¿LA
IGLESIA? LEYENDO A FEDERICO VEGAS
“De mí depende y de nadie más, que mi soledad se degrade
a un individualismo militante, sordo y ciego frente a las heridas sangrantes de
mi entorno, o, por el contrario, venga a ser una soledad poblada de presencias
amadas, llena de atención, de tacto y de delicadeza ante el dolor ajeno”.
Armando Rojas Guardia, Discurso en la Academia Venezolana de la Lengua,
31/10/2016.
Invité
a Federico Vegas a una conversación que queríamos grabar a propósito de Armando
Reverón, junto a Diego Risquez, Nelson Garrido, Armando Rojas Guardia y José
Rafael Herrera; siendo Herrera director de cultura de la universidad, me había invitado a la organización de
actividades a propósito de la Revista de Cultura de la UCV. Yo estaba de
Comisión de Servicio en la ULA. Los
contacté a todos. Armando tenía mucha
ilusión de encontrarse con Federico y éste me había manifestado lo mismo. La
ansiedad de promover el encuentro de dos artistas que se admiraban entre sí y,
además, que se habían formado en el mismo espacio educativo, me parecía
extraordinario. El día antes de la grabación que se hizo en la ONG fundada por
Nelson Garrido, Federico me informa que no podría asistir. Me sentí triste, la ausencia
de Federico en el diálogo me dejó un sin sabor en las pupilas de mi alma.
Ayer,
casi como un ritual, Armando me llama. ¿Cómo te sientes? Su pregunta habitual
en estos tiempos, durante este año que he vivido en el umbral de un surrealismo
decadente, sufriendo los efectos de una institucionalidad universitaria, vencida
en su dignidad y sin horizontes; arropada, a su vez, por la sombra de la
fetidez sólida de la ausencia de la política como asuntos del bien común. Luego
de mi respuesta, me invitó a leer “Vidas paralelas de Federico Vegas”.
Me
pareció una lectura placentera en su primera parte, como siempre que leo a
Federico, una prosa exquisita. Me encantó la sutileza para convocar a la
construcción de soluciones políticas desde la diferencia, marcando el lugar desde donde escribe a
propósito de las vidas de Yon Goicohea y Héctor Rodríguez.
No
había iniciado la segunda parte y estaba cargado de emoción y expectativa. El
placer sería distinto. En primer lugar por razones familiares, mi vida desde
niño ha estado ligada a la Compañía de Jesús y quería saber qué decía de Arturo
Sosa. En segundo lugar, por mi amistad con Armando y el diálogo que hemos
desarrollado a propósito de la espiritualidad, la política y la
institucionalidad católica.
La
crítica de Federico es dura hacia el General de los Jesuítas, a propósito de
sus declaraciones sobre Venezuela. “Prefirió elevarse tanto como sus cejas
sobre nuestra historia mirándola en su conjunto como a unos condenados que
nunca han logrado entender qué diablos les pasa.” Es un amigo que le escribe a
su compañero de colegio que se le nota
que lo respeta y lo admira. ¡Qué belleza
de crítica! En primer porque nos enseña un asunto de la práctica que produce un
espesor democrático. La crítica no es por ser enemigo o amigo, sino porque se
está en desacuerdo con un argumento, con una actitud. La falta de gimnasia que
tenemos los venezolanos para dialogar en cualquier ámbito, no restringido a lo
político, se nota cuando se elabora una crítica y el otro dice: ¿por qué no lo
haces tú? Es una calamidad como sociedad que no aprendamos lo fundamental que
es la crítica, el ejercicio de la crítica. En esto nos pueden enseñar los
entrenadores deportivos o directores de orquesta. El deportista o el músico le
interesa una crítica mientras más especializada
y más dura mejor, porque de esa forma mejora su trabajo. Hablar del
trabajo de un buen médico o expresar que hizo una malísima operación porque el
paciente siente sus efectos, no significa que aquel quien habla deba hacerse
médico. El político asumió esa responsabilidad, su vocación y su trabajo es
ése. Y el ciudadano debe evaluarlo de forma permanente. Como al docente debe
evaluársele su trabajo o al artista… Y las opiniones distintas sobre la
ponderación de un trabajo son vitales para quien lo realiza. Esa es una virtud
del escrito de Federico, critica al compañero con precisión elegante.
La
crítica de Federico mostrando la relación entre un cristiano institucional,
jerarca de la Iglesia y un cristiano periférico, es la misma que le hizo Jesús
a los religiosos de su tiempo con la parábola del Buen Samaritano. El
samaritano era un proscrito que se ocupó del dolor de otro hombre, mientras los
religiosos pensando en la verdad, pasaban sin atenderlo. Armando sería el
Samaritano y Arturo el poseedor de la verdad. La parábola si bien da cuenta de
la actitud, también describe una práctica, una acción, el adagio dice: “Obras
son amores y no buenas razones”.
¿Será
solo por las circunstancias internas de Venezuela, porque Maduro se lo pidió o
Henry Ramos que el Vaticano se incorpora
por la calle del medio en nuestra circunstancia? El Papa es de la Compañía de
Jesús y latinoamericano igual que Arturo Sosa. Forman parte de una misma
comunidad. Días antes del acompañamiento del Vaticano, se nombra de Cardenal
nada más y nada menos quien ha tenido un papel beligerante en la política
venezolana a Monseñor Baltazar
Porras. En reciente entrevista al
representante de su santidad, en el periódico La Nación de Argentina, ha
descrito la situación nuestra como muy fea, militares en todos lados, hambre,
falta de medicina y dijo si falla la mesa de diálogo no fracasa su Santidad
sino el pueblo de Venezuela y su camino estaría signado por la sangre.
La
declaración tan neutral de Arturo Sosa lo que muestra es el agudo y
extraordinario olfato político de un Jesuíta para meterle el hombro a una
Venezuela que sufre una agonía crónica estando embarazada, en el octavo mes,
donde el riesgo de abortar es terrible y el de nacer también… Arturo no dijo
nada, es cierto… Pero quien ve la práctica de la Iglesia Vaticana en Venezuela,
le agradece esa declaración prudentísima al extremo de parecer inocua. Allí me diferencio radicalmente de la evaluación
de Federico Vegas.
La
Mesa no es solo un salvavidas para el gobierno; sino para el pueblo. No es por
fe que debemos apostar a la Mesa sino por un sentido práctico de lo real. Y l Mesa está instalada en medio de un
desbarajuste institucional por la acción de la Iglesia y Arturo juega
institucionalmente, desde ese campo se pronuncia.
Celebro
el artículo de Federico, diferenciándome de la evaluación que realiza, como uno
de los bellos regalos que debemos apreciar en grado superlativo los venezolanos;
que responsabilidad en su palabra, bien dicha, porque permite elevar la
discusión política. Eso es necesario en estos momentos. Te lo agradezco Federico.
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