SOBRE LA DISCIPLINA
Michel Foucault (1981)
(…) La disciplina es,
en el fondo, el mecanismo de poder por el cual llegamos a controlar en el
cuerpo social hasta los elementos más tenues, y por éstos alcanzamos los átomos
sociales mismos, es decir, los individuos. Técnicas de individualización del
poder. Cómo vigilar a alguien, cómo controlar su conducta, su comportamiento,
sus aptitudes, cómo intensificar su rendimiento, cómo multiplicar sus
capacidades, cómo situarlo en el lugar que sea más útil: esto es, desde mi
punto de vista, la disciplina.
He citado hace poco
el ejemplo de la disciplina en el ejército. Es un ejemplo importante porque
éste fue verdaderamente el punto donde se produjo el gran descubrimiento de la
disciplina y se desarrolló casi en primer lugar, ligado a esa otra invención
técnico-industrial que fue el invento del fusil de tiro relativamente rápido. A
partir de ese momento podemos decir en definitiva lo siguiente: el soldado
dejaba de ser intercambiable, dejaba de ser pura y simple carne de cañón y un
mero individuo capaz de golpear. Para ser un buen soldado era necesario saber
disparar, así pues había que pasar un proceso de aprendizaje. Era igualmente
necesario que el soldado supiera desplazarse, que supiera coordinar sus gestos
con los de otros soldados. En suma: en suma el soldado se convirtió en algo
hábil, y por tanto, preciado. Y cuanto más preciado era, más había que
conservarlo; cuánto más había que conservarlo, más necesario era enseñarle
técnicas capaces de salvarle la vida en el combate, y cuánto más técnicas se le
enseñaba, más largo y valioso era el aprendizaje. Y de modo brusco, nos
encontramos con una especie de expansión de esas técnicas militares de
adiestramiento, que culminaron en el famoso ejército prusiano de Federico II,
que pasaba gran parte de su tiempo haciendo ejercicios. El ejército prusiano,
el modelo de disciplina prusiana, es precisamente la perfección, la intensidad
máxima de esta disciplina corporal del soldado, que ha sido en cierto modo, el
modelo de otras discipinas.
Otro lugar en el que
vemos aparecer esta nueva tecnología disciplinaria es la educación. Primero en
los colegios y después en las escuelas primarias observamos la irrupción de
esos métodos disciplinarios en los que los individuos son individualizados en
la multiplicidad… Nos encontramos con un
maestro para decenas de discípulos. Sin embargo, es necesario que, pese a esta
multiplicidad de alumnos, se consiga una individualización del poder, un
control permanente, una vigilancia en todos los momentos. De ahí la aparición
de ese personaje que todos los que han estudiado en colegios conocen bien, el
vigilante, que en la pirámide corresponde al suboficial del ejército;
igualmente, la aparición de la notación cuantitativa, la aparición de los
exámenes, la aparición de las oposiciones, la posibilidad, en consecuencia, de
clasificar a los individuos de manera que cada uno ocupe su sitio, bajo los
ojos de su maestro, o en la calificación y el juicio que tenemos sobre cada uno
de ellos.
(…) En la actualidad,
ustedes están colocados así en fila, la mirada del profesor puede
individualizar a cada uno, puede nombrarlos para saber si están presentes, qué
hacen, si están soñando, si bostezan… Son futilidades, pero futilidades muy
importantes, pues, finalmente, en el dominio de toda una serie de ejercicios de
poder, en estas pequeñas técnicas, es donde han podido invertirse y funcionar
estos nuevos mecanismos. Lo que ha
sucedido en el ejército y en los colegios se puede constatar igualmente en los
talleres a lo largo del siglo XIX. Es lo que yo llamaría tecnología
individualizante del poder, una tecnología que mira a fondo a los individuos,
hasta en su cuerpo, en su comportamiento; es, a grandes rasgos, una especie de
anatomía política, de anatomopolítica, una anatomía que se dirige a los
individuos hasta anatomizarlos.
Se trata de una
familia de tecnologías de poder que apareció en los siglos XVII y XVIII.
(Foucault,
Conferencia Las Mallas del poder dictada
en la Universidad de Bahía en Michel Foucault, Estética, ética y hermenéutica,
1994/1999, págs. 243-245)
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