ESCRITURA Y TERROR
@jonatanalzuru67
1.- El escrito de hoy responde a
mi experiencia y mi reflexión sobre la interrogación: ¿Cómo vivir juntos? a
partir de lo que me aconteció, después de escribir el texto: “¿Hasta cuándo las
muertes?” donde afirmé que me dolía la muerte de Eliézer Otaiza. Tres
reacciones inmediatas recibí, la de un amigo de adolescencia quien me escribió en
Facebook que estaba en desacuerdo con mi sentimiento por su evaluación política
del asesinado, la de un amigo que me llamó y recomendó que lo mejor era no
hacer esa declaraciones porque, “¿qué iban a pensar de mí los lectores?”, que
él sabía que tenían buena imagen por los escritos, pero confesar que conozco a
ciertas personas no era bueno, aunque fuese hace catorce años atrás, “porque
pierdes credibilidad e interesa que la gente confíe en ti” y, finalmente, una
intelectual a quien respeto y admiro por su obra, aunque no he tenido el placer
de conocerla y, quizás ella, a partir de ese día, no quisiera tener el
displacer de conocerme, quien me solicitó que no le enviara más correos.
2.- Pasé el día meditando sobre
el asunto. La forma de meditar que encuentro es buscando alguna pista en mi
biblioteca. Leí algunos fragmentos de Merleau-Ponty en su libro “Humanismo y
Terror”, a propósito de la experiencia de lo que se llamó el socialismo real.
Sus reflexiones me condujeron quizás, a uno de los pocos fragmentos que he
leído con propiedad de un texto que para mí, ha resultado dificilísimo de leer,
La fenomenología del Espíritu de Hegel,
titulado “Libertad y Terror”, algunos especialistas traducen el título del
fragmento como “Libertad absoluta y
horror” que trata sobre el gobierno de los jacobinos durante la Revolución
Francesa. Esas dos referencias me sirvieron de instrumento para meditar sobre
el impacto que me causaron las reacciones y transformar ese asunto particular,
en un problema para pensar la Venezuela contemporánea.
El asunto fundamental alude a la
mirada sobre el otro. En la Divina Comedia, en su primera parte, en el
infierno, Dante utiliza como sinónimo de Dios, la expresión El Otro, porque en
el infierno Dios no puede ser nombrado. La metáfora de Dante es interesante
porque El Otro, es lo que, radicalmente, jamás puede ser parte de lo restante.
No es ni siquiera lo opuesto, lo contrario sino una entidad sin referencia con
aquello que lo rodea, incomprensible a partir de su entorno, lo esencialmente
otro.
Vivimos en un infierno social,
utilizando la metáfora del clásico literario, cuando los externos a mí, son
radicalmente otros, cuando se interpreta que no existe ningún punto de contacto,
en ningún campo, cultural, político, social, sexual, religioso, educativo,
afectivo, de contacto, entre un nosotros o un yo y los otros. Los Otros son
radicalmente, esencialmente, constitutivamente, otros.
El infierno cobra plenitud cuando
se sentencia a ese Otro, a partir de un juicio de valor que se considera
inapelable. Algo así como una sentencia divina sin derecho a defensa. La
característica de tal juicio divino es que no requiere de ningún procedimiento,
no existe una instancia institucional porque la sola existencia del otro, es su
condena.
Juicios como el siguiente: La
oposición al gobierno es el mal, porque no son revolucionario. La revolución es
el bien supremo, por lo tanto, quien no sea revolucionario es el otro. De lo
anterior se deriva que no interesa su persona, su historia, sus acciones, ni
las razones ni motivaciones del por qué hace lo que hace, o hizo lo que hizo,
sino está condenado de antemano. Como el sumo bien es la revolución, es lo
absoluto, entonces, la muerte del otro, de quien no pertenece al grupo, es una
consecuencia inapelable, porque es legítima y también legal.
Lo opuesto pertenece a la misma
lógica. Quién perteneció o pertenece al chavismo es lo otro que es el mal
absoluto y, por lo tanto, en aras del bien supremo que es la libertad, ese
individuo, esa persona que pertenece al conjunto de lo que se llama otro, debe
morir. No importa sus razones, motivaciones, decisiones, su historia particular.
Su muerte es una consecuencia necesaria de su pertenencia a lo otro. La acción
de la muerte del otro se asume como un acto de conciencia para sostener lo que
se considera bueno absolutamente.
