secar”, “Florentino y el
Diablo”)
Con el truco de “cambiar el mundo” se
esconden demasiadas opacidades. Las extremas dificultades de las grandes
ambiciones del pensamiento y la voluntad sirven de coartada para los acomodos que terminan siendo vergonzantes.
En esa materia no valen los consejos. Que cada quien cargue con sus cargas. En
verdad me tiene bastante sin cuidado el “éxito” de la empresa de “cambiar el
mundo”. Me entusiasma el movimiento por el movimiento mismo. Lo que realmente
interesa es aguarle la fiesta a la lógica del poder. Nada es más excitante
estéticamente que el rechinar del engranaje que colapsa (coloque tuercas y
tornillos en una licuadora para que aprecie lo que digo) Lo que hago
intelectualmente tiene esa secreta perversidad: dislocar engranajes, diluir
solideces (no importa cuáles, no importa dónde)
Todas las funcionalidades me dan bostezo.
Del aburrido “políticamente correcto” no extraigo nada que sirva para algo. De
la sensatez y la prudencia viven los
espíritus que calculan
milimétricamente su
jubilación. “El cansancio de Occidente” (Rafael Argullol) es la versión solemne
de otras fatigas más mundanas que tocan a la gente en su atribulada existencia.
Ningún consuelo doméstico sirve para encarar los desafíos de la voluntad, los
retos de cualquier noción de “realidad”. Por fortuna no existe ningún tribunal
que esté observando lo que cada quien piensa y hace para proceder a juzgarle.
En el terreno estrictamente político
es muy difícil conciliar lo que en otros
ámbitos puede compartirse. Afortunadamente la dimensión política no lo es todo,
hay otros espacios para la convergencia de propósitos. La experiencia indica
que transitar esos espacios convergentes ayuda a la disipación de malentendidos
y al cultivo de “lugares que hacen lazos”
(Michel Maffesoli) El CIPOST es un buen ejemplo.(Rigoberto Lanz, 2008)
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