TERAPIA EN TRÁFICO[1]
Jonatan Alzuru Aponte
A Rafael Castillo Zapata
PRIMER ACTO
Nuestra conversación deseo iniciarla
con una cita de un libro y me permitiré jugar con ella. Y como parte de este
juego no diré quién hizo el párrafo que leeré. Lo que sí aseguro es que no fui
yo, no me estoy citando a mí, voy a jugar con un párrafo de otro autor.
Bares de
ambiente: uniformidad y soledad. Exasperante insistencia y consistencia de la
rutina. Los lugares donde se encuentran los gays de los noventa son como templos
venidos a menos, naves vacías donde los pocos feligreses que perduran han
perdido el rumbo de la liturgia, no saben a quién oran y el norte sagrado, el
polo hacia el que dirigen su fervor y su fidelidad –su fe- ha desaparecido, se
ha confundido con otros puntos de orientación no definidos, imposibles de
precisar… No hay lugar allí para las apariciones dichosas, para las sorpresas,
para los reconocimientos, sino para la constatación de la uniformidad, para la
constante y reiterada relación con lo dado, con lo existente, con lo
experimentado. Miedo a la novedad, a lo inédito, a lo diferente. Todo
proselitismo es un síntoma claro del instinto de supervivencia. La asociación
gregaria de individuos semejantes crea ilusión de la solidaridad y de la coincidencia.
Eliminaré cuatro palabras de la cita,
Bares de ambiente y gays. Las intercambiaré por otras como por ejemplo, aula de
clase y estudiantes, entonces leemos:
Aula de clase: uniformidad y soledad. Exasperante insistencia y consistencia de la
rutina. Los lugares donde se encuentran los estudiantes de los noventa son como templos venidos a menos, naves vacías donde
los pocos feligreses que perduran han perdido el rumbo de la liturgia, no saben
a quién oran y el norte sagrado, el polo hacia el que dirigen su fervor y su
fidelidad –su fe- ha desaparecido, se ha confundido con otros puntos de
orientación no definidos, imposibles de precisar… No hay lugar allí para las
apariciones dichosas, para las sorpresas, para los reconocimientos, sino para
la constatación de la uniformidad, para la constante y reiterada relación con
lo dado, con lo existente, con lo experimentado. Miedo a la novedad, a lo
inédito, a lo diferente. Todo proselitismo es un síntoma claro del instinto de
supervivencia. La asociación gregaria de individuos semejantes crea ilusión de
la solidaridad y de la coincidencia.
Puedo hacerlo una vez más, podría
colocar, ahora salones de arte y artistas, y entonces se lee:
Salones de arte: uniformidad y soledad. Exasperante insistencia y consistencia de la
rutina. Los lugares donde se encuentran los artistas de los noventa son como templos venidos a menos, naves vacías donde
los pocos feligreses que perduran han perdido el rumbo de la liturgia, no saben
a quién oran y el norte sagrado, el polo hacia el que dirigen su fervor y su
fidelidad –su fe- ha desaparecido, se ha confundido con otros puntos de
orientación no definidos, imposibles de precisar… No hay lugar allí para las apariciones
dichosas, para las sorpresas, para los reconocimientos, sino para la
constatación de la uniformidad, para la constante y reiterada relación con lo
dado, con lo existente, con lo experimentado. Miedo a la novedad, a lo inédito,
a lo diferente. Todo proselitismo es un síntoma claro del instinto de
supervivencia. La asociación gregaria de individuos semejantes crea ilusión de
la solidaridad y de la coincidencia.
Juaguemos una vez más. Ahora
coloquemos partidos políticos y militantes
Partidos políticos: uniformidad y soledad. Exasperante insistencia y consistencia de la
rutina. Los lugares donde se encuentran los militantes de los noventa son como templos venidos a menos, naves vacías donde
los pocos feligreses que perduran han perdido el rumbo de la liturgia, no saben
a quién oran y el norte sagrado, el polo hacia el que dirigen su fervor y su
fidelidad –su fe- ha desaparecido, se ha confundido con otros puntos de
orientación no definidos, imposibles de precisar… No hay lugar allí para las
apariciones dichosas, para las sorpresas, para los reconocimientos, sino para
la constatación de la uniformidad, para la constante y reiterada relación con
lo dado, con lo existente, con lo experimentado. Miedo a la novedad, a lo
inédito, a lo diferente. Todo proselitismo es un síntoma claro del instinto de
supervivencia. La asociación gregaria de individuos semejantes crea ilusión de
la solidaridad y de la coincidencia.
¿Cuál bar de ambiente, cuál escuela,
cuáles salones de arte, cuáles partidos políticos? ¿Es en Venezuela o en
Europa?... Si nos adentramos a pensar esa descripción sin ocuparnos de quién,
por qué y para qué la hizo, y asumimos los lugares y la descripción de las
prácticas intersubjetiva de quienes los habitan, como asunto para interpelar lo
dado, lo que sucede en esos ambientes, sin precisar el país… y, si somos más serios y eliminamos la
determinación temporal y volteamos la mirada y nos pensamos…Efectuemos la
operación sin colocar un sitio ni la década ni personaje, el texto se leería:
Uniformidad y
soledad. Exasperante insistencia y consistencia de la rutina. Los lugares donde
se encuentran son como templos venidos a menos, naves vacías donde los pocos
feligreses que perduran han perdido el rumbo de la liturgia, no saben a quién
oran y el norte sagrado, el polo hacia el que dirigen su fervor y su fidelidad
–su fe- ha desaparecido, se ha confundido con otros puntos de orientación no
definidos, imposibles de precisar… No hay lugar allí para las apariciones
dichosas, para las sorpresas, para los reconocimientos, sino para la
constatación de la uniformidad, para la constante y reiterada relación con lo
dado, con lo existente, con lo experimentado. Miedo a la novedad, a lo inédito,
a lo diferente. Todo proselitismo es un síntoma claro del instinto de supervivencia.
