REFLEXIONES LANZIANAS
Jonatan Alzuru (A
Tres manos, enero 2011)
Es muy
interesante el debate que inaugura Carlos Lanz a propósito de sus postulados
educativos (¿Propuestas? ¿Principios? ¿Ideas? ¿Sugerencias? ¿Líneas de trabajo?
¿Agenda?) publicados en esta columna. Rigoberto lo acompañó con algunas notas a
pie de página donde celebraba la lucidez utópica de su hermano. Al parecer era
como un caudal de ideas brillantes todas dignas de repensarse.
En estricto
rigor quedé desconcertado. Demasiada lucidez.
No supe cómo la resistencia indígena, que es una simplificación de un
acontecer histórico, al estilo de consigna para levantarnos el autoestima, (que
como todo hecho no es más que una sumatoria de interpretaciones, donde la que
prevalecen son las que están atadas a una forma de poder, bien sea la leyenda
blanca o la leyenda negra) se mezcla con una teoría de la sociedad como el
marxismo crítico. No deseo imaginar que
el asunto de las asimetrías de poder, la lucha de opresores contra los
oprimidos y viceversa, es lo idéntico en lo diverso de todas aquellas palabras
que se presentan como el fundamento que debe pensarse en educación. La historia
del pensar educativo está cargada con demasiados manuales simplificadores como
para creer que los amigos del siglo XXI lo postule. Estoy seguro que una mente
como la de Carlos Lanz y con la alabanza de su hermano, quien es un maestro
para mí, debe apuntar a una razón epistemológica de envergadura que mi pobre
mente no logra percibir.
Bueno, pero
el asunto de aquello que mientan marxismo crítico también es una simplificación
de una multiplicidad de autores, de aproximaciones, ¿A quién se refiere? ¿A
Adorno, a Horkheimer, a Marcuse? ¿Será al señor Habermas? ¿A Wellmer? ¿Entrará
en ese lote? ¿Labriola, Gentile, Croce, Gramsci? La verdad cualquiera que tenga
una mínima idea de estos autores, que haya leído aunque sea un librito por
autor, sabe que tienen diferencias enormes y críticas sustanciales entre
sí. Yo estoy seguro que un estudioso
como Rigoberto de las tradiciones sociológicas marxistas, un intelectual de su
talla a quien Michel Löwy le dedicó páginas de críticas, no cae en una
estupidez como esta. No se me ocurre nada más que imaginar una hipótesis:
el asunto de la resistencia indígena mezclado con el marxismo crítico tiene una
afinidad cripto-epistemológica no apta para lectores de periódicos.
Esta
hipótesis cobra fuerza con aquello de la promoción de una epistemología
constructiva que propone el amigo Lanz (no se confunda no es uno, es el otro)
La verdad nadie en su sano juicio puede criticar una idea tan novedosa. Se
imaginan los lectores una campaña publicitaria radio, prensa, televisión e
internet de las fuerzas bolivarianas promocionando cual barrio adentro
mediante, la epistemología constructiva, condición sin la cual usted no podrá
comprender esa merengada de resistencia indígena con marxismo crítico. Por
supuesto a ese cóctel teórico le falta según nuestro ideólogo el colorcito del
cimarronismo y el crucifijo.
No cualquier
crucifijo, no cualquier Jesús sino el de la teología de la liberación. Teología que seguramente debe asumirse sin
pensar en el Concilio Vaticano II y las Conferencias de los obispos en Medellín
y Puebla, porque allí involucra nada más
y nada menos que al mismísimo poder eclesial en la construcción de una opción
preferencial por los pobres, sino, tal vez, se tendría que asumir a Gustavo
Gutierrez, a Jon Sobrino, a Leonardo Boff, a Helder Cámara, entre otros, como
individuos desarticulados de su institución histórica y desligar sus
interpretaciones bíblicas de los documentos de la iglesia porque eso enredaría
el papagayo epistemológico.
Tal vez, la
claridad absoluta es lo que se debe promocionar para que el pueblo mesmo
comprenda su potencialidad como protagonista de la historia, aunque siempre sea
uno y sólo uno el conductor del proceso, porque, bueno, ese es el pequeño papel
que el Destino, la Historia, la Revolución y Dios mismo, le encomendó a aquél
que parece un soberano del siglo XIX pero es el Rey Demócrata del siglo XXI con
la Patria, el Socialismo y la Muerte incluida.
