martes, 18 de marzo de 2014

EL DEBATE POLÍTICO



EL PAPEL DEL DEBATE POLÍTICO
“Tal vez el más desprestigiado de todos los debates sea el que habla desde el espacio público. Paradójicamente, el espacio más requerido de la interpelación ciudadana es al mismo tiempo el ámbito más devaluado por efecto de la trivialización y la decadencia. No es fácil remontar esta cuesta. Nada fácil persuadir a la gente del interés vital de lo político para la propia continuidad de la sociedad. Mucho más complicado resulta motivar a grandes colectivos sobre la necesidad imperiosa e debatir los asuntos públicos como condición esencial para la convivencia democrática (diríase que en eso consiste básicamente la idea de cultura democrática).
No obstante, montados en la hipótesis optimista de un “resurgimiento de la política” en América Latina y en el mundo convulsionado por los “Indignados”, podemos abrigar cierta esperanza en torno a una revitalización del espacio público y, consecuentemente, a un relanzamiento del interés por las ideas, por el diálogo democrático, por la vigencia del pluralismo.
A partir de allí podemos visualizar una abigarrada agenda de problemas que van y vienen en la vida pública de la sociedad de estos días. Esos problemas son en sí mismos de una altísima complejidad. Si agregamos además las complicaciones del clima político y la peculiar propensión a batirse en duelo en las primeras de cambio, tenemos entonces un cuadro bastante pesimista para esperar progresos en la construcción de una cultura democrática con espesor.
Como observamos, las tendencias son contradictorias y sobran razones para imbuirse, sea de un moderado optimismo, sea de un comprensible escepticismo. En la coyuntura actual, estando de por medio el debate sobre la propia naturaleza del espacio público, es muy importante entender el contexto en el que un país como Venezuela, por ejemplo, puede adelantar una discusión sobre este tenor. La mesa está servida para presenciar un gran debate. Las condiciones parecen apuntar a una masiva participación de la gente en esta discusión.
El debate político, como ningún otro, está recargado de los juegos de fuerza que pre-existen en el seno de la sociedad. No se trata de un ingenuo intercambio de opiniones donde cada quien toma la palabra y luego se despide amablemente. Sabemos que está en juego –como siempre- una durísima batalla donde chocan intereses, maneras de apreciar la realidad, visiones del mundo que se oponen con notable intensidad. Hay, sobre manera, un deliberado propósito de ganar espacio político a costillas del debate. Es casi inevitable. Es parte del oficio de “hacer política” (con el debate que sea).
Lo que cuenta en la situación de hoy es hacerse cargo de las condiciones en las que se desarrolla la discusión pública, es decir, un panorama de exclusión simbólica en la que los actores difícilmente se reconocen como parte de un conjunto mayor. Esa negación discursiva del otro es tan mortífera como la voluntad de extermino físico que tanta desolación ha ido regando por el mundo. El otro estigmatizado no puede ser reconocido como voz legítima que discrepa, como diferencia esencial que sin embargo coexiste en el mismo espacio. No tenemos un “nosotros” que resuena más allá de identidades parciales. Cada bando vibra con su singular himno de guerra mostrándose incapaz de sintonizarse con un “canto general”. Este sintomático exceso de identidad es en todas partes un preludio de violencia, que una vez desatada resulta muy difícil contener.
No hay debate público que valga sin el expreso reconocimiento de las legítimas diferencias de los ciudadanos. Ese reconocimiento no consiste en un gesto protocolar de buenos modales, sino en la efectiva expresión del pluralismo, en la vivencia palmaria de la heterogeneidad, en la existencia objetiva de mecanismos y dispositivos que recogen esa diversidad. Allí está la clave de un debate público constructor de espesor democrático. Desde allí es posible avanzar en la integración de lo múltiple en unidades complejas superiores. No se trata de forcejear para que el otro se integre a mi identidad parcial, sino de forjar nuevos espacios donde convivan múltiples formas de identificación.