La asociación gregaria de individuos semejantes crea ilusión de la solidaridad
y de la coincidencia.
El texto elegido nos interpela,
cuestiona nuestras prácticas, las prácticas del lector, las prácticas de
subjetividades, de personas concretas que se juntan gregariamente, en esta
condición epocal. ¿Qué importa que quien lo lea viva en China o en Mérida? ¿Acaso
es importante conocer la estructura ósea de quien lo escribió? Su fuerza de
sentido no está dada por unas referencias exteriores de las interrelaciones,
más bien capta el vencimiento de unos cuerpos en la experiencia de habitar
juntos. El problema que alude es a la
rutinización de la convivencia, a la mecanización de las prácticas
intersubjetivas, incluso, aquellas prácticas pensadas o autocomprendidas como
transgresoras.
El autor hace una fotografía de las
tribus contemporáneas. Pensemos ese juego tribal, ritualista, de uniformarse
para simular una coincidencia de valores, para expresarle a los otros, que
quien está en la tribu conforma un Nosotros. Ese Nosotros se configura por una
manera de hablar, unas formas de vestirse, por unos gustos particulares y unos
rechazos específicos, se trata de un juego de máscaras, cada Nosotros se coloca
sus máscaras con la ilusión, dice el autor, de la solidaridad y la
coincidencia.
Leyendo detenidamente el párrafo,
sabemos que para el autor el asunto de la convivencia, de la solidaridad, es una aventura donde su
sabrosura está en la novedad, dentro de la cotidianidad. El vocablo novedad, lo
inédito, alude a la diferencia. Ese acto creador de cada quien, donde se hace
distinto. No se trata del afán de lo nuevo en clave del progreso moderno, cuya
expresión sublime son las nuevas tecnologías. Por el contrario, está pensando
la solidaridad como esa vivencia entre diferentes, que se reconocen y quizás
coinciden en identificarse con ciertas prácticas amatorias o musicales o políticas; la finura, la
elegancia, el estilo del asunto allí, es que la relación no tiene pretensión de
una identidad, no tiene la voluntad del uniforme e incluso, aunque algunos
rituales se mantengan en la configuración de comunidad, la disidencia, los
cuestionamientos, a esos eventos rituales, no genera una expulsión de la orgía,
siempre renovada y distinta de la experiencia de estar juntos. Por el
contrario, al postular la diferencia como novedad, lo valorado dentro de la
comunidad es que cada persona, soberanamente, desarrolle sus disidencias,
celebrando, simultáneamente, los encuentros e identificaciones con la comunidad
a la que se pertenece, siempre de forma nómada.
Al pertenecer a una multiplicidad de
comunidades sin pretensión de fijar un templo en un lugar determinado;
celebrando en cada espacio las disidencias, como elemento constitutivo de la
relación, entonces, puede ser… Tal vez, no se pueda discernir a cuál polo
dirigirse, puede ser que incluso se multipliquen los dioses o quizás no se
registre ninguno, de eso no se puede dar cuenta, pero lo que sí se experimenta
y se comunica de múltiples formas, es la vivencia siempre renovada del
presente, porque para procesar la diferencia como elemento constitutivo de la
comunidad, los miembros en diálogo deben imaginar espacios, crear modalidades,
inventarse…
II
SEGUNDO ACTO
Jonatan se te dijo que hicieras una
conferencia de la relación entre arte y política. No se trataba que buscaras a
un filósofo o a un sociólogo para explicar el achatamiento espiritual de
nuestra condición epocal y que a partir de él, tú elaboraras el horizonte
político que está implícito en su propuesta. ¿Acaso hablaste del arte?¿Del
artista?
Estuvo bien el asunto para una esfera,
para un campo discursivo, digamos, una buena entrada para la comprensión de las
relaciones intersubjetivas, porque en definitiva el asunto central de la
política es cómo vivir juntos, pero dentro de una galería que se reinaugura, la
idea es hablar de artistas, del arte. La pregunta es ¿Cómo el artista vivencia
el asunto político? O ¿Cómo lo político puede ser intervenido por al arte? O
¿Cómo el artista padece la política? O ¿Dónde se cruzan el discurso del arte y
el discurso político? Mira, tu fuiste invitado porque se supone que tu trabajas
estética, sabemos que en los últimos meses te volcaste a pensar la política
desde tu perspectiva, y por eso te invitamos, porque dijimos… bueno Jonatan
está pensando la política ahorita, pero desde hace años vine pensando la
estética, entonces, por favor, ¿podrías hablar de esa relación, arte y política?
-
Ya
lo hice.
TERCER ACTO
Él tenía tiempo pensando el asunto.
Desde hace diecisiete años tenía esa idea fija. Aquella idea fue lo central de
su tesis doctoral; la había presentado catorce años atrás. Recuerdo que en
aquél trabajo afirmó, a propósito de la novela como ficción, lo siguiente: La ficción es metafísica sin
metafísica. Explicó la expresión, La
ficción es ontofanía sin ontología. Se introdujo más en la noción y
propuso: La ficción es la revelación de
las condiciones del ser sin la tradición
de la pregunta que interroga por el ser.
Para explicar aquella noción recurrió
a Heidegger para definir la narrativa como ficción en términos generales, como
creación y afirmó: es el movimiento de un
sujeto que consiste en hacer algo que aún no es. Eso que se crea es un conjunto de oraciones articuladas con el
sentido de narrar un hecho, una historia, que no pertenece al mundo de lo
fáctico, aun cuando sea verosímil.
