EL AJEDREZ DEL
DÉSPOTA
Jonatan Alzuru Aponte
Dedicado a la
dirigencia de la oposición venezolana.
La presente reflexión es de un
venezolano de a pie, perdido entre los millones de rostros, voces, cuerpos, que
nos sentimos violados por el despotismo; desde las violaciones a nuestros
derechos civiles y políticos hasta el derecho a la vida. El análisis está realizado desde el dolor, la rabia
y con un sabor a decadencia sociocultural.
Ahora bien, lo verdaderamente
grave de la actual circunstancia de la política venezolana no reside en asistir
o no a un acto electoral. Tal práctica no define ni al sujeto ni a la población
como democrática o no, como muchos pretenden debatir. Basta señalar que el
error estriba en confundir un procedimiento para dirimir un conflicto con las
formas de vivir. Parte de la vida democrática son los procedimientos, es una
parte y no la totalidad; sobran ejemplos y teoría políticas para demostrar la
afirmación.
En Venezuela se extingue la vida
cultural democrática, porque quien ejerce las funciones gubernamentales se
comporta como un déspota y transformó a las instituciones del estado (incluyendo
a las universidades) en instancias reproductoras del despotismo. Lo grave en la
actual circunstancia es cómo el liderazgo político que se opone, construye sus
decisiones, reproduciendo el mismo mal. De hecho, pareciera que odian al
aliado. La falta de unidad, incluso para celebrar aciertos no se diga para errar,
autocriticarse y avanzar; aunque sea dos pasos atrás y uno hacia adelante…. ha
sido un karma social.
El objetivo del despotismo ha
sido ilegalizar e ilegitimar a la Asamblea Nacional desde sus inicios; pero
sobre todo a partir del 2019, cuando recibió el apoyo internacional; de allí
que todas sus jugadas han tenido esa finalidad; para ello se ha planteado
tácticas para ilegalizarla como la de la Asamblea Constituyente y diversas
maniobras para dividir a la oposición, para ilegitimarla y minimizarla.
Lo coyuntural: Capriles y Stalin,
en representación de una parcialidad, siguiendo la estrategia planteada por el
despotismo y la mesita, desde septiembre de 2019, tras bastidores negocian con
el gobierno, para que efectivamente se realicen las elecciones
parlamentarias. Valga decir que no hubo
negociación, entre Capriles y el déspota, porque fue el plan que impulsó el
despotismo en su primera jugada con Claudio a la cabeza (incorporación del PSUV
a la Asamblea, nuevo CNE, liberación de presos políticos paulatinamente y
elecciones parlamentarias).
Segunda Jugada del déspota. La
configuración de una nueva directiva de la Asamblea Nacional con Luis Parra a
la cabeza. Realizan la acción, usan a diputados de la oposición, se generan una
mínima fractura, pero no logran ni ilegitimar ni ilegalizar a la Asamblea
dirigida por Guaidó.
Tercera jugada del déspota: fracturar
a todos los partidos de forma institucional a través del CNE. Jugando con todos
aquellos que se prestaron para tal acción, Bernabé Gutiérrez es un caso emblemático.
Sin embargo, el déspota con
absoluta claridad sabía que Claudio y su combo no amalgaman ni a su familia.
Capriles, entonces, se transforma en su cuarta jugada. Reitero un juicio de
valor: Capriles no logró la liberación de los secuestrados por el régimen,
porque el despotismo desde la primera declaración con la mesita anunció las
liberaciones y de inmediato liberó al vicepresidente de la Asamblea; incluso el
déspota afirmó, en el 2019, que estudiaría las condiciones electorales como
también lo afirmaron los súbditos de la mesita.
La cuarta jugada es capital para
el régimen, porque Capriles es muy útil para fracturar a las bases del
movimiento opositor; es un liderazgo que amalgama y así completa en los hechos
lo que formal y dentro de la dirigencia sucede, la rotura total.
