martes, 1 de noviembre de 2016

DIÁALOGO Y LA URGENTE NECESIDAD DE CONCERTACIÓN EN LA MUD



Diálogo: la necesidad de la concertación
La práctica política conjuga ideas, proposiciones, exigencias, negociaciones, presiones, avanzar, retroceder, etc. Las formas y los contenidos de realizarla son dos caras de la misma moneda. Efectivamente, tal como lo ha expresado el Secretario de la MUD, Chuo Torrealba quien presidió el diálogo fue el Vaticano, su representante; pero también es indiscutible, en términos simbólicos, que el saludo del Presidente Maduro al iniciar el diálogo, su presencia de diez minutos  marcó en términos de imagen, de registro mediático, que quien estaba dirigiendo el diálogo era él y, además, los voceros del gobierno en cada intervención que realizan lo señalan. Es decir, la iniciativa es por parte del gobierno. La oposición en términos simbólico está reactiva a las prácticas políticas gubernamentales. No se trata de valorar en términos éticos esa práctica, es decir, como buena o mala; sino evidenciar, en términos simbólicos, quien lleva la delantera y eso es vital para repensar las tácticas en función de la estrategia, sobre todo cuando se está en una mesa de negociación.
La Mesa de la Unidad, como espacio de coordinación de las acciones políticas de la oposición venezolana debe superar algunos escollos prácticos y simbólicos. Inicia el diálogo con una manifestación de quince partidos, quizás pequeños en términos de militancia, pero representativos de los ciudadanos; incluso, siete diputados en representación de sus partidos firmaron el manifiesto donde sostenían que no había condiciones para dialogar. Luego se sumó un partido de masa como Voluntad Popular, con un documento de su partido pero coincidente con los quince.  Es necesaria la concertación como elemento fundamental para avanzar en lo que de hecho se está haciendo. El no hacerlo o darlo por descontado y seguir avanzando sin unidad en cualquiera de los sentidos, podría conducir a la derrota, ella estaría decretada desde el inicio; derrota que se podría evidenciar la propia construcción de los acuerdos; porque serían acuerdos de unos y no de otros. Eso fracturaría de plano el movimiento opositor.
La fuerza de la Mesa está precisamente en la posibilidad de agrupar a diversos y opuestos actores políticos dentro de una dirección política. La dirección política dentro del concierto de la oposición supone no solo un discurso sino gestos, formas, símbolos que orienten y consoliden a quienes nos oponemos al gobierno actual, pero sobre todo que articule a la dirigencia nacional y local de los partidos y movimientos de la oposición.
El punto de la concertación de la práctica política se torna vital, por ejemplo, para la toma de decisiones con respecto a las formas de lucha. El Cardenal Urosa ha realizado una propuesta muy concreta con respecto a la forma de lucha de la oposición, al solicitarle que el 3 de noviembre no se marche hacia Miraflores. ¿Cómo balancear dentro de la Mesa de la Unidad tal solicitud, si en principio 16 partidos estaban en desacuerdo con sentarse a dialogar en este momento? La solución no está solo en acatar un llamado prudente del Cardenal, sino mostrar que la decisión que se tome bien sea realizarla o no, es producto de un acuerdo  con el grueso de los partidos que firmaron en contra del diálogo en este momento.  Esto no es trivial. La forma puede transformarse en la sustancia en un momento determinado dentro de las prácticas políticas.
Es verdaderamente urgente el gesto que tiene que realizar la Mesa de la Unidad para consolidar unas tácticas y una estrategia política. El reconocimiento de los liderazgos, de la diversidad de ideas, de la multiplicidad de perspectivas del acontecer es indiscutible y favorable para la dirigencia de la oposición; expresa que la partidos del movimiento opositor no son un cuartel, ni responden a la voluntad de una persona; pero se está en una Mesa que se le llama de Unidad porque tiene un horizonte práctico, concertar, enhebrar, articular, cohesionar a partir de acuerdos mínimos al movimiento de la oposición. En las actuales circunstancia ese factor independientemente de las decisiones, de las negociaciones y de las forma de lucha hay que  lograrlo y mostrarlo, evidenciarlo, hacerlo simbólico.
Dentro de las negociaciones cada parte tiene que ceder en algo y exigir algo. En ese arte complejo de la negociación sobre todo en el ámbito político que tiene siempre implicaciones sociales, la toma de la iniciativa supone un reto práctico importante para el negociador; porque coloca al interlocutor en la situación de responder. La iniciativa por parte de la oposición será más poderosa en la medida que logre consolidar sus fuerzas. El maximizar su fuerza potencia, ensancha, la posibilidad de exigir. La tarea no es nada fácil, pero si es urgente realizarla.

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