Lo creado es la obra literaria y el
movimiento es la experiencia de la creación. Las vivencias durante el proceso
de construcción de la obra. La vida del autor, del sujeto, con todos los
avatares que son imposibles de registrar, ni siquiera colocando una cámara de
filmación 24 horas, a semejanza de los reality show, porque hasta la
experiencia del dormir forma parte de ese movimiento y este ámbito, el sueño,
constitutivo del movimiento, es inatrapable por la cámara filmadora. Pensó en
aquél trabajo que lo constitutivo del vocablo ficción no era la obra literaria,
porque ella es el resultado del movimiento; más bien, es el movimiento mismo;
porque sin ese movimiento no hay obra posible.
El movimiento es la vida vivida por el
creador, ese enfrentamiento del cuerpo con el río heracliteano, donde él es
parte del río y a su vez, piensa el río, que es el amasijo que interviene, con
todo su cuerpo, pasiones, racionalizaciones, emociones, para hacer el algo que
aun no es.
Pensó en aquél tiempo que las
escrituras que se ocupan de dar cuenta de ese movimiento, podían llamárseles
ficción restringida, para diferenciarla de la narrativa como ficción. Y postuló
lo siguiente: La ficción restringida es
el conjunto de obras creadas cuyo objeto esdar cuenta del movimiento de la
creación desde el sujeto, en el acto creador. La ficción restringida es la esencia de la ficción literaria que, en
adelante podemos llamar, ficción en un sentido ampliado, ficción ampliada; la
vocación, de la ficción restringida, es metafísica, porque su pretensión es dar
cuenta del movimiento. El tipo de escritura que se plantea registrar el
movimiento de la creación, en el mismo acto que se está creando, son los
diarios de los escritores.
Luego, pensó que hay unas obras, unas
escrituras que se plantean dar cuenta del movimiento de la creación pero desde
otras perspectiva, no tanto como registros de acontecimientos sino interpelando
al pensamiento que se ocupa del movimiento de creación con el objeto de dar
cuenta de las condiciones, limites, procedimientos del acto creador, son el
tipo de obra que la tradición conoce como obras filosóficas.
Luego hizo aquella operación mental:
Imagina dos
círculos, llama al primero OF, Obras filosóficas, y al segundo FR, ficción
restringida. Intercepta ambos círculos. Dale sombra a la intercepción. Los
elementos que pertenecen a la intercepción, tienen una vocación mayor, más
integral, más metafísica y conforman de suyo, un nuevo subconjunto, le podemos
llamar ficción integral restringida. La acción, en general, que tiene por
objeto el hacer ficción integral restringida podemos llamarla: pensar íntegro.
Dicho esto tendría que modificar la definición inicial, la ficción es
metafísica sin metafísica; la re-escribiría: la ficción restringida es
metafísica sin metafísica. En cambio, la ficción integral restringida tiene la
vocación de ser metafísica en sus dos sentidos. La metodología de construcción
de tales obras se hace más complejo, porque incorporaría el rigor filosófico,
con los procedimientos, formas y arte en general, de las obras literarias para
pensarse a sí mismo, de suyo, en su relación con la “otredad”; es evidente que
realizar tal acción supone una decisión ética; optar por el pensamiento
integral, supone una decisión: elegirse a sí mismo como telos; elección fundada en el libre albedrío. El germen de tal
tipo de obra lo podemos registrar en: Ecce
homo de Nietzsche y en Abaddón,
el exterminador de Ernesto Sabato.
Ese afán clasificatorio ya no lo
tenía. Pero volvió su obsesión azarosamente cuando le regaló aquellos tomos.
Eran unos Tratados… Eran tratados fragmentarios, contingentes, lo opuesto a lo
que un alemán entiende por tratado… Sin embargo, era justo el nombre. Porque en
ellos hay una vocación teórica, con el rigor de la voluntad de las obras
filosóficas a propósito del diario como creación y, a su vez, era un diario
literario. Era en grado superlativo lo que él llamó, en aquella tesis doctoral,
ficción integral restringida.
Pero aquél día, cuando tímidamente le
dijo que él consideraba al diario como la máxima obra de ficción, no pudo
argumentarle nada. Él esperaba, seguramente, una disertación interesante. Se
emocionó al escuchar, se abalanzó hacia su cuerpo, para escuchar con más
atención. Pero él repitió cosas comunes, sin mayor sentido, aunque hacía su
mayor esfuerzo para mostrar que él sabía, profundamente, de lo que estaba hablando.
Pero su cuerpo andaba indigesto de silencio.
Tal vez, porque estaba con el artista,
el creador, quien escribió lo que él consideraba el mayor acto de ficción, un
diario que reflexiona y se ocupa por el acto de creación en el mismo instante
que se escribe y, a su vez, vagabundea como todo diario con anécdotas, esos
detalles sin sentido aparente pero que configuran, heteróclitamente, los
rizomas de la existencia. Tal vez, porque estaba vivenciando aquél título de
Kundera, La insoportable levedad del ser.
Tal vez, porque se estaba descubriendo sin palabras. Tal vez, porque le
daba pena decirle que él quería caminar sin hablar, porque sentir su compañía,
su sonrisa, ya era suficiente. O quizás, quería volver a la galería y dedicarse
a mirar aquella mujer, pintada por una niña de doce años, para que él contara
cosas sin sentidos; o tal vez, narrara sus apreciaciones de las obras; de
aquellos creadores infantiles que se prepararon tres meses en la temática de
grandes pintores. Cada pintor fue estudiado por aquellos infantes durante tres
meses, para luego versionarlos, usando su técnica, sus colores, sus temas… Como
el ejercicio que hacía aquél hombre que buscó el tiempo perdido, Marcel Proust.
Él quería decirle que en ese instante,
ningún diálogo era importante ni relevante, porque él estaba habitado por la
náusea de vivir y sólo quería un hombro para llorar desconsoladamente. Pero no
dijo nada de aquello, sino habló, insulsamente, sobre la ficción y el diario.
Teatralizó su sonrisa.
