jueves, 20 de noviembre de 2014

OSCURA LUCIDEZ por LUIS ALBERTO BRACHO


Quisiera agradecer en nombre de Armando Rojas Guardia y del mío, por supuesto, las generosas, elegantes y exquisitas palabras que el Dr. Luis Alberto Bracho expresó en la presentación del libro Oscura Lucidez -a propósito de la feria del libro en Altamira convocado por la editorial Bid & Co-  a la obra poética y ensayística de Armando y al trabajo que realicé sobre él. El amigo Luis Alberto Bracho (quien participará en el Seminario Internacional sobre Michel Foucault y allí bautizará su libro “Foucault y el Cuidado de Sí”) estudió filosofía, realizó una maestría en literatura venezolana y se doctoró en Ciencias Sociales. Fue todo un honor y un extraordinario placer escucharlo. Comparto con ustedes su presentación. Jonatan Alzuru Aponte



OSCURA LUCIDEZ

Luis Alberto Bracho O.



            Pensar el pensamiento de Armando Rojas Guardia es un ejercicio, una ascesis que nos conduce por los intersticios de la incertidumbre. La incertidumbre como opción de vida es sabana surcada por infinitos caminos que desembocan en un horizonte abierto, bajo la mirada cómplice del Dios de la intemperie. Sin certezas, sin seguridad ontológica, ni calor primigenio del Oikos, se habita como nómada en el cielo descampado. Se trata de elegirse ante la contingencia, de abordar trágicamente la existencia como prueba permanente donde se celebra el presente, siempre eterno. Los parajes dinámicos del advenimiento se vuelven diálogo y presencia, fiesta pagana envuelta en un aura mística. El “peso más pesado” se hace levedad cuando se comparte en mañanas frescas o en noches de insomnios. Sin consentimiento o con él, los paisajes se hacen, se colman de relieves carnavalescos, los recovecos juguetean entre la lucidez y la locura, entre la oscura lucidez de la montaña.
            El tránsito de la Oscuridad a la Lucidez, síntesis inacabada, danza que comunica la una con la otra, marca su ritmo, y su cadencia, se deja escuchar: “Todo mezclado, todo mezclado, mezclado todo”. Se trata de un compás ancestral cuya sonoridad le imprime vida a la mirada, y agudiza el oído. Esta clave entreteje los distintos horizontes, y los hace uno: celebrar la experiencia del diálogo y de la diferencia.
“Oscura Lucidez” es en sí mismo un espacio dialogante entre amigos que se toman un breve reposo para hablar de la inquietud que les asalta, del deseo bajo la piel, de la comunión consigo mismo y con el otro, es un lugar donde se respira la diversidad. En ésta radica parte de su belleza, sin ambigüedades recibe al otro, le da la bienvenida, limpia sus pies cansados y lo reconforta. Armando Rojas Guardia, en apariencia, es el invitado, pero él es de la casa; se trata de un Oikos que no esclerotiza el deseo ni aprisiona el cuerpo, es más bien, horizonte de sentido. Cuando su voz atemperada retumba con fuerza dibuja mundos que se entrelazan, tejidos por el signo de la incertidumbre, cuya única certeza es su relación íntima con Dios. Pero, a ratos, su voz se escucha a través de los distintos Jonatan, y se presenta interpelado en sus creencias y vivencias. Esta lúdica permite a los amigos participar sin reservas, elaborar sus propias opiniones sobre la cartografía difusamente compartida que presenta el autor, ello posibilita dar cuenta de los asuntos que inquietan y constituyen la subjetividad de Armando… Es una forma otra, de comulgar con la oscura lucidez.
En este boceto el fragmento es un rey sin reino, pero con claros dominios, el cual posibilita trazar senderos que el co-jugador enlaza para  imprimirle sentido a la obra. En efecto, la lógica del fragmento le inyecta movilidad, dinamismo al texto, nos traslada de un lugar a otro, de una aventura a otra, de un tema a otro, de un mundo otro; a un sueño, a otro sueño. Esta dinámica permite ir enlazando cada tema o punto tratado; al final surge un entramado temático y conceptual que da unidad al texto.
