EL PAPEL DEL DEBATE POLÍTICO
“Tal vez el más desprestigiado de todos los debates sea el que habla
desde el espacio público. Paradójicamente, el espacio más requerido de la
interpelación ciudadana es al mismo tiempo el ámbito más devaluado por efecto
de la trivialización y la decadencia. No es fácil remontar esta cuesta. Nada
fácil persuadir a la gente del interés vital de lo político para la propia
continuidad de la sociedad. Mucho más complicado resulta motivar a grandes
colectivos sobre la necesidad imperiosa e debatir los asuntos públicos como
condición esencial para la convivencia democrática (diríase que en eso consiste
básicamente la idea de cultura democrática).
No obstante, montados en la hipótesis optimista de un “resurgimiento de
la política” en América Latina y en el mundo convulsionado por los
“Indignados”, podemos abrigar cierta esperanza en torno a una revitalización
del espacio público y, consecuentemente, a un relanzamiento del interés por las
ideas, por el diálogo democrático, por la vigencia del pluralismo.
A partir de allí podemos visualizar una abigarrada agenda de problemas
que van y vienen en la vida pública de la sociedad de estos días. Esos
problemas son en sí mismos de una altísima complejidad. Si agregamos además las
complicaciones del clima político y la peculiar propensión a batirse en duelo
en las primeras de cambio, tenemos entonces un cuadro bastante pesimista para
esperar progresos en la construcción de una cultura democrática con espesor.
Como observamos, las tendencias son contradictorias y sobran razones
para imbuirse, sea de un moderado optimismo, sea de un comprensible
escepticismo. En la coyuntura actual, estando de por medio el debate sobre la
propia naturaleza del espacio público, es muy importante entender el contexto en
el que un país como Venezuela, por ejemplo, puede adelantar una discusión sobre
este tenor. La mesa está servida para presenciar un gran debate. Las
condiciones parecen apuntar a una masiva participación de la gente en esta
discusión.
El debate político, como ningún otro, está recargado de los juegos de
fuerza que pre-existen en el seno de la sociedad. No se trata de un ingenuo
intercambio de opiniones donde cada quien toma la palabra y luego se despide
amablemente. Sabemos que está en juego –como siempre- una durísima batalla
donde chocan intereses, maneras de apreciar la realidad, visiones del mundo que
se oponen con notable intensidad. Hay, sobre manera, un deliberado propósito de
ganar espacio político a costillas del debate. Es casi inevitable. Es parte del
oficio de “hacer política” (con el debate que sea).
Lo que cuenta en la situación
de hoy es hacerse cargo de las condiciones en las que se desarrolla la
discusión pública, es decir, un panorama de exclusión simbólica en la que los
actores difícilmente se reconocen como parte de un conjunto mayor. Esa negación
discursiva del otro es tan mortífera como la voluntad de extermino físico que
tanta desolación ha ido regando por el mundo. El otro estigmatizado no puede
ser reconocido como voz legítima que discrepa, como diferencia esencial que sin
embargo coexiste en el mismo espacio. No tenemos un “nosotros” que resuena más
allá de identidades parciales. Cada bando vibra con su singular himno de guerra
mostrándose incapaz de sintonizarse con un “canto general”. Este sintomático
exceso de identidad es en todas partes un preludio de violencia, que una vez
desatada resulta muy difícil contener.
No hay debate público que valga sin el expreso reconocimiento de las
legítimas diferencias de los ciudadanos. Ese reconocimiento no consiste en un
gesto protocolar de buenos modales, sino en la efectiva expresión del
pluralismo, en la vivencia palmaria de la heterogeneidad, en la existencia
objetiva de mecanismos y dispositivos que recogen esa diversidad. Allí está la
clave de un debate público constructor de espesor democrático. Desde allí es
posible avanzar en la integración de lo múltiple en unidades complejas
superiores. No se trata de forcejear para que el otro se integre a mi identidad
parcial, sino de forjar nuevos espacios donde convivan múltiples formas de
identificación.
En el debate sobre la reconfiguración del Espacio público está abierta
una posibilidad de ejercicio democrático que apunta en la dirección de estos
espacios simbólicos de todos.” (Rigoberto Lanz, Paradigma de la Política, 2012: 176-178)
“Fortalecer una auténtica voluntad de diálogo es parte esencial de
nuestras posibilidades colectivas. Sin disimular los desacuerdos, evitando el
consensualismo fácil, pero afirmando con fuerza la necesidad de encuentro de
múltiples voces, de pensamientos heterogéneos, de enfoques discrepantes. Este
espíritu crítico puede ayudar a ventilar las diferencias. Es posible que haya
antagonismos teóricos que no pueden ser cercados bajo protocolos del diálogo.
Pero es mucho más probable que tengamos amplias zonas de reflexión común que no
logran potenciarse por efecto de un débil desarrollo del diálogo sistemático.