Su timidez, llegó a tal extremo, que fue incapaz de decirle que ese
asunto, la ficción como problema, estaba en la página 121 de su Oscura Lucidez;
le dijo, genéricamente, yo escribí sobre eso, en el libro sobre Armando.
CUARTO ACTO
Menos mal que Kant no leyó este
diario, tampoco podía leerlo, en principio porque un latinoamericano es un ser
no apto para hacer filosofía. La filosofía es una obra no apta para el lenguaje
castellano. Ella es deliciosa en alemán, francés e inglés. Sublime en latín y
en griego. Como la filosofía es el asunto del pensar… Saquen sus conclusiones.
Bueno en realidad no podía leerlo, aunque lo hubiese deseado, porque está
escrito en el siglo XXI. Tampoco lo hubiese deseado, puesto que no existía.
Pero a veces, me gusta imaginar a Kant, caminando por El Valle o por la Facultad
de Humanidades… Lo creo…A veces, camina por allí.
Menos mal que esos remedos maltrechos,
esas sombras inadecuadas, babosas que son un eco de Descartes y de Agusto Comte
tampoco lo pueden leer, esos que se llaman metodólogos, en algunas clínicas le
llaman críticos, curadores y, en su defecto, comisarios… Menos mal que no
pueden leerlo porque Nietzsche ya les metió una bomba en sus cuerpos; aun
cuando simulen leer, no lo pueden hacer. Yo imagino a esos inspectores del
orden gritando como locos: ¡Incoherencia! ¡Incoherencia!... Pesqué la
contradicción… y frente a sus adormecidos y uniformizados estudiantes, mostrarían la comprobación empírica de su estúpida altivez.
Citarían:
Paris, 28 de
agosto. No se trata en realidad de un diario de viaje: ¿dónde está aquí el
registro de un escenario, de un paisaje (paisaje de la tierra de Francia a
medida que se deja atrás el Sur, el paso por los dominios de viñedos y los
grandes letreros anunciando los nombres de las casas, por ejemplo; paisajes de
las ciudades de Francia a medida que se acerca uno a París, estructura de lo
muros y los techos, transformación de los cielos y de la luz, por poner otro
ejemplo? ¿Dónde está el registro descriptivo de la presencia de esas ciudades
por las que transita el viajero?...
El riguroso metodólogo diría, en la
misma pregunta está su respuesta. Allí está expresado lo que el autor pretende
no decir. El silencio es porque no hay cómo regístralo es una ausencia. Seguramente el auditorio aplaudiría; él se
siente superior con esos hallazgos. Luego iría a la primera página y con voz
sacerdotal leería, diciendo, fíjense en lo contradictorio del autor de este
libro, porque dice que no hace lo que hace:
8 de
diciembre. Arribado a Madrid en medio de la lluvia. A través de la ventana del
autobús, nada en especial que llame la atención. La autopista que se incrusta
en el terreno tiene a ambos lados muros de contención con columnas y arcos que
recuerdan las construcciones romanas: primer rasgo de la ciudad. Un cierto
gusto arquitectónico por lo clásico (vaga resonancia): el ladrillo rojo, el
cemento armado transfigurado por las reminiscencias de un acueducto (el arco de
medio punto). Grandes y anchas avenidas y la sensación ya sentida en Barcelona:
el infinito es una calle cortada en retícula sin aparente final. La calle
Serrano, a todo lo ancho y largo, una avenida enorme, llena de tiendas lujosas;
pero hoy sábado, no hay nadie en ella, y menos bajo la llovizna.
Cierra el libro. Mira por encima de
los cristales bifocales. Y dice: allí se puede constatar que es un hombre, un
escritor incoherente y contradictorio. Todos ríen. Aplauden, el hallazgo del
inmoral.
QUINTO ACTO
Había invitado al escritor para
realizarle una entrevista. La razón era muy sencilla. Cuando se iniciaron los
acontecimientos que convulsionaron al país, él fue invitado para que expresara
sus opiniones políticas en un foro. Eran los días de carnaval. El país lo celebró, iniciando una batalla. Cada quien se
colocó el mejor disfraz. Él fue disfrazado de analista político, pero con la
tonalidad de un pastor evangélico. El artista también fue invitado.
El escritor, el artista, escuchó,
atentamente, lo que decía el predicador. Su intervención era al día siguiente,
porque el carnaval tiene varios días de festejo. Al otro día, el analista
político fue disfrazado de filósofo, de esos que escuchan, atentamente, para
oponerse a las incoherencias de sus interlocutores. El artista inició la
intervención dedicándole su lectura al disfrazado de filósofo y se limitó a
leer fragmentos de su libro. Al final le regaló dos tomos de su obra, unos
diarios que paradójicamente les llama: Tratados.
Él lo que había leído, en aquél foro, eran
fragmentos de aquella obra. Se los llevó con reverencia, porque siempre es
bueno simular reverencia, cuando alguien realiza un regalo.
La batalla se hizo intensa y
prolongada, porque a todos les gustó el festejo de carnaval, entonces, ya nadie
quería quitarse el disfraz. Lo triste del asunto es que una fiesta prolongada,
se transforma en deber. Los disfraces se transformaron en uniforme y las
máscaras se quedaron atadas, atascadas en los rostros. Él, por pura
contingencia, abrió aquellos libros. Inició su lectura. Empezó a disfrutar
aquella obra de arte, porque en medio del oficio elegido -que al principio era
un disfraz placentero, pero como todo oficio elegido por una contingencia y no
por una elección de sí, al rato se vuelve una carga amarga, pesada- encontró una novela hermosa donde,
curiosamente, el personaje afirma que está narrando su vida.