En el mismo slogan. Pensar de otro modo. Esa es la línea…
dicen los Lanz.
LAS OCURRENCIAS DE JONATAN
Rigoberto Lanz
(El Nacional, A Tres Manos, enero 2011)
“Es posible que la sabiduría,
rechazada por el saber establecido,
esté
más ampliamente difundida de lo que se cree. Puede permitirnos
entender
la sorprendente vitalidad , el inquebrantable anhelo por
vivir
que define a la sociedad posmoderna…”.
MICHEL
MAFFESOLI: El nomadismo, p. 211
En la onda de ponerle alguna
salsa a la discusión, me quedo con una imagen en lo planteado por el amigo
Jonatan Alzuru: la relación entre marxismo crítico y resistencia
indígena. Digamos de entrada que la agenda donde este asunto cobra pleno
sentido es la visión ético-epistémica que se sintetiza en este emblema: pensar
desde el Sur. Los temas y problemas que entretienen a nuestros académicos experimentan un brusco
salto cuando se les mira desde el lente geo-estratégico de un Sur pensado como contestación al
imperio. La impronta propiamente política de este giro hermenéutico es más que
evidente. La pegada teórica no lo es tanto. ¿Por qué?
En parte porque las cuestiones teóricas
suelen navegar encapsuladas en generalizaciones universales que no encuentran
conexión con contextos culturales específicos. En parte porque hemos sido
víctimas de todas las formas de colonización intelectual y miramos con desdén
lo que acontece en estos chaparrales. En parte también porque una impronta
etno-épistémica (lo mismo que una dimensión étnica de la política, al estilo
boliviano por ejemplo) le para los pelos al escolasticismo reinante en nuestros
claustros filosóficos.
Visto desde el norte el asunto tiene una
historia poco feliz: sea que recordemos los desatinos de Marx respecto al
pensamiento de Bolívar, sea en la visión maniquea del PCUS en torno a
Mariátegui. Son ilustraciones de la mirada arrogante de la Modernidad europea
que ni siquiera se tomó la molestia de curucutear un poco para darse
cuenta que Bolívar fue en todo respecto
un fiel representante de la ilustración
por estos lares.
Sirva lo anterior para ambientar la tesis
que está por detrás: luego del epistemicidio (Boaventura de Sousa Santos)
propinado por los conquistadores en América, lo que tenemos es una insufrible
constelación de subordinaciones que se esconden bajo la mampara de la ciencia,
la cultura y tantas otras falacias de este mismo tenor. Ello obliga al
ejercicio de una crítica epistemológica radical a todo ese repertorio. Una
sucesión de rupturas que van abriendo el camino de otro modo de pensar, es
decir, un estatuto singular para un pensamiento crítico que sabe poner en su
lugar al eurocentrismo que se agazapa en
buena parte de los estilos intelectuales dominantes (incluida la izquierda)
Un pensamiento deslastrado no tiene por qué
sucumbir a los atavismo del nacionalismo ni a las limitaciones de una “identidad” que se cierra sobre sí misma. Los
desafíos van por otro lado: se trata de producir una alternativa paradigmática
que dialogue fecundamente con la experiencia americana, con las modalidades
singulares del relacionamiento colonial y neocolonial que impregna las
prácticas culturales, con la especificidad de los procesos antropológicos que
dan entidad a los movimientos sociales
que constituyen nuestra compleja realidad, en fin, una mirada
intelectual que pueda hacerse cargo de la “Modernidad periférica” (Herlingaus) de donde surge el tránsito
posmoderno por donde andamos.
Ese pensamiento crítico tiene que dialogar
con los etno-saberes que están enraizados en las prácticas culturales de
nuestros pobladores originales. Allí hay no solo valiosas experiencias en el
terreno de la producción para la vida, sino visones del mundo que la cultura
occidental no entiende. No se trata de la tontería de andar buscando
afanosamente un Marx Aimara o un Max Weber Quechua. El asunto es tomarse en
serio la impronta civilizacional que está involucrada en la naturaleza
multiétnica de nuestras sociedades y sacar de allí todas las consecuencias.
A partir de allí se abre otro debate.
Muchos desafíos e interrogaciones afloran. Importa no devolverse de esa línea.
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