La narrativa de Oscura Lucidez se colma de ambigüedad artística por la presencia de los múltiples Jonatan, se trata de heterónimos con el mismo rostro, pero con distintos acentos y perfomatividad, reflejando lo común en lo diverso, como dibujos reiterados de sus homónimos. En este ambiente la experiencia de vida del autor se vuelve el hilo de Ariadna que configura Oscura Lucidez como espacio dialogante. Pero ello no es casual, los hechos vividos, la historia del autor, suministran algunas claves para comprender la obra de Armando Rojas Guardia; porque es desde el hacedor, del “ser- artista”, de su práctica, donde se constituye su estética; el Bios del creador, las llamadas vivencias, posibilita la interpelación de sí mismo y del otro para que la belleza surja y se devele, como cuerpo, como “fisiología aplicada”. En efecto, el cuerpo es un elemento activo, éste es interrogado sobre su capacidad de hacer, sobre sus funciones, sobre su potencia de ser, sobre sus límites y fortalezas. Se trata de una manera de afirmar la vida, de reconocer la corporeidad donde los distintos heterónimos establecen una lúdica que le inyecta sentido y belleza a la obra, mientras que sus homónimos, como un repique de martillo insoportable, desnudan las grietas de su tragedia.  
Oscura Lucidez es un acto de libertad donde la autonomía del cuerpo se manifiesta libremente. Se trata de un estilo que surge de interpelarse a sí mismo, de discernir sobre aquello que inquieta y constituye al creador; que genera un estado de placer y de estar bien consigo mismo. En efecto, Jonatan aborda e interpreta la obra de Armando desde sí mismo, éste es el prójimo más próximo donde las distancias se reducen… la cercanía es calor de hoguera en medio del desierto, sin luna con el grito del hermano en el costado.
La escritura en Jonatan es libre, irreverente, porque rotura el statu quo de la forma, y se despliega por vertientes que expresan su manera de relacionarse con él mismo, con el otro, con Dios y con el mundo. En el espacio que brinda el texto convergen, sin ningún tipo de superposición y “todo mezclado”, distintas figuras literarias como: el ensayo, la autobiografía, el cuento, la poesía, el diario, el testimonio, la crítica, la entrevista, la disertación filosófica, la autoentrevista. Se trata de una característica que disemina el núcleo temático del texto, y propone la decentralidad como cualidad. Es una manera de ver todo en lo Uno, sin disgustarse de lo inverso, siendo lo uno siempre su diferencia.    
            Jonatan, desde sí mismo, nos lleva de la mano por los distintos mundos que conforman la tesitura de la piel de Rojas Guardia, mientras la voz ronca del poeta hace estallar el alma del filósofo. En esta aventura estética uno de los puentes que comunica a las dos islas es Nietzsche; pues sí, la filosofía nietzscheana le permite a estos dos amigos recrearse, reinventarse y sustentar su visiones del mundo. Este pensador funge como puente, como fuente de inspiración y como telón de fondo en el diálogo fecundo entre Armando y Jonatan. En efecto, en el texto observamos con elocuencia cómo Nietzsche les muestra un Jesús distinto, sin la camisa de fuerza del deber ser, sin las ataduras de la institucionalidad; devela un Jesús superhombre, un ser “humano demasiado humano”. El Jesús de los evangelios, el proscrito y marginado por la institución católica cuando en su devenir se hizo judaica, se hizo imperial, soltando la corona de espina y colocándose la del emperador… Ése Jesús proscrito, el marginal, en la voz de Armando recupera su vestimenta, su grandeza y va al encuentro con el prójimo. Son pasajes hermosos, llenos de espiritualidad, de goce pleno, donde el discernimiento sobre el sentido de los evangelios esclarece muchas opacidades, las cuales nos conduce a reconciliarnos y comulgar con el Dios de la Intemperie.