Él no sabía por qué asunto misterioso aquél
diario le traía a la memoria aquella novela. El Dr. Fausto de Thomas Mann que
la terminó de escribir en enero de 1947. Quizás porque trata sobre la vida de Adrian Leverkühn,
escrita por un profesor de filosofía, quien era su amigo, Zeitblom. Y ese relato
está escrito en forma de diario… Quizás porque lo central es la problemática
del artista; Adrian con relación a su obra, con la construcción de la obra
musical; quizás, porque el intento de solución al problema por parte del músico
fue solicitar ayuda al diablo y éste se la ofrece con una sola condición, vivir
en la soledad absoluta, en la imposibilidad de ama. Tal vez, porque la interpelación
por el arte, en la novela, no se hace desde aquel que contempla el arte, sino
desde la óptica del artista, en cuanto creador, desde sus experiencias, desde
su vida, desde el infierno de la vida del artista. El infierno como realidad
ontológica que se devela en la música, en
el lamento del hijo del infierno, la queja más terrible contra el hombre y
contra Dios... que jamás haya sido proferida sobre la tierra, tal como es
caracterizada la obra maestra de Adrián, por parte de su biógrafo… Tal vez,
porque desde hace rato él había querido hacerle un homenaje a todos y cada uno
de los poetas, que de alguna manera le constituyen fragmentos de su cuerpo. Lo
cierto del caso es que no siguió pensando en esa extraña relación, esa
asociación inconsciente con el escritor que desnudó la comprensión de la historia
desintegrada de Europa. Se entregó al disfrute lúdico de la obra.
Un día, cuando estaba hastiado de su
deber autoimpuesto y se hundía en una farragosa depresión, lo invitaron a
dictar una conferencia sobre el arte y la política. Él quien se sentía estéril
de cualquier palabra, pensó que quizás una salida para cumplir el deber era
entrevistar al artista y presentar el diálogo como propuesta, donde se hiciera
traslúcida su proposición: el diario es un ejercicio de ficción. Ejercicio más
ambicioso que las novelas y los cuentos porque tiene la pretensión de registrar
el río narrado por Heráclito, en la misma medida que hace múltiples bocetos de
sí, autorretratos de las diversas prácticas de nuestros yoes, de esos extraños
heterónimos que son homónimos porque todos tienen el mismo nombre, pero son
hetero, porque cada nombre es un nombre de una persona distinta, de un
personaje distinto, pero que están contenidos en el mismo cuerpo, algo así como
El Quijote de Pierre Menard… Lo que Eugenio Montejo llamaba los poliyó.
Se encontraron a la hora pautada, 5 pm
en el Centro de Arte los Galpones. El artista estaba comprando un libro en la
librería Kalathos. Él no pecó de imprudente, aunque estaba carcomido por la
curiosidad de saber, qué libro habría comprado. Lo saludo afectuosamente
agradeciéndole el gesto de aceptar la propuesta. Armando le había dicho que eso
era extrañísimo porque él suele ser muy cauto para decir las cosas, suele
prepararse y eso así de improvisto… eso creo que lo hace –señaló- porque eres
tú. Él, sabía que Armando conocía profundamente al escritor, pero él no podía
creer que alguien que se atreva a publicar un diario que es algo así, como un
son, donde el cantante improvisa, tenga esas precauciones… ¿Acaso hay algo
menos preparado que un diario?... Pero en el fondo, la interpretación amable de
Armando, quizás fue para darle una alegría en medio de su noche oscura… porque
en la noche oscura del alma, como nos enseña San Juan de la Cruz, se deben
buscar pomadas para pasar la noche, sin la pretensión de acelerar,
ficcionalmente, la claridad.
Los científicos del alma y el hombre
común coinciden en el temor a la noche. Los primeros recomiendan antidepresivos
y los segundos cualquier droga, alcohol o marihuana o coca… esas drogas son
como bombillos en la noche, para seguir trabajando y simular que amaneció… pero
no amanece porque se ilumine con bombillo, esa es una simulación ingrata,
porque suelen quemarse rápido y la ansiedad de luz, conduce a un gasto
inclemente de fuerzas, comprando un bombillo tras otro… por el contrario, San
Juan de la Cruz, convoca a internarse en la noche oscura sin afán de sol,
transitar lentamente la noche, buscando las pomadas apropiadas para ello, otras
suelen venir de los amigos, como una gracia. La presencia de Rafael era una
pomada que él había buscado, pero que su respuesta fue por Gracia, porque él
podía estar ocupado o según Armando, podía quedarse con el miedo a la
contingencia, aunque escriba diarios y no aceptar el encuentro. Por eso le
agradeció su presencia.
Él lo invitó a moverse de espacio, a
la galería que dirige su hermano para que contemplara una exquisita exposición
de artistas, cuyas edades oscilaban entre 3 y 14 años, quienes usaban a los
pintores consagrados como modelo para sus propias creaciones. En el trayecto,
el escritor, quien ya sabía del gusto, que había despertado en él sus diarios,
le regaló un tercer tomo, titulado: Travesías. Lo sintió como una ofrenda. Después
de conversar en la galería, en una reunión familiar, porque, contingentemente,
su otra hermana había ido a ver la inauguración de la exposición, grabó la
entrevista, en la terraza que previamente habían convenido.
Él, aunque estaba alegre en medio de
la oscuridad, no estaba a gusto consigo porque se sentía inhabilitado para
pensar. Sin embargo, la experiencia dialógica la sintió como un ejercicio
terapéutico, no tanto por su contenido sino por el placer de compartir, aun sin
un sentido epistémico relevante. Lo que se suele llamar la lúdica de la
amistad.
A la mañana siguiente partía al sitio
donde cumple el deber académico, a la tierra a donde lo habían invitado a
dictar la conferencia. Tuvo la precaución de llevarse el regalo, en el bolso de
mano. Desde que salió de su hogar, compulsivamente, empezó la lectura de esa
obra de arte que le permitía confrontar su soledad, recorrer paisajes,
insertarse en el problema agudo de la filosofía, la existencia entre la
contingencia y el destino, y anclarse en la interpelación del cómo vivir
juntos, asunto esencial del pensamiento político.