Esa lógica de mirar al otro es el
fundamento de la práctica terrorista. No me importa quien sea esa persona, ni
su historia, ni sus acciones, como pertenecen a lo que se llama otro, contrario
a un valor universal, que se le llama bueno de manera absoluta, está legitimada
su muerte real o simbólica. La muerte simbólica es la clausura de toda
posibilidad dialógica.
El peligro de enfrentar al
terrorismo es la transformación de quien lo combate en hacerse terrorista. Ese
delicado paso se percibe cuando no se juzga las acciones a partir de las
responsabilidades concretas, donde el sujeto responda por qué hace lo que hace
o por qué hizo tal acción y existan instancias competentes para contrastar lo
realizado y sus justificaciones con un marco jurídico y se sancione en función
de los delitos o no cometidos, sino por el contrario, se juzga universalmente,
donde el individuo pierde toda soberanía y se transforma en una cosa más de
aquello que hay que extirpar.
La lógica terrorista entiende que
las acciones y las responsabilidades son trasmitidas automáticamente de una
persona a otra por la sola identificación dentro de una agrupación. Una mala
acción de un religioso, por ejemplo, implica dentro de la lógica terrorista, que
todo aquél que se identifique con esa religión es responsable de las acciones
de ese religioso. Dentro de la lógica
terrorista se anula el individuo y se actúa en la práctica en función de
universales y la vida o la muerte depende de compartir o no ese universal.
Mi escrito no pretende juzgar a
ninguno de mis amigos que respondieron de la forma que lo hicieron con respecto
a mi expresión de un sentimiento en una circunstancia determinada, porque con
ninguno pude indagar qué es lo que lo motivaba. No lo reduzco a los casos
propiamente dichos. Más bien, tomo esas tres prácticas, esas tres respuestas
que responden a contextos socios culturales y afectivos distintos, como una
excusa, como un síntoma, para dar cuenta de una enfermedad que la percibo en
potencia, pero que puede expandirse en mi país y que combatiré en todos sus
terrenos, el pensamiento terrorista como práctica de la vida en común.
3.- Piense querido lector lo
siguiente. Usted se identifica con una posición política chavismo, madurismo o de
la oposición de la MUD o de la oposición de la Salida o con todos los
opositores, independientemente, de sus tácticas y estrategias. En el ámbito
político entendemos al opuesto como alguien que adversa sus valores. De allí
que usted los agrupe como lo Otro. Sin embargo, cuando usted piensa ese
conjunto opuesto a sus valores de lo que Ud. considera democrático, hay una multiplicidad
de seres, personas, que no son radicalmente lo otro. Por el contrario,
muchísimos adversarios opuestos a usted, lo constituyen como persona en
múltiples esferas, son parte de usted, de su historia, de su vida sentimental,
de su historia cultural, de su formación, de su vida laboral. Usted puede
evaluar eso muy fácilmente. Piense en su núcleo familiar, en su familia
extendida, en su historias con sus amigos, en sus formadores y, tal vez, aunque
usted haya roto total vínculo con sus adversarios, esos que estuvieron
vinculados a usted en un momento determinado fueron personas importantes en su
vida. Tienen una huella para bien o para mal, en su cuerpo. ¿Cuántos
venezolanos no hemos sufrido rupturas familiares, de amistad, laborales con
personas que en algún momento las considerábamos valiosa? Hoy día esas personas
usted la clasifica como lo Otro, pero no es otro como en el infierno de Dante,
porque esas personas compartieron una historia común con usted. Esa historia
común los configura a los dos, para bien o para mal. Incluso, con opuestos a usted que no trata,
que no cruza una palabra, usted sabe que existieron miles de puentes donde la
alegría, el llanto e incluso valores fueron comunes. La única manera que usted
tiene para borrar radicalmente su propio pasado es transformarse en un
terrorista de sí mismo. Que niegue racional y emocionalmente su propia
historia.
4.- Lo anterior no significa, en
ningún momento, que usted avale y celebre las acciones que usted considera
perjudiciales para la vida política venezolana. Se trata de discernir. Es un
momento muy delicado de la vida de nuestras comunidades, de nuestra vida como
pueblo, de nuestra vida como individuo. Se trata de combatir prácticas o
decisiones y ellas son realizadas por individuos concretos que deben responder
por sus acciones. Esas acciones no pueden generalizarse a todo aquél que se
identifica con ese grupo. Se tiene que interpelar a cada quién por las acciones
que realiza, por las acciones que son de su competencia, por aquello que pudo
hacer, dado su rol, su cargo o su posición y no hizo o por lo que hizo.
La lógica del no discernimiento
entre los individuos y la asunción de la evaluación colectivamente por la sola
identificación con unos valores, progresivamente, conduce la legitimación de la
violencia, fundada en un pensamiento terrorista de lo social.