Obviamente, la argumentación de
Capriles, Stalin y compañía, es que Guaidó ha funcionado en solitario y, además,
ha tomado decisiones profundamente desacertadas, por lo tanto, era necesario
recomponer el liderazgo de la oposición. No discutamos. Démosle la absoluta
razón a Capriles. Pero la pregunta a
Capriles, a quien siguió las directrices de Claudio y habló en nombre de
Venezuela es la siguiente:
¿Acaso no podría trazar una
estrategia dentro del movimiento opositor antes de seguirle el juego al
déspota? ¿Qué líder se pliega a una estrategia que desde el principio se le
veían las costuras, horadar a la oposición reconocida internacionalmente? Tenía,
como mínimo un año para hacerlo; ¿Por qué no lo hizo? ¿Por qué se plegó a la
ruta trazada por Claudio?
Mis preguntas no son
coyunturales. La estrategia del régimen
despótico fue muy clara desde septiembre del 2019. Con tristeza me remito a un
artículo que realicé en ese año, publicado en el portal eneltapete (24-09-2019),
titulado “¿De qué ocuparnos?” donde intentaba mostrar en qué consistía la
estafa del déspota al plantear el acuerdo en la mesita. Inicio el artículo
diciendo “Lo crucial a pensar es cómo enfrentar, políticamente, la estafa.”
Después de demostrar por qué no fue una negociación y por qué era una estafa y
argumentar los objetivos del déspota con la mesita, me interrogo y afirmo: “¿Cuál
poder de los descritos tiene Claudio, Mujica…? Ninguno. ¿Por qué los reconoce
el déspota? Porque la estafa es un buen instrumento para alcanzar sus
objetivos. Un buen estafador tiene que realizar una acción que le dé
credibilidad a la estafa. Un primer gesto, liberan al Vicepresidente de la
Asamblea; tendrán que dar otros similares y con rasgos de verosimilitud.” Y
concluyo mostrando que el tercer objetivo de la estafa era el más complejo para
la oposición: “El tercer objetivo a mediano plazo es el más complejo y está
comenzando su desarrollo, porque la estafa se articula con el vocabulario
constitutivo de los valores democráticos, acuerdos, elecciones, CNE y la paz
social."
Si la estafa era posible
visualizarla desde su inicio por un neófito en la práctica política como quien
escribe, entonces las preguntas obvias: ¿Por qué un actor político curtido, con
experiencia, como Capriles y su combo no la vieron? ¿Por qué se dejaron llevar
por la estrategia del régimen y la mesita? ¿Quiénes más de la Asamblea hicieron
el mismo juego durante este año? ¿Cuántos del sector que invita a la unidad con
Guaidó, forman parte de la misma lógica Claudio Caprilista?
Lo grave en la circunstancia
actual es que nuestro liderazgo no es capaz de articular una estrategia común
para enfrentar al régimen. La gran victoria del despotismo, una vez más, ha
sido, hasta ahora, dividir y dividir… La
reacción pública de María Corina, sin ninguna prudencia, aunque tenga parte de razón,
contribuye en este momento con la debacle. Por cierto, la prudencia es la
máxima virtud del ejercicio político. Y quien divide a su oponente, vence. Esa
táctica no es una novedad, ya el viejo Maquiavelo la explicó de forma
transparente y en la vida cotidiana se experimenta a diario.
¿Cómo se puede confiar en una
negociación con el déspota, cuando no se muestra la mínima pericia para acordar
con el aliado? ¡Qué tristeza nuestra incapacidad para marchar juntos, aun
pensando distinto! ¡Se necesita a alguien que sea capaz de arbitrar el diálogo
entre los principales dirigentes de oposición! Y quizás con una metodología,
sueca o barloventeña, les ayude a mirarse a cada uno, frente al espejo y desde
la comprensión profunda de sus errores, puedan aceptar y comprender los errores
de los otros y desde allí, trazar una mínima estrategia, pero en unidad… Aunque
nos derroten en una batalla, la amalgama ética sería el motor, el único, para
la victoria contra la opresión y el despotismo.
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