Casi una noche leyendo y releyendo
aquella novela que formaba parte integral de las anteriores. Aquella práctica,
le fue reactivando sus sentidos. La palabra como fármaco. Recordaba que ese es
uno de los sentidos del ejercicio filosófico y del ejercicio espiritual a
través de la oración. La conversación con el dios que habita en el cuerpo. Cuerpo
como templo de dios, es un cuerpo divino, comestible; se hace comunión, donde
el placer está en comerse al otro, porque ese otro es un manjar de los dioses…
La eucaristía como experiencia sexual. Sexo como despliegue de cuerpos que se
funden, como comunión entre dioses. Esa comunión no es otro asunto que la
fiesta de la amistad.
En el despertar de los frailejones, con
ese sentir estético, apuntó en su página en blanco cómo iba a iniciar su
conferencia, anotó:
Nuestra conversación deseo iniciarla
con una cita de un libro y me permitiré jugar con ella. Y como parte de este
juego no diré quién hizo el párrafo que leeré. Lo que sí aseguro es que no fui
yo, no me estoy citando a mí, voy a jugar con un párrafo de otro autor.
SÉPTIMO ACTO
Tenía corbata y el flux de media
noche. Era decente y de una familia respetable. Yo había ido porque en el
afiche colocaron un desnudo y creía que era él. No habló de cosas importante.
Me aburrió de tiempo flácido. Escuché esa lectura de radio:
3 de
noviembre
(…)
No hay lugar
para disertar sobre el fracaso en el orden canónico del discurso académico, de
la conferencia, del artículo de revista, del libro; no hay lugar, en pocas
palabras, determinado, acotado, previsto para registrar el fracaso, para dejar
huella o testimonio del fracaso o, al menos, ese lugar es reducido y está
marginado; es en cualquier caso, un lugar relegado a los confines del discurso
oficial, del discurso oficial de las conferencias o los congresos: no se muestra
el fracaso (o la ruina y esta es la historia de un proyecto que se arruina); se
muestra lo afortunado, lo exitoso, lo cumplido. La moneda con valor en el
intercambio intelectual, en el juego del mercado de las ideas es precisamente
lo logrado, lo concluido concluyente; la economía política del saber no
valoriza, ni toma en cuenta o, en cualquier caso, no privilegia la materia
fallida, fallada, fracasada; no le interesa, digamos, promover la exhibición
del fracaso; y yo pretendo hacer precisamente lo contrario; no disertar sobre
lo logrado, sobre lo que ha alcanzado éxito y puede mostrarse con los créditos
de la perfección, sino sobre la ruina, lo arruinado de un proyecto de libro en
el que el cielo juega un papel preponderante; ruina del objeto cielo en el poema
que lo arruina y ruina del poema mismo por la fuerza del objeto que lo supera,
que determina su ruina precisamente porque está por encima de sus propias
fuerzas. De esta doble ruina es que voy hablarles esta mañana: ruina del
objeto, ruina del poema. Doble ruina en la que, tal vez, pueda haber
paradójicamente una forma de éxito, si pensamos con ponge, con Francis Ponge
que “se trata… mucho menos del nacimiento de un poema que de una tentativa… de
asesinato de un poema por su objeto”.
OCTAVO ACTO
-
No,
no está escrito, no está publicado, yo lo transcribí.
-
Bueno porque yo ahorita
estoy trabajando vanguardia, las vanguardias latinoamericanas de la segunda
mitad del siglo XX, los grupos que aparecen en América Latina cuando se supone
que la vanguardia murió. Es un poco la idea que todavía esos flujos de tensión
emancipadora que están como latentes a partir de los años cincuenta y viene un
fenómeno que es conocidísimo como es la revolución cubana que cataliza de nuevo
esas fuerzas ocultas del imaginario emancipador y la relación, la vinculación,
del arte con la revolución o del arte con las transformaciones del mundo
social. Estoy trabajando eso que de alguna manera, ahorita encuentro eso, esa
conexión que me dices que una de las personas, de los participantes evocó eso, leyó
esa conexión pues, que lo que está ocurriendo allí es una puesta en escena de
la muerte de las vanguardias o de la crisis de las vanguardias, o sea cómo
repensarla, cómo repensar esa experiencia, porque Tráfico, obviamente, fue un
experimento conectado con esa tradición de la vanguardia histórica y bueno
vinculado a procesos que pusieron otra vez en escena esa antigua fascinación
moderna entre el poeta y la acción política eficiente o inmediata que es una
nostalgia por lo menos, digo yo, desde el romanticismo, o sea el poeta como
conductor de un pueblo, la poesía maestra de la humanidad. Creo que allí hay
una tradición interesante, creo que hay que repensar a Tráfico como problema,
como experiencia desde el punto de vista colectivo y desde el punto de vista de
la cultura nacional de los años ochenta… Tráfico es una expresión de esa
inquietud de nuestra generación, de volver a leer esa tradición del poeta y su
vínculo con la realidad, con el mundo concreto, pero no sé si va por allí va lo
que a ti te interesa…
-
Fíjate,
llegó un momento que me pareció la lectura de los chilenos como jalada por los pelos… Sin embargo, me preguntaba cuando
uno está leyendo una novela o los griegos, me preguntaba por el asunto de la
interpretación…
NOVENO ACTO
Genealogía de la Moral:
Nosotros los que conocemos
somos desconocidos para nosotros, nosotros mismos somos desconocidos para
nosotros mismos; esto tiene un buen fundamento. No nos hemos buscado nunca,
¿cómo iba a suceder que un día nos encontrásemos? Con razón se ha dicho: Donde
está vuestro tesoro, allí está vuestro corazón. Nuestro tesoro está allí donde
se asientan nuestras colmenas del conocimiento. Estamos siempre en camino hacia
ellas cual animales alados de nacimiento y recolectores de miel del espíritu,
nos preocupamos de corazón propiamente de una sola cosa de llevar a casa algo.
