miércoles, 7 de mayo de 2014

EDUCACIÓN ENTRE HORROR Y TERROR



EDUCACIÓN ENTRE HORROR Y TERROR
@jontanalzuru67
La formación de las personas en comunidad, no se configuran por la elaboración de normas, reglas o leyes. Tales prescripciones son el deber ser. Aluden a cómo deberían actuar. Las normas de un hotel no expresan cómo se comportan los clientes dentro del hotel, aluden a cómo deberían comportarse. Igualmente, la constitución no expresa cómo es Venezuela, sino cómo debería ser.
Obviamente, es sumamente importante la construcción de normas, leyes, reglamentos porque funcionan como el horizonte, el sistema de referencia de cómo actuar en la vida cotidiana. Lo que solemos evidenciar diariamente es una distancia entre lo que debería hacerse y lo que se hace. Se suele decir en la letra es bonito pero la práctica es horrorosa.
Sin embargo,  la sentencia del TSJ del 24 de abril crispa los pelos porque nos dice cómo deben comportarse los funcionarios frente a las manifestaciones pacíficas, el deber ser invita a una práctica autoritaria y antidemocrática. Allí la letra es horrorosa y la práctica que genera es infernal. Lo curioso del asunto es que al parecer esa sentencia lo que hace es legalizar lo que en la práctica sucede, diariamente, en Venezuela. Esto es un problema de fondo y no de forma. Es como si la norma en un hotel prescribiera, salga a la hora que usted mejor le parezca, llévese las toallas y sábanas si le hacen falta… Cualquier persona con sentido común, al leer lo que debería hacerse, comprende que ese hotel irá a la ruina de forma automática, porque la norma establece como horizonte, una actuación arbitraria de los individuos.
No es cualquier cosa lo que aconteció, es un poder, una institución, que construyó una interpretación normativa que fomentan el autoritarismo y las violaciones de derechos humanos. La naturalidad con la que transcurren los días después de semejante exabrupto da cuenta del papel de la norma en nuestra sociedad. Lo prescindible del deber ser para nosotros los venezolanos. No sólo me refiero a los que ejercen el poder, sino y quizás sobre todos para quienes nos enfrentamos.
Ese ambiente cultural desregularizado es la condición para que se manifiesten prácticas, acciones que se transforman en hábitos, costumbres de cómo vivir juntos, de cómo valorar los acontecimientos sociales. Coloco un ejemplo, si en su casa escucha por primera vez una detonación de una arma de fuego, se asustará, le entrará pánico, valora ese acontecimiento como terrible, pero si lo escucha a diario, se habitúa. No será relevante, no sentirá pánico ni temor. Será como un fuego artificial en navidad.
Lo que está sucediendo en Venezuela en la práctica es acostumbrarnos a un estado de terror. Por lo tanto, empieza a desvalorizarse prácticas que habitualmente generarían una convulsión de toda la sociedad. Más grave aun, no sólo es un asunto de costumbre sino que para colmo, se construye un deber ser, la sentencia del TSJ, donde normativamente, se valora como normal lo autoritario.  Esto conduce a una vida donde nada sorprende, donde todo transcurre como lo habitual, donde personas que tienen solidez ética se transformen en ciudadanos capaces de laborar y discutir como si nada pasa, como si ese es el deber ser dentro de una sociedad democrática.
Es verdaderamente escandalosa la debacle espiritual a la que nos hemos habituado. La debacle se nota, se hace evidente, por ejemplo, en la naturalidad, la tranquilidad, la indiferencia frente al dolor y el sufrimiento del otro. ¿Cómo es posible discutir cualquier asunto educativo en el ambiente actual? ¿Cómo es posible que aquellos, incluso por formación religiosa, las organizaciones católicas, piensen que es bueno dialogar sobre educación en la circunstancia actual?
Deténgase un minuto a pensar que en el último mes, las acciones de protesta violenta, se minimizaron al extremo y, sin embargo, la represión hacia el movimiento estudiantil es idéntica o mayor que en el mes de febrero. Cómo es posible hablar de educación cuando el régimen tiene detenidos a siete menores de edad, desde hace más de diez días, con la excusa que no hay fiadores; cómo es posible hablar de educación si han detenido a por lo menos ocho jóvenes discapacitados, cómo es posible discutir de educación, cuando hoy, como una noticia más, registra la prensa la tortura recibida por el joven con síndrome de Asperger de la UCAB, cómo es posible discutir sobre educación cuando se incendió una Universidad, se quemó una Facultad completa, una biblioteca completa, de la Universidad Fermín Toro, por vándalos afectos al gobierno y éste responde como si actuasen por cuenta propia;  cómo discutir sobre educación si sólo en esta semana hay 70 heridos, 41 detenidos; cómo discutir sobre educación si abalearon a la UCAB; cómo discutir sobre educación si los poderes tratan el asunto de las violaciones de los derechos humanos como casos del algún irresponsable que cometió un exceso, aunque se reiteran y repiten en cada estado del país.
Quién valore estos hechos como acontecimientos graves, gravísimos, quien se sienta no habituado a esos acontecimientos, entonces, tendría que ser responsable con su sentir y su mirada de lo social. Dejaría de hablar de un deber ser en el ámbito educativo, porque lo que forma son los testimonios, dígase, las maneras de comportarse socialmente. Cuando usted se comporta como habitualmente lo hace, piense en cómo esta valorando esas situaciones. Significa en la práctica que le son indiferentes, es como el sonido de bala que ya se habituó, no se alarma, no le parece un gran problema. Y, entonces, asiste al foro, al congreso, contesta una encuesta y hasta se entusiasma hablando en cómo debería formarse a los ciudadanos… Más allá de la posición política que usted tenga, detenerse a pensar estos acontecimientos quita cualquier posibilidad de pensar en deber ser…
Nuestro deterioro social es de tal naturaleza que no sólo la letra, el deber ser, el horizonte normativo es horroroso, infernal, sino que nuestro día a día es una comunión con la violencia. La verdad no encuentro palabras para expresar cómo se ha ido transformando nuestra convivencia y cómo el dolor del otro nos es indiferente. Ciertamente, es detestable la actuación de los verde oliva, como la de las bandas armadas… pero me da muchísimo más asco quienes, teniendo el poder de la opinión, la responsabilidad política para enfrentar o la responsabilidad de educar hablan de un gris mañana, de conceptos y libros de texto, de bibliotecas perfumadas y el problema curricular… Verdaderamente…  no soporto, estoy indigesto… se comportan como aquellos fariseos hipócritas, sepulcros blanqueados, esa raza de víboras que estaban angustiadísimos por la forma de cómo llegar primero al reino de los cielos…. De mi parte les regalo lo único que puedo hacer, por ahora, una mentada de madre desde lo más profundo de mis arterias…  Para ver si ese pequeño grito al oído, puede conmover la naturalidad asquerosa en la que nos estamos convirtiendo todos, en una masa informe sin capacidad de asombro, sin vergüenza y con una profunda indiferencia hacia aquél que me constituye…
Jonatan Alzuru Aponte
Miércoles 7 de mayo de 2014

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