Del procesamiento riguroso de los planteamientos, sobremanera, por una
dificultad mayor para trabajar con clama la riqueza de matices que está
envuelta casi siempre en nuestras discusiones. Es probable que el modo
tradicional de confrontarnos (foros, artículos, libros, congresos), sea parte
de los asuntos por repensar. (Rigoberto Lanz, Enfoques de la Posmodernidad en
América Latina, 1998: 78)
“Los llamo muy cordialmente para ingeniárnosla para concertarnos, hacer
esfuerzos mayores para encontrar esos puntos de concertación en la Universidad,
en la calle. Creo que la clave de este fin de siglo es la capacidad para imaginar
espacios inéditos de concertación, incluidos los ya conocidos. Lo que distingue
al pasado del presente y tal vez del futuro es un especial olfato para saber
dónde están los espacios de concertación nuevos. Nuevos actores, nuevos
espacios, nuevos discursos. Tengan la seguridad de quien les habla estará con
ustedes en la búsqueda de esa bella utopía” (Rigoberto Lanz, Cuando Todo se
Derrumba, 1991: 161)
“El castigo burocrático de las opiniones, la intolerancia a las
posiciones diversas, proviene de una chata deformación de lo que es la
disensión en un proyecto revolucionario… No se entiende la disensión y el
debate de opiniones como un componente inherente a la propia praxis
revolucionaria; el debate ideológico se entiende absurdamente como un acontecimiento
que se da eventualmente cuando hay problemas.
Esta concepción ha jugado un papel clave en el tratamiento que hace el
socialismo burocrático de la disidencia (disidencia política e intelectual). La
regimentación burocrática del pensamiento es una de las más monstruosas
aberraciones que han conocido las experiencias socialistas en el
mundo...Disimular las opiniones frente a las barbaridades de la burocracia
equivale a convalidar prácticas y concepciones divorciadas de la revolución.
Independientemente de la hostilidad con que la burocracia suele enfrentar estas
denuncias, el deber revolucionario nos obliga a sostener una posición
consecuente de defensa de la libertad de discusión; una postura intransigente
en defensa de la legitimidad de la disidencia." (Lanz Rigoberto, 1980, Revista
Expresamente, N°8, pág 5)”
“No hay nada más sospechosos que una solemne declaración de principio
donde se invoque la imparcialidad, la objetividad, la neutralidad. Demasiadas
experiencias acumuladas, suficientes ejemplos, abundantes demostraciones de la
inviabilidad de cualquier proyecto humano que no asuma explícitamente un
camino, un modo de hacerlo, una alternativa…
(…) Lo hemos dicho con toda claridad: no somos niños terribles,
iracundos y voluntaristas, pero tampoco tenemos una vocación intelectual de
nazarenos, asépticos y asexuados. Situarse con decisión en una perspectiva
explícita, asumir una posición al margen de las conveniencias de ocasión,
atreverse, en fin, a pensar, a proponer, a discutir, a compartir, he allí el desafío
que implica ser vanguardia… y parece que de ello se trata. (Rigoberto Lanz,
1977, Revista Expresamente, N° 3: 3-4)”
“La discusión política de un partido revolucionario no puede
confundirse con teoricismo. No se trata de debates artificiales para satisfacer
veleidades intelectuales. Cada formulación, cada tesis, cada planteamiento
tiene que ser sometido a discusión, pues, la complejidad misma de los procesos
socio-políticos hace que nada sea evidente como para que se acepte de una vez.
Es extraordinariamente difícil que sobre un mismo hecho político todo un
Partido tenga una opinión idéntica. Al contrario, ocurre que de manera
inevitable los militantes se forman ideas muy variadas sobre cada situación o
cada fenómeno. Precisamente de la riqueza de las múltiples opiniones nace la
posibilidad de construir formulaciones fecundas, consistentes, eficaces.