En el debate sobre la reconfiguración del Espacio público está abierta una posibilidad de ejercicio democrático que apunta en la dirección de estos espacios simbólicos de todos.” (Rigoberto Lanz, Paradigma de la Política, 2012: 176-178)
“Fortalecer una auténtica voluntad de diálogo es parte esencial de nuestras posibilidades colectivas. Sin disimular los desacuerdos, evitando el consensualismo fácil, pero afirmando con fuerza la necesidad de encuentro de múltiples voces, de pensamientos heterogéneos, de enfoques discrepantes. Este espíritu crítico puede ayudar a ventilar las diferencias. Es posible que haya antagonismos teóricos que no pueden ser cercados bajo protocolos del diálogo. Pero es mucho más probable que tengamos amplias zonas de reflexión común que no logran potenciarse por efecto de un débil desarrollo del diálogo sistemático. Del procesamiento riguroso de los planteamientos, sobremanera, por una dificultad mayor para trabajar con clama la riqueza de matices que está envuelta casi siempre en nuestras discusiones. Es probable que el modo tradicional de confrontarnos (foros, artículos, libros, congresos), sea parte de los asuntos por repensar. (Rigoberto Lanz, Enfoques de la Posmodernidad en América Latina, 1998: 78)
“Los llamo muy cordialmente para ingeniárnosla para concertarnos, hacer esfuerzos mayores para encontrar esos puntos de concertación en la Universidad, en la calle. Creo que la clave de este fin de siglo es la capacidad para imaginar espacios inéditos de concertación, incluidos los ya conocidos. Lo que distingue al pasado del presente y tal vez del futuro es un especial olfato para saber dónde están los espacios de concertación nuevos. Nuevos actores, nuevos espacios, nuevos discursos. Tengan la seguridad de quien les habla estará con ustedes en la búsqueda de esa bella utopía” (Rigoberto Lanz, Cuando Todo se Derrumba, 1991: 161)
“El castigo burocrático de las opiniones, la intolerancia a las posiciones diversas, proviene de una chata deformación de lo que es la disensión en un proyecto revolucionario… No se entiende la disensión y el debate de opiniones como un componente inherente a la propia praxis revolucionaria; el debate ideológico se entiende absurdamente como un acontecimiento que se da eventualmente cuando hay problemas.
Esta concepción ha jugado un papel clave en el tratamiento que hace el socialismo burocrático de la disidencia (disidencia política e intelectual). La regimentación burocrática del pensamiento es una de las más monstruosas aberraciones que han conocido las experiencias socialistas en el mundo...Disimular las opiniones frente a las barbaridades de la burocracia equivale a convalidar prácticas y concepciones divorciadas de la revolución. Independientemente de la hostilidad con que la burocracia suele enfrentar estas denuncias, el deber revolucionario nos obliga a sostener una posición consecuente de defensa de la libertad de discusión; una postura intransigente en defensa de la legitimidad de la disidencia." (Lanz Rigoberto, 1980, Revista Expresamente, N°8, pág 5)”
“No hay nada más sospechosos que una solemne declaración de principio donde se invoque la imparcialidad, la objetividad, la neutralidad. Demasiadas experiencias acumuladas, suficientes ejemplos, abundantes demostraciones de la inviabilidad de cualquier proyecto humano que no asuma explícitamente un camino, un modo de hacerlo, una alternativa…
(…) Lo hemos dicho con toda claridad: no somos niños terribles, iracundos y voluntaristas, pero tampoco tenemos una vocación intelectual de nazarenos, asépticos y asexuados. Situarse con decisión en una perspectiva explícita, asumir una posición al margen de las conveniencias de ocasión, atreverse, en fin, a pensar, a proponer, a discutir, a compartir, he allí el desafío que implica ser vanguardia… y parece que de ello se trata. (Rigoberto Lanz, 1977, Revista Expresamente, N° 3: 3-4)”
“La discusión política de un partido revolucionario no puede confundirse con teoricismo. No se trata de debates artificiales para satisfacer veleidades intelectuales. Cada formulación, cada tesis, cada planteamiento tiene que ser sometido a discusión, pues, la complejidad misma de los procesos socio-políticos hace que nada sea evidente como para que se acepte de una vez. Es extraordinariamente difícil que sobre un mismo hecho político todo un Partido tenga una opinión idéntica. Al contrario, ocurre que de manera inevitable los militantes se forman ideas muy variadas sobre cada situación o cada fenómeno. Precisamente de la riqueza de las múltiples opiniones nace la posibilidad de construir formulaciones fecundas, consistentes, eficaces.