Armando se descubre como un pensador agudo, como un filósofo, como un crítico de la modernidad, pues ésta centra la felicidad en la razón, en el progreso generado por la ciencia, es por ello que coloca bajo sospecha “toda felicidad conceptual que se deriva de la seguridad de una manera de ver y sentir el mundo”; e invita a los “pensadores herederos de aquella tradición que entendió que la modernidad era una llegada de la razón, una llegada a la edad adulta, donde los asuntos de Dios, alma y mundo, eran resabios de un mundo donde el hombre estaba en la pubertad, guiados por la centralidad divina,…”. (p. 263) Pero también, cuestiona la Iglesia por asumir y predicar a partir de un “Dios de la institucionalidad” que “predica cómo debe comportarse el hombre, cómo debe asumir la vida”, al mismo estilo de los fariseos, de los doctores de la ley, de los sepulcros blanqueados… Por el contrario, Armando, propone “pensar en un Dios sin casa, sin un lugar seguro. Se opone a la seguridad ontológica, porque es ella la que nos permite establecer un registro discursivo que apunta a la verdad, a la solidez que configura el vocablo verdad”. (p. 262) Según Jonatan, “Se trata, en la obra de Armando, de dar una imagen del Evangelio que posibilite subvertir lo establecido”. (p. 270)
En “El Dios de la intemperie”, Armando Rojas Guardia, propone recuperar y reapropiarse “de un tipo de mirada, un tipo de práctica y un tipo de discursividad marginado por la cultura de Occidente, por el poder institucionalizado de la fe y la ciencia como dos caras de la misma moneda cuya orfebrería es la lucidez, la razón. En esto se inscribe dentro de la  tradición de pensadores que se han dedicado a la tarea de que emerja el subterráneo cultural de nuestra historia para redibujar nuestro presente…” (p. 266) Esta vocación de subvertir el orden discursivo institucional responde a la necesidad y al deseo de comprenderse y de comulgar con sus encrucijadas existenciales; y la manera de alcanzar este objetivo es permitiendo que surjan y circulen los discursos marginales de la espiritualidad cristiana, y se mezclen con el cuestionamiento y la refutación de los discursos articulados por el poder instituido de la Iglesia.
Oscura lucidez es un texto que nos invita a pensarnos, a interpelarnos desde lo que somos, desde aquello que nos inquieta y constituye como sujetos. Se trata de una aventura que proporciona algunas claves hermenéuticas para comprender la obra y la concepción del mundo de Armando Rojas Guardia, pero, también, nos presenta un Armando íntimo, sin temor a enfrentar la intemperie; sin miedo de asumir las consecuencias de una discursividad subversiva que pugna con el discurso oficial de la tradición católica. Este texto nos invita a recorrer las opacidades que son fuente de una hermenéutica fecunda, porque posibilita recrearse en el lenguaje, en los horizontes de sentido que constituyen este tipo de discurso. Pero también, nos permite a nosotros, sus lectores respirar los silencios que marcan la cadencia de una obra en permanente elaboración, puesto que el receptor, a través de estos dos creadores, va tallando la obra, le da forma y sentido, la cual se renueva una y otra vez.
El tránsito por Oscura Lucidez es una experiencia que nos pone en vilo frente a la intemperie, nos conduce por senderos donde la escritura retoza, se transfigura, trastoca nuestras creencias, hace temblar nuestra seguridad, y nos muestra el reflejo que somos. De algo estoy seguro, cuando el lector se adentra verdaderamente en esta aventura deja de ser el que era, algo en él cambia, se transforma para bien o para mal. Es por ello que los invito a todos a vivir esta travesía por las opacidades que iluminan el alma. Se trata de una experiencia del arte que les permitirá comulgar con el ser estético que constituye a esta obra.
Finalmente, Oscura Lucidez es un espacio dialogante, cálido, donde dos figuras conversan en medio de la intimidad celebrando la diferencia, la vida, la presencia del amigo y la gracia de Jesús.  

















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