BOCETOS DE MI PAÍS
(5)
Terremoto de la
tierra o se trata de la terredad
-
¿Terremoto de la tierra? ¿Acaso es broma? ¿Acaso,
dices algo con la expresión la redondez del círculo? ¡Es una tautología! una expresión
redundante, ¿Qué complementa ese añadido inútil “de la tierra”?, no predica, no
añade nada al vocablo terremoto. Porque terremoto siempre es un movimiento, es
un desplazamiento, de la tierra. Tú lo sabes muy bien. ¿Por qué usaste esa
expresión? Imagino que para ti tendría algún sentido que no veo, no logro
captar, me parece inútil y carente de valor literario…
-
Sí… quizás la palabra corpórea… terremoto de la
tierra corpórea… No… quizás; tampoco… no sé; cuando se usa la metáfora tierra
con respecto al ethos… No sé… la expresión caería dentro de tu misma crítica…
Se abrazó al
silencio por un par de segundo, respiró profundo y dijo, correcta por lo demás…
-
¿Entonces?
-
Bueno, -se expresó como un niño intentando pedir
perdón, como un viejo triste- a veces, una tautología es una forma del silencio
frente a la curiosa sorpresa que produce la contemplación del acontecer;
silencio como asombro en su aparecer, como manifestación… La verdad, no sé… no
quiero ser enfático… quizás debí usar a Montejo: Terremoto de la terredad…
Buscó una silla
y se dejó caer.
Cuando usé la
expresión pensaba en un doble movimiento, un doble sismo que alude a dos tipos
de terrenos… Se suele decir hubo un terremoto y se menciona el lugar… Terremoto
en la tierra del fuego o el terremoto de Japón… No sé… pensé algo así como un
terremoto de las estructuras institucionales y un movimiento sísmico de las
prácticas sociales, donde lo vital era el sismo en esas prácticas
intersubjetivas que existen entre dos nadas, esas dos acotaciones de la
existencia, el antes de nacer y lo posterior al último aliento, como esa tierra…
No sé… Terremoto institucional, terremoto de prácticas… no son coincidentes,
son desgarramientos distintos, gritos del cuerpo distintos, aunque pueden
coincidir y cuando sucede eso, el asunto es una pérdida de la seguridad
ontológica, quiero decir, la pérdida de las posibilidades mínimas de
certidumbre en la interacción con el otro. Es la orfandad.
-
Me gustaría que me colocaras ejemplos, que me
explicaras para ver si comprendo tu intencionalidad discursiva…
-
El caso Watergate en Norteamérica, fue un
momento de conmoción de las estructuras políticas norteamericana, lo que
flotaba era la podredumbre del poder institucionalizado, se removió el sistema
institucional; sin embargo, la configuración y la dinámica de la cotidianidad
del norteamericano promedio, el espíritu, aunque resentido por la conmoción
siguió articulándose en su devenir… Incluso, te lo expreso con otro ejemplo, en
escenarios peores, en la guerra; piensa en Japón y en el sufrimiento de ese
pueblo, la pérdida de su seguridad, arropada con el horror de la muerte; cuando
Hiroshima y Nagasaki; Sí… la bomba, esa metáfora de la desuhumanización de la
humanidad, como lo expresaban los amigos de Frankfurt… la desintegración social
de ese pueblo fue brutal; sin embargo, lo que recoge bellamente Akira Kurosawa,
en sus películas, es la danza del ethos japonés rehaciéndose, las
reapropiaciones del propio acervo cultural que, aún en ese terremoto existencial
que provocó la experiencia de la bomba, permanece; allí había una tierra fértil
ancestral que emergió, una tierra no afectada por el terremoto, un saber
difusamente compartido que se transformó, transfiguró -aún interpelándolo y
arrinconado entre los márgenes, era el pivote-, como unas muletas, para caminar
en el mundo.
Cuando usé la
imagen terremoto de la tierra, intentaba ubicar, un tipo de tierra especial que
ha sido afectada, la de los hábitos, las costumbres, las formas de percibir a
la otredad y de percibir al propio cuerpo, propiamente, la tierra de la lengua,
del lenguaje. Esa lengua del cuerpo que fue arrojado a la orfandad, en medio
del desierto, a la intemperie, arrojado hacia la muerte… Quizás Heidegger ayuda,
explica mejor este asunto… Quizás, la expresión que usé no fue una imagen
feliz, creo que fue profundamente infeliz, pero por ahora, asúmela
provisionalmente, me ayuda a pensar y para mí eso es suficiente… sí, un
terremoto de la tierra corpórea, un terremoto de la terredad… Habitamos,
experimentamos, ahora, en este tiempo, el terremoto de la terredad… Terremoto…
Terremoto… Como le sucedió a Alemania… perdón… pero… No sé… No. Ellos tenían un
pasado ilustrado, su romanticismo alemán… No, la comparación no es buena,
porque es distinta, no hay posibilidad para los análisis comparativos, siempre
tan indigestos… No sé….