(…)
Nosotros defendemos decididamente esta concepción (en el seno del MIR y en el conjunto de la izquierda latinoamericana…) El partido proletario por el cual luchamos tiene como elemento fundamental y básico el libre juego de Tendencias…
Si no hay libre juego de Tendencias la organización se aparatiza inevitablemente. Monolitismo y estilo de aparato son dos elementos absolutamente solidarios. Estamos definitivamente enfrentados al monolitismo y al estilo de aparato… La libertad de discusión se ejerce plenamente en el libre juego de Tendencias. La libertad de disentir se ejerce democráticamente si hay capacidad real para hacer de la divergencia una fecunda palanca para avanzar. Sólo un partido de Tendencias permite este desarrollo. (Lanz, Por Una Teoría del Poder y del Partido, 1979: 134-140)
“Si somos capaces de soportar la diversidad como criterio normal de relación, la diferencia como condición de nuestra relación, no hace falta entonces que cada quien haga un juramento de lealtad y de fidelidad a lo que el otro dijo, para que nos aboquemos a algunos hechos” (Rigoberto Lanz, Cuando Todo se Derrumba, 1991: 160)
“No nos hagamos ilusiones: la “revolución” que tienen en la cabeza los stalinistas es perfectamente reaccionaria, ¡no cuenten conmigo! Las promesas de perfeccionamiento de la democracia burguesa me producen un largo y profundo bostezo. Lo bueno es que todo está en crisis. El reto de hoy no es “tener razón”, sino ser capaces de SEDUCIR. Yo no aspiro, amigo lector, a demostrarle nada científicamente, yo sólo procuro seducirlo con una energía vital que Ud. Siente o no siente, no hay más opciones. Yo me la juego totalmente en esta apuesta a “tocar” vuestra fibra más íntima. Es allí donde yo fundo el chance de construcción de una nueva esperanza. Convocando vuestra fuerza vital, estimulando nuestra vocación creadora, pulsando esa sensibilidad que nos rebelan, tensando el cuerpo y la palabra hasta que estallen. .. Atreviéndonos, he allí lo que entiendo por compromiso intelectual. (Rigoberto Lanz, Cuando Todo Se derrumba, 1991:115)
Quisiera citar en extenso, completa, la última entrevista realizada a Rigoberto Lanz el 10 de octubre de 2012, porque es una suerte de balance desde la perspectiva de Rigoberto y su teoría, de lo que acontece en Venezuela, realizada por Sandra Weiss.
“¿Cuál es su opinión y balance sobre la revolución bolivariana?
No hubo revolución aquí ni va a haber. Pero hubo cambios irreversibles en la práctica, en la sensibilidad de la gente. ¿Y en qué consiste el socialismo del siglo XXI? Tiene contenidos tan diversos que se anulan entre sí y puedes pensar que es nada. Yo no hablaría de socialismo, diría que tuvimos los últimos 14 años un gobierno progresista-nacionalista. Y eso ya es mucho en un mundo gobernado por la derecha. Yo creo que la virtud principal fue aguarle la fiesta al Norte, al imperio. Es un mérito suficiente para que Chávez pase a la historia. Pero además de esto, también permitió incluir nuevos movimientos a la política como los sin tierra, las mujeres, los okupa, los homosexuales. ¿Y ese tema del Estado comunal del que Chávez habla? Las leyes sobre el poder popular son realmente subversivas porque propician el protagonismo y la participación de la gente. Pero entre la ley y la realidad hay un abismo. A Chávez, le alcanzó su propia incapacidad, ni siquiera fue capaz de poner en práctica sus propias leyes. Podría haber hecho el triple, sin boliburgueses (nuevos ricos del chavismo), y sin ese discurso hostil y excluyente contra los no-chavistas. ¿Ha sido ese el mayor defecto del chavismo? Por eso se fue una buena parte de la clase media, Chávez los alejó y se los regaló a la derecha. Ese lenguaje típico de los militares no ayudó, Chávez tiene que rectificar eso. Conceptualmente hubo progresos como la educación y la salud gratuitas, pero los monstruos de la burocracia y la corrupción conspiraron contra eso. El gobierno de cierto modo creó sus propias exclusiones. Escuelas para pobres, hospitales para pobres, mercados para pobres…
 ¿Cómo se avecina el futuro para Venezuela?
Soy optimista. Ahora hay una conmoción que replantea todo. El desmonte de la izquierda será tan grande que hay una posibilidad de construir una nueva agenda política desde el principio. Necesitamos músculo intelectual, un nuevo discurso, queremos recuperar la diversidad radicalmente anti-burocrática.
¿Y adónde pretenden llegar?
El objetivo es la emancipación total de toda forma de poder. Esto con Chávez evidentemente no es posible. Pero no es fácil dialogar sobre eso con los compañeros. ¿Cuál es el más importante legado de Chávez en este proceso, contemplando su triunfo de este domingo? El empoderamiento del poder popular y los aspectos sociales que fomentaron una nueva subjetividad, una nueva sensibilidad. Este progresismo queda y no va a desaparecer. La derecha hoy ya no puede retroceder al tiempo anterior, la gente se lo impediría y exige sus derechos. ¿Qué va a pasar con Chávez? Chávez fue una figura importante, pero ha querido saltar de un pasado glorioso hacia un futuro glorioso sin pasar por el presente. Yo lo veo agotado por su enfermedad, y hace rato perdió el ímpetu modernizador e innovador. Parece que la revolución ya llegó a un límite. Por eso ahora que ha ganado tenemos que convocar a los intelectuales a repensar su planteamiento.” (Rigoberto Lanz, 2012, Entrevista realizada por Sandra Weiss)

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