(…)
Nosotros defendemos decididamente esta concepción (en el seno del MIR y
en el conjunto de la izquierda latinoamericana…) El partido proletario por el cual
luchamos tiene como elemento fundamental y básico el libre juego de Tendencias…
Si no hay libre juego de
Tendencias la organización se aparatiza inevitablemente. Monolitismo y estilo
de aparato son dos elementos absolutamente solidarios. Estamos definitivamente
enfrentados al monolitismo y al estilo de aparato… La libertad de discusión se
ejerce plenamente en el libre juego de Tendencias. La libertad de disentir se
ejerce democráticamente si hay capacidad real para hacer de la divergencia una
fecunda palanca para avanzar. Sólo un partido de Tendencias permite este
desarrollo. (Lanz, Por Una
Teoría del Poder y del Partido, 1979: 134-140)
“Si somos capaces de soportar la diversidad como criterio normal de
relación, la diferencia como condición de nuestra relación, no hace falta
entonces que cada quien haga un juramento de lealtad y de fidelidad a lo que el
otro dijo, para que nos aboquemos a algunos hechos” (Rigoberto Lanz, Cuando
Todo se Derrumba, 1991: 160)
“No nos hagamos ilusiones: la “revolución” que tienen en la cabeza los
stalinistas es perfectamente reaccionaria, ¡no cuenten conmigo! Las promesas de
perfeccionamiento de la democracia burguesa me producen un largo y profundo
bostezo. Lo bueno es que todo está en crisis. El reto de hoy no es “tener razón”,
sino ser capaces de SEDUCIR. Yo no aspiro, amigo lector, a demostrarle nada
científicamente, yo sólo procuro seducirlo con una energía vital que Ud. Siente
o no siente, no hay más opciones. Yo me la juego totalmente en esta apuesta a
“tocar” vuestra fibra más íntima. Es allí donde yo fundo el chance de
construcción de una nueva esperanza. Convocando vuestra fuerza vital,
estimulando nuestra vocación creadora, pulsando esa sensibilidad que nos
rebelan, tensando el cuerpo y la palabra hasta que estallen. .. Atreviéndonos,
he allí lo que entiendo por compromiso intelectual. (Rigoberto Lanz, Cuando
Todo Se derrumba, 1991:115)
Quisiera citar en extenso, completa, la última entrevista realizada a
Rigoberto Lanz el 10 de octubre de 2012, porque es una suerte de balance desde
la perspectiva de Rigoberto y su teoría, de lo que acontece en Venezuela,
realizada por Sandra Weiss.
“¿Cuál es su opinión y balance sobre la revolución bolivariana?
No hubo revolución aquí ni va a haber. Pero hubo cambios irreversibles en
la práctica, en la sensibilidad de la gente. ¿Y en qué consiste el socialismo
del siglo XXI? Tiene contenidos tan diversos que se anulan entre sí y puedes
pensar que es nada. Yo no hablaría de socialismo, diría que tuvimos los últimos
14 años un gobierno progresista-nacionalista. Y eso ya es mucho en un mundo
gobernado por la derecha. Yo creo que la virtud principal fue aguarle la fiesta
al Norte, al imperio. Es un mérito suficiente para que Chávez pase a la
historia. Pero además de esto, también permitió incluir nuevos movimientos a la
política como los sin tierra, las mujeres, los okupa, los homosexuales. ¿Y ese
tema del Estado comunal del que Chávez habla? Las leyes sobre el poder popular
son realmente subversivas porque propician el protagonismo y la participación
de la gente. Pero entre la ley y la realidad hay un abismo. A Chávez, le
alcanzó su propia incapacidad, ni siquiera fue capaz de poner en práctica sus
propias leyes. Podría haber hecho el triple, sin boliburgueses (nuevos ricos
del chavismo), y sin ese discurso hostil y excluyente contra los no-chavistas.
¿Ha sido ese el mayor defecto del chavismo? Por eso se fue una buena parte de
la clase media, Chávez los alejó y se los regaló a la derecha. Ese lenguaje
típico de los militares no ayudó, Chávez tiene que rectificar eso.
Conceptualmente hubo progresos como la educación y la salud gratuitas, pero los
monstruos de la burocracia y la corrupción conspiraron contra eso. El gobierno
de cierto modo creó sus propias exclusiones. Escuelas para pobres, hospitales
para pobres, mercados para pobres…
¿Cómo se avecina el futuro para
Venezuela?
Soy optimista. Ahora hay una conmoción que replantea todo. El desmonte
de la izquierda será tan grande que hay una posibilidad de construir una nueva
agenda política desde el principio. Necesitamos músculo intelectual, un nuevo
discurso, queremos recuperar la diversidad radicalmente anti-burocrática.
¿Y adónde pretenden llegar?
El objetivo es la emancipación total de toda forma de poder. Esto con
Chávez evidentemente no es posible. Pero no es fácil dialogar sobre eso con los
compañeros. ¿Cuál es el más importante legado de Chávez en este proceso,
contemplando su triunfo de este domingo? El empoderamiento del poder popular y
los aspectos sociales que fomentaron una nueva subjetividad, una nueva
sensibilidad. Este progresismo queda y no va a desaparecer. La derecha hoy ya
no puede retroceder al tiempo anterior, la gente se lo impediría y exige sus
derechos. ¿Qué va a pasar con Chávez? Chávez fue una figura importante, pero ha
querido saltar de un pasado glorioso hacia un futuro glorioso sin pasar por el
presente. Yo lo veo agotado por su enfermedad, y hace rato perdió el ímpetu
modernizador e innovador. Parece que la revolución ya llegó a un límite. Por
eso ahora que ha ganado tenemos que convocar a los intelectuales a repensar su
planteamiento.” (Rigoberto Lanz, 2012, Entrevista realizada por Sandra Weiss)
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