¿Sabes? –Dijo
con una voz acurrucada entre sus dientes- a veces suelo pensar que Nosotros…
No-So-Tros, los que habitamos este pedazo de tierra, en este esdrújulo continente,
somos los seres más desvalidos, no tenemos el acervo de la cultura Maya, ni
Azteca, ni Inca y carecemos de la pretensión europeísta de nuestros hermanos
sureños que de alguna manera los salva, porque se sienten los hijos bastardos
de una cultura milenaria… Nosotros, somos recolectores, buscadores de oro,
perlas, diamantes y, para colmo de males, de juguetes vencidos; padecemos,
además, la peste del olvido como la narró García Márquez; no tenemos castillos
ni pirámides ni siquiera ruinas para cuidar ni admirar; cuando se olvida no se
tiene el timón para andar, la experiencia son derivas y naufragios… ¿Sabes?...
tal vez… lo arrasado de nuestra piel, eran carpas de mineros que simulaban
siluetas de pueblos… No sé…
(Quedó
pensativo, ausente, como buscando asir, en su interior, aquello que no sabía,
ni siquiera sentía que podía tener la voluntad de saberlo y mucho menos expresarlo;
por un momento deseó pintar o ejecutar un instrumento, tal vez una cítara… Se
refugió en su nicho, en el baño, donde solía descubrir el tiempo de su cuerpo
entre las heces. Abrió abigarradamente el Diario
de Castillo Zapata, para leerse, como ubicando, en el laberinto de aquellos
garabatos, a su propio cuerpo. “6 de
septiembre. Todos estos intentos de entender al país, de escribir a propósito
de lo que para nosotros es una confusión que no sabemos o no tenemos la energía
para entender, resultan, al final desvaídos, llenos de lugares comunes, suenan
a cosa mal digerida, a falsedad. Tendríamos que tener la virtud de un Renard
para sintetizar y decir en tres aforismos contundentes lo que tenemos que
decir, si es que en realidad tenemos algo que decir. Lo colocó a un lado
como nadando en su desnudez. De pronto, con acritud cínica, recordó el aforismo
de Nietzsche en la Gaya Ciencia: ¿Qué importancia
tiene un libro que ni siquiera nos aleja de los libros?... Pensó que la
maldición de los Tratados de Rafael
es que nos alejan de las bibliotecas, para sumergirnos en la mierda, en el
ajustado segundo, cuando sentía cómo el agua limpiaba los residuos de su
cuerpo. Desprendido del tiempo, copió en su memoria, como queriendo tatuar la
enseñanza, en sus vísceras, con las palabras del poeta: El diario como campo de maniobras para darle vueltas y ejercitar la
posibilidad de decir, por esos caminos, algo que contribuya a mantener un punto
de arraigo en medio de la debacle moral, la desesperanza y la confusión: ese
punto de arraigo es la poesía, por paradójico que parezca. Soltó el libro y
lo acomodó en la biblioteca, que parecía un santuario encima de la poceta,
sutil y húmeda, junto a Borges, Cortázar, Cadenas, Rojas Guardia, María
Calcaño, Miguel Márquez, Montejo… el gran Eugenio, pensó, como queriendo
atrapar la eticidad del cuaderno de Blas Coll, para hacerlo lluvia en los
jardines de sus amigos…)
-
¿Seguimos conversando?
-
No. Es tarde. Es la hora de mi siesta.
Se fue despacio.
Entre murmullos, como un rumor de un cántico chamánico se escuchaba una aguada
melodía gregoriana, que se dejaba deslucir por los versículos del libro de
Zacarías: Gime, ciprés, que ha caído el
cedro, han talado los árboles poderosos; giman, encinas de Basán, que ha caído
la selva impenetrable. Escuchen: gimen los pastores porque han arrasado sus
pastos; escuchen: rugen los leones, porque han arrasado la arboleda del Jordán.
(Zac, 11, 2-3)
PD. A manera de
citas para el silencio o como crema hidratante…
“El contenido de una conversación es
reconocimiento del pasado, como si fuera nuestra juventud y nuestra vejez ante
el campo en ruinas de nuestro espíritu. Jamás hemos llegado a ver el campo de
esta silenciosa batalla que enfrenta al yo con el padre. Sólo notamos lo que
hemos destrozado y levantado sin saber. La conversación es lamentación de una
grandeza perdida.” (Walter Benjamin, 1993, La metafísica de la juventud, 99)
“La dispersión del lenguaje está ligada, en
efecto, de un modo fundamental, a este acontecimiento arqueológico que puede
designarse por la desaparición del discurso. El reencontrar en un espacio único
el gran juego del lenguaje, podría formar muy bien a la vez un lazo decisivo
hacia una forma de pensamiento del todo nueva o encerrar en sí mismo un modo de
saber constituido en el siglo precedente.” (Michel Foucault, 1997, Las palabras y las cosas, 299)
Caracas, 31 de
julio de 2013
Jonatan Alzuru
Aponte
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