En lo que se refiere, por lo demás, a la vida, a las denominadas vivencias,
¿quién de nosotros tiene siquiera suficiente seriedad para ellas? ¿O suficiente
tiempo? Me temo que en tales asuntos jamás hemos prestado atención al asunto;
ocurre precisamente que no tenemos allí nuestro corazón y ni siquiera nuestro
oído… Necesariamente permanecemos extraños a nosotros mismos, no nos
entendemos, tenemos que confundirnos con otros, en nosotros se cumple por
siempre la frase que dice cada uno es para sí mismo el más lejano, en lo que a
nosotros se refiere no somos lo que conocemos.(Nietzsche, La genealogía de
la moral, 1996: 17-18)
DÉCIMO PRIMER ACTO
El uso del vocablo terapia está
reservado para el discurso clínico. Se trata de la experiencia donde se utiliza
una cierta caja de herramientas y tecnologías, para recuperar una cierta
estabilidad de la persona. Su sentido es el de la intervención a otro cuerpo;de
aquél que padece una cierta afección, para que recupere su armonía vital.
Yo utilizo el vocablo como una
práctica del cuerpo, subversivo, transgresor, una experiencia que invierte el
sentido clínico.
DÉCIMO
SEGUNDO ACTO
El conocimiento tiene por telos la
niñez. La ciencia, el científico, lo científico es el arte de galerías, museos
y curadores. Es la ancianidad en grados superlativos.
Dicho esto, observó con indulgencia,
con compasión cristiana, al conjunto de personas que todavía escuchaban con
rigor matemático al sacerdote científico, en el monasterio del arte. Hizo la
pausa adecuada. Abrió una edición desteñida de la Gaya Ciencia, subrayó,
nuevamente, un par de oraciones del fragmento 57 del libro segundo, titulado A
los Realistas, respiró como para no espantar a la audiencia y leyó:
¿Y qué es la
realidad para un artista enamorado? ¡Todavía lleváis con vosotros, por todas
partes, valoraciones de cosas que tienen su origen en pasiones y amores de
siglos pasados! ¡Todavía está incorporada en vuestra sobriedad una secreta e
indeleble embriaguez! ¡Vuestro amor por la realidad, por ejemplo, -oh ése es un
viejo, antiquísimo amor! En cada sentimiento, en cada impresión de los sentidos
hay un trozo de este viejo amor: e igualmente han trabajado allí y están
tejidas en ellas alguna fantasía, un prejuicio, una sinrazón, una ignorancia,
un temor, ¡Y quién sabe cuánto más!¡Allí aquella montaña!¡Allá aquella nube!
¿Qué es pues lo real ahí? ¡Vosotros, los sobrios, quitad de allí, alguna vez el
fantasma y todo el añadido humano! ¡Sí, si es que pudieseis hacer eso! ¡Si es
que pudieseis olvidar vuestra procedencia, pasado, escuela preparatoria
–vuestra entera humanidad y animalidad! Para nosotros no hay ninguna realidad
–y tampoco para vosotros, vosotros los sobrios-, no somos ni con mucho, tal
como creéis, tan extraños unos a los otros, y tal vez nuestra buena voluntad de
salir de la embriaguez y pasar por sobre ella, es tan respetable como vuestra
creencia de ser, en general, incapaces de embriaguez.
Cerró, con una profunda reverencia el
libro de Nietzsche. Lo ató fuerte entre sus dedos. Miró al auditorio
nuevamente. Respiró hondo, profundo. Y lo lanzó.
DÉCIMO TERCER ACTO
28 de
septiembre
De nuevo en
Caracas. En el aeropuerto de Nueva York, pude finalmente comenzar el Marco
Aurelio. Primero el prólogo erudito, que no ofreció nada mejor ni más novedoso
que lo ya leído en Foucault. Fue en el vuelo entre Nueva York y Miami cuando me
desmandé a placer con el propio Marco
Aurelio, con sus hermosos y equilibrados “pensamientos”. Maravilla ese cuaderno
de apunte del que nos habla Foucault…
DÉCIMO CUARTO ACTO
Heidegger
es el mejor lector de Nietzsche, por eso no lee a Marco Aurelio. Es el mejor
exégeta, un filósofo serio, serísimo y como buen conocedor y maestro en la
historia de la filosofía, consideraba acertada la interpretación de Hegel al
respecto, donde sostiene lo siguiente:
(…) Mas tarde, vemos cómo
la filosofía estoica pasa a manos de los propios romanos, es decir, se
convierte en la filosofía de muchos romanos, pero que sin que ésta filosofía
salga, con ello, ganando mucho como ciencia: por el contrario, Séneca y los
estoicos posteriores, Epicteto y Antonino, pierde en realidad todo su interés
especulativo para convertirse en una doctrina más bien retórica y parenética,
que no hay por qué incluir en la historia de la filosofía, como no habría por
qué incluir en ella tampoco los sermones
de nuestros días. (Hegel, 1833/1985:345)
Yo, con todo mi corazón,
con toda mi alma, como un jesuita, traté de aprenderme de memoria todas las
enseñanzas de Heidegger a propósito de Nietzsche y seguir, por supuesto, la
recomendación de Hegel, fundamental, para leer a Nietzsche y transformarme en
un filósofo, perdón, en un lector de filosofía serio. Por eso, aquella mañana
empecé a regalar los libros que no son filosóficos, como las Meditaciones de
Marco Aurelio, a personas que lo necesitasen. Pero luego pensé que un arte de
dar discursos, una retórica exhortando o amonestando, no tenía sentido para el
mundo contemporáneo, porque se exhorta o amonesta a una persona o a muchas en un momento, es un
evento y eso es irrepetible, es como un fragmento de un diario y a quién le
puede interesar ese evento hoy día. Entonces, con ese razonamiento que espero
presentárselo al profesor de lógica, para que me indique si está bien
construido, decidí botar es vaina. Pensé, si el razonamiento no es lógico de
igual forma era prudente botarlo. Las dos H no se pueden equivocar.
