LIBERACIÓN
Y RECONSTRUCCIÓN DE VENEZUELA
Jonatan
Alzuru Aponte
Urge la construcción de un
frente amplio de lucha, para el rescate de la vida en Venezuela. No es un
frente para ganar elecciones, sino para liberar al pueblo venezolano del yugo explotador
que le está robando la vida al pueblo.
Basta solo pensar el tiempo
que requiere estar en una cola para conseguir el producto de la cesta básica,
el tiempo para buscar, hacer la cola y
comprar una medicina, lo que se invierte en recoger agua, en limitar su uso
diariamente; el tiempo para conseguir cualquier repuesto de cualquier aparato o
automóvil; el tiempo que se invierte en el trabajo para conseguir un salario
que no alcanza para satisfacer las necesidades… por lo tanto, el tiempo que se
debe invertir para buscar un rebusque que le posibilite un poco más de dinero… al
sumar todo ello, se evidencia que no hay tiempo para vivir, para compartir en
familia, para usar el tiempo en aquello que lo hace distinto al resto de la
naturaleza, crear y recrear la existencia… Y, si por casualidad, alguien logra
un mínimo de tiempo para salir de ese estado de esclavitud, se arriesga a que
le roben la vida por el desate incontrolable de la delincuencia. Nos han convertido en una sociedad de
bachacos, de vasallos; han transformado el país en un gran campo de
concentración contemporáneo. La liberación es para recuperar la condición de
humanidad.
Ciertamente, a finales de
los noventa llegó un aire libertario que fue recogido políticamente por Chávez,
fue una esperanza que prendió en Venezuela y en América Latina. Pero al pasar
de los años se evidenció que cambiaron los rostros, pero se mantuvo la cultura…
la cultura de acrecentar la riqueza por cualquier medio y PDVSA que se abría al
pueblo, terminó en los bolsillos de la dirigencia; el mismo afán de lucro los
condujo a buscar el dinero más seguro, cuando se tiene el aparato del estado,
un control de cambio para multiplicar sus cuentas en dólares, mientras el
pueblo empezaba a pasar hambre; pero el afán de lucro fue un motor exponencial
y los condujo a incrementar la riqueza aún más y por eso pensaron que mejor que
el petróleo, que ya lo tenían y el control de cambio, que ya lo tenían, era el
narcotráfico y también incursionaron en él. De revolucionarios a delincuentes
fue el proceso de descomposición putrefacta
de la dirigencia.
Se impulsaron políticas
internacionales importantes, estratégicas, como UNASUR, el ALBA, Petrocaribe, para
competir en el mercado internacional contra las grandes trasnacionales,
mientras en lo local se destrozaba a la industria nacional y la poca producción
agropecuaria que existía fue sustituida por la inercia, el despojo con un discurso infantiloide destrozaron el
pequeño parque industrial que existía –(con perdón de los bellos y admirables
niños) discurso de una izquierda que confunde las ilusiones y los sueños con lo
real o lo que es lo mismo, confunden una cabeza de gallo con una cabeza de
perro- como si fuese posible aliarse sin
producción; reactivando así, en la práctica,
la cultura medieval: debemos vivir en un valle de lágrimas para que algún día
llegue el reino de los cielos; cultura medieval para el pueblo, dirigido y programado para los pobres, enajenando su
condición de existencia, porque la clase dirigente se apropió de la república como los nuevos señores
feudales. No es casual que el único país que decreció y se empobreció de forma
inhumana de la alianza latinoamericana fue Venezuela; y, a su vez, la clase
dirigente se encuentra entre los más ricos del mundo.
Obviamente, perder esos
privilegios que tienen, como nunca antes en la historia de nuestro país, los
conduce a utilizar todas las tácticas y estrategias para no perder sus posición,
ayudados por países que les interesa mantener la relación política y económica,
por el usufructo de la riqueza que todavía obtienen de nuestra tierra, de
nuestro subsuelo.
Como dice el viejo
comandante Tupamaro del Uruguay, Pepe Mujica “… a los que les gusta la plata,
hay que correrlos de la política, hay que sacarlo a patadas del ejercicio
político…” La sentencia lapidaria marca una frontera, clarísima, entre los
nuevos señores feudales y el pueblo republicano, pero también entre los
aspirantes a ser miembros de la corte que están en la oposición, deseando estar
allí, para apropiarse de la mina que se encuentra en nuestra tierra; y si no
pueden, se arrodillan, aunque sea para que les den unas migajas, como las
meretrices de los reyes. Se les conoce sus agallas también y por eso es
necesario partir las aguas en dos, para empezar, sin claudicar, un nuevo
momento de la lucha. Derrotado es quien deja de luchar.
No es tiempo de seguir a
encuestadoras, ni a los maquilladores de imagen; es tiempo de la política con
mayúscula. Es tiempo alciónico, porque de los fracasos se aprende más que de
las victorias; es tiempo de creación gustosa. Es tiempo de bajar las voces en
los medios y acrecentar las voces en la organización de nuestro pueblo. Es el
tiempo que comande la pasión política.
Hay que dejar que las
gallinas sigan cacareando en su corral; mientras se empieza un trabajo de base,
acelerado y sin descanso, discutiendo, organizando, en los barrios, en los
edificios, en las urbanizaciones de clase media y alta, entre los obreros,
entre los campesinos, entre las organizaciones civiles, religiosas, estudiantiles,
universitarias, entre los partidos políticos que sean capaces de desprenderse
de sus medianas y pequeñas visiones de mundo; invitando a intelectuales de
cualquier tendencia, porque no hay que pedir carnet cuando está en riesgo la
condición humana; convocando sin miedo ni complejo a los industriales, a los
empresarios, a los dueños de medios de comunicación, no para que marquen pauta,
ni tampoco como pocillos de riquezas, sino para que se unan como iguales, como
tiene que ser en la república y que la política sea la brújula en la discusión,
en la organización, para preparar y ejecutar una batalla democrática y republicana,
sin precedentes, para la liberación y reconstrucción del país.
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