Diálogo:
la necesidad de la concertación
La
práctica política conjuga ideas, proposiciones, exigencias, negociaciones,
presiones, avanzar, retroceder, etc. Las formas y los contenidos de realizarla
son dos caras de la misma moneda. Efectivamente, tal como lo ha expresado el
Secretario de la MUD, Chuo Torrealba quien presidió el diálogo fue el Vaticano,
su representante; pero también es indiscutible, en términos simbólicos, que el
saludo del Presidente Maduro al iniciar el diálogo, su presencia de diez minutos
marcó en términos de imagen, de registro
mediático, que quien estaba dirigiendo el diálogo era él y, además, los voceros
del gobierno en cada intervención que realizan lo señalan. Es decir, la
iniciativa es por parte del gobierno. La oposición en términos simbólico está
reactiva a las prácticas políticas gubernamentales. No se trata de valorar en
términos éticos esa práctica, es decir, como buena o mala; sino evidenciar, en
términos simbólicos, quien lleva la delantera y eso es vital para repensar las
tácticas en función de la estrategia, sobre todo cuando se está en una mesa de
negociación.
La
Mesa de la Unidad, como espacio de coordinación de las acciones políticas de la
oposición venezolana debe superar algunos escollos prácticos y simbólicos.
Inicia el diálogo con una manifestación de quince partidos, quizás pequeños en
términos de militancia, pero representativos de los ciudadanos; incluso, siete
diputados en representación de sus partidos firmaron el manifiesto donde
sostenían que no había condiciones para dialogar. Luego se sumó un partido de
masa como Voluntad Popular, con un documento de su partido pero coincidente con
los quince. Es necesaria la concertación
como elemento fundamental para avanzar en lo que de hecho se está haciendo. El
no hacerlo o darlo por descontado y seguir avanzando sin unidad en cualquiera
de los sentidos, podría conducir a la derrota, ella estaría decretada desde el
inicio; derrota que se podría evidenciar la propia construcción de los
acuerdos; porque serían acuerdos de unos y no de otros. Eso fracturaría de
plano el movimiento opositor.
La
fuerza de la Mesa está precisamente en la posibilidad de agrupar a diversos y
opuestos actores políticos dentro de una dirección política. La dirección
política dentro del concierto de la oposición supone no solo un discurso sino
gestos, formas, símbolos que orienten y consoliden a quienes nos oponemos al
gobierno actual, pero sobre todo que articule a la dirigencia nacional y local
de los partidos y movimientos de la oposición.
El
punto de la concertación de la práctica política se torna vital, por ejemplo,
para la toma de decisiones con respecto a las formas de lucha. El Cardenal
Urosa ha realizado una propuesta muy concreta con respecto a la forma de lucha
de la oposición, al solicitarle que el 3 de noviembre no se marche hacia
Miraflores. ¿Cómo balancear dentro de la Mesa de la Unidad tal solicitud, si en
principio 16 partidos estaban en desacuerdo con sentarse a dialogar en este
momento? La solución no está solo en acatar un llamado prudente del Cardenal,
sino mostrar que la decisión que se tome bien sea realizarla o no, es producto
de un acuerdo con el grueso de los
partidos que firmaron en contra del diálogo en este momento. Esto no es trivial. La forma puede
transformarse en la sustancia en un momento determinado dentro de las prácticas
políticas.
Es
verdaderamente urgente el gesto que tiene que realizar la Mesa de la Unidad
para consolidar unas tácticas y una estrategia política. El reconocimiento de
los liderazgos, de la diversidad de ideas, de la multiplicidad de perspectivas
del acontecer es indiscutible y favorable para la dirigencia de la oposición; expresa
que la partidos del movimiento opositor no son un cuartel, ni responden a la
voluntad de una persona; pero se está en una Mesa que se le llama de Unidad
porque tiene un horizonte práctico, concertar, enhebrar, articular, cohesionar
a partir de acuerdos mínimos al movimiento de la oposición. En las actuales
circunstancia ese factor independientemente de las decisiones, de las
negociaciones y de las forma de lucha hay que lograrlo y mostrarlo, evidenciarlo, hacerlo
simbólico.
Dentro
de las negociaciones cada parte tiene que ceder en algo y exigir algo. En ese
arte complejo de la negociación sobre todo en el ámbito político que tiene
siempre implicaciones sociales, la toma de la iniciativa supone un reto
práctico importante para el negociador; porque coloca al interlocutor en la
situación de responder. La iniciativa por parte de la oposición será más poderosa
en la medida que logre consolidar sus fuerzas. El maximizar su fuerza potencia,
ensancha, la posibilidad de exigir. La tarea no es nada fácil, pero si es
urgente realizarla.
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