Cuando estaba parado,
estrictamente, en el pórtico del basurero, lo abrí al azar para ver qué sermón
daba ese señor en aquella época. Leí el fragmento 61 del libro VII, que dice:
El
arte de vivir es más parecido al de la lucha que al de la danza en la medida
que, ante lo que le cae a uno de improviso, hay que mantenerse parado y sin
caerse
Y yo no sé por qué se me
ocurrió pensar en Maquiavelo, quizás porque Nietzsche escribió en el Crepúsculo
de los ídolos que le debe mucho… eso fue
en fracciones de segundo… pero mi decisión era firme, arrojé aquello al destino
de los desechos. Orgulloso fui a la oficina. Me senté para seguir estudiando a
Nietzsche, tratando de olvidar este clima tropical tan corajudo. Y leí:
La guerra educa para la libertad. Pues, ¿qué es la
libertad? Tener la voluntad de la responsabilidad personal. Mantener con
firmeza la distancia que separa a unos hombres de otros. Ser indiferente a la
fatiga, a la dureza, a la privación, hasta a la vida. Estar dispuesto a
sacrificar hombres a la propia causa, sin excluirse uno mismo. Libertad
significa que los instintos viriles, que se satisfacen mediante la guerra y la
victoria, adquieren preponderancia sobre los demás instintos como, por ejemplo,
sobre el instinto de felicidad. El hombre que se ha hecho libre, pisotea las
despreciables formas de bienestar que sueñan los mercanchifles, los cristianos,
ls vacas, las mujeres, los ingleses y demás demócratas. El hombre libre es el
guerrero.(Nietzsche, Crepúsculo de los ídolos, 1888/2009, pág.
138)
Y me acordé de Maquiavelo y
de Marco Aurelio… ¡Qué jodedora coincidencia!... Azar es azar… Era de noche,
era viernes y yo soy como esas mujeres que en la mañana son perfectas ama de
casa y luego se transforman en virgen de medianoche, como cantaba aquél Santo…
Porque de día quiero ser alemán y de noche ni de vaina me pelo una rumba con
Maelo… Yo siempre pensé que eso era un desperfecto orgánico para pensar… pero
así, igualmente por azar, una mañana leí en el libro Más Allá del Bien y del
Mal, en el fragmento 197, lo siguiente:
(…) cosas que han hecho
hasta ahora casi todos los inmoralistas. ¿No parece como que hay en éstos un
odio contra la selva virgen y contra los trópicos? ¿Y que el hombre tropical
tiene que ser desacreditado a cualquier precio, presentándolo, bien como
enfermedad y degeneración del hombre, bien como infierno y autosuplicio
propios? ¿Por qué? ¿A favor de las zonas templadas? ¿A favor de los hombres
templados? ¿De los morales? ¿De los mediocres? – Esto, para el capítulo moral
como forma de miedo. (Nietzsche,
Más Allá del Bien y del Mal, 1886/2012, pág. 158/frag 197)
Después casi por Azar, en mi estado de
ebriedad, la seriedad se transformó en un ataque de risa… y la risa es
contraria a Heidegger, porque él es un lector serio de Nietzsche.
DÉCIMO QUINTO ACTO
20 de
septiembre
Vuelta a la
patria. Retorno al país natal; al cielo claro, a la montaña desnuda y a la
vegetación húmeda de mi ciudad; a sus autopistas atascadas; a sus barrios
pobres; a sus barrios ricos, a su gente: al acento peculiar del habla de su
gente, a la fisonomía peculiar –rasgos, tonos de piel, pelambre- de su gente.
Vuelta a las paredes familiares, al confort de los sofás caseros de la caoba de
mi librería atestada de libros…
DÉCIMO SEXTO ACTO
Bibliografía estrictamente recomendada:
Rafael
Castillo Zapata. Travesías. Diarios de
Viajes. Tomo I. La relación Infinita.
1990-2010. Editorial Laguna de Campoma.
DÉCIMO SÉPTIMO ACTO
En tanto intérpretes de nuestras vivencias, fragmento 319 de
la Gaya Ciencia,
A todos los fundadores de religiones y a sus semejantes
–valga
decir, los filósofos y la ciencia francesa- les
ajena una especie de honradez –nunca se han convertido a sí mismo, a partir de
sus vivencias, en un asunto de conciencia para el conocimiento. “¿Qué he
vivenciado propiamente? ¿Qué sucedió en mí y en torno mío en aquél entonces?
¿Era mi razón suficientemente clara? ¿Estaba dirgida mi voluntad en contra de
todos los engaños de los sentidos y era valiente su defensa frente a lo
fantástico?” –ninguno de ellos ha preguntado de esa manera, y aún hoy tampoco pregunta
así ninguno de los amados religiosos: tienen más bien una sed de cosas que
están en contra de la razón, y no quieren darse demasiado trabajo en
satisfacerla -¡así es como vivencian milagros y resurrecciones y escuchan las
voces de los angelitos! Pero nosotros, que somos otros, sedientos de razón,
queremos mirar a nuestras vivencias, con tanto rigor en los ojos, como si fuese
un experimento científico, ¡hora por hora, día por día! ¡Queremos ser nuestros
propios experimentos y animales de prueba!
SIN ACTO
[1] Lectura realizada en
la Galería La Otra Banda en el marco del ciclo Arte y Política. Mérida, 22 de
mayo de 2014.
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