Solemos pensar que esta petición
a quien debemos hacérsela en primera instancia es al adversario, dando por
supuesto que uno actúa afablemente con la diferencia. Esa es la primera
tentación para no evaluarse, para no sentarse en el espejo y mirarse. En una
crisis como la que vivimos la primera atención que creo yo que debemos tener es
hacia nuestras propias prácticas, la atención es a responsabilizarse, responder
por uno mismo. Sólo desde esa comunión consigo mismo, es entonces, que podemos
transitar con la otredad que no es abstracta ni etérea, sino constituyente de
nuestro propio cuerpo.
5.- Finalmente, una palabra sobre
mí. Cuando celebre el asesinato de alguien, incluso, cuando no me conmueva, estaré
muy mal, aunque deteste sus prácticas políticas.
Los únicos animales que matan por
odio, por diversión, venganza, diferencias ideológicas e incluso, hasta
construyen normativa para la pena de muerte, es ese ser que se dice animal
superior. Ese ser es una vergüenza para la ecología, es una falta de consideración
que forme parte de lo que se llama humanidad.
Como sé que el futuro es
incierto y yo no soy una línea recta, en
una burbuja de cristal, incapaz de ser contaminada, me escribo esto a mí mismo,
para que si en alguna circunstancia tengo ese sentimiento, acuda a este escrito
para recordarme que lo más valioso del cuerpo es la pasión por la vida, una
razón capaz de dominar las pasiones que conducen a tánatos. Que siempre
recuerde aquellas palabras que le escribió Thomas Mann a Teodoro Adorno: “… no
es la vida adicta a la muerte, sino la muerte adicta a la vida…” (Mann, 18 de
enero de 1954)
Mi experiencia ha sido mostrarme.
Mirar al país, mirándome. El criterio que he utilizado para mirarme y mirar el
país ha sido a partir de un par de máximas ignacianas que las tomó de la
tradición monacal primitiva. Dichas máximas eran unas huellas del estoicismo y
epicureísmo que inundó el pathos eclesial de los monjes en los primeros
monasterios. Eran parte de lo que los monjes primitivos llamaban la meditación
del rumiar. Se tratan de máximas de elección, para discernir, a saber: “considerar, como si estuviese en el artículo
de muerte, la forma y medida que entonces querría haber tenido en el modo de la
presente elección…” y “mirando y
considerando cómo me hallaré el día del juicio, pensar cómo entonces querría
haber deliberado acerca de la cosa presente; y la regla que entonces querría
haber tenido, tomarla ahora, porque entonces me halle con entero placer y
gozo.” (San Ignacio, 2000, Trad. Santiago Arzubialde SJ)
La experiencia de este diario ha
sido esa. Cada día, en comunión con ese Jonatan, de ese día, escribo. Una
escritura para mi mismo que comparto en la polis virtual. Ha sido una
experiencia de reencuentro y diferencia con mis acciones pasadas, de reconciliación
permanente con mi presente, de búsquedas en mi cuerpo y en la biblioteca para
tratar de indagar la opacidad del presente y frente a ese regalo, a ese don, el
presente, me interrogo por el cómo me elijo. Ha sido un permanente examen de mi
cuerpo. De reconstrucción de mis prácticas y miradas sobre la Venezuela que me
configura. Soy distinto… No soy el jonatan de febrero, he ido cambiando, no sé
a ciencia cierta en qué y cómo pero me siento distinto, más viejo, más cansado,
quizás con más experiencia, con ánimo y angustia. Siento que he estudiado años,
compilados en días….
Les informo que escribe un hombre
cargado de impurezas, contradictorio en muchos sentidos, con infiernos y
cielos, que cada día he intentando rehacerme como una obra de arte en
permanente gestación. Mi obra, mi cuerpo, mi estética quizás no sea de su
agrado, pero es la única que le puedo presentar con una profunda honestidad,
con un ejercicio acrecentado por mostrarme desnudo en esta polis virtual y con un
profundo deseo, irracional como todos ellos, que mi palabra pueda ser una
cueva, un mar, una pomada y una espada, para la Venezuela de mis odios y
alegrías, de mis tristezas y sonrisas… con un deseo irracional de vivir
encontrándome, alegremente, con aquél que piensa distinto pero que seamos
capaces de sonreír y bailar con rones y salsa, en medio de Baco y Dionisio, con
un deseo irracional por construir una sociedad donde la excepción sea el
aniquilamiento y el desprecio…
Jonatan Alzuru Aponte
Miércoles 30 de abril de 2014
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