APUNTES PARA INTELECTUALES
Y POLÍTICOS
“Porque no leen ni piensan,
políticamente, es que estamos jodidos, no por lo cubanos, sino por nosotros
mismos.” (Jonatan Alzuru. Podrá leer el contexto de la expresión al superar el
fastidio de los primeros párrafo del escrito. Ellos, los primeros párrafos,
están escritos para los que quieren pensar en un momento, donde todos quieren
hacer)
«Me despierto en un estado de
creciente angustia y asfixia, una verdadera crisis que a partir de las ocho
soporto en compañía de K. Excitación espantosa, desasosiego completo, espasmos
musculares, temblores, aparece el temor a perder la compostura y la sensatez».
(Mann Thomas, Diarios, 18 de marzo 1933)
Hoy pensaba en el papel que
debíamos jugar los intelectuales en un momento de crisis política, cómo ayudar.
Parto de la premisa que la primera responsabilidad que se tiene, el primer
compromiso que se tiene es con uno mismo. Hacer lo que se tiene que hacer,
siempre en conformidad con uno mismo, independientemente, de la buena o la mala
fortuna.
Leo a Mann, su renuncia a la
Academia Prusiana de las Artes. Su decisión de asumir el exilio después de dictar
un conjunto de conferencias. Salto entre sus libros, leo la consideración que
realizó en 1918. Me parece complejo hablarle a los otros del papel que deben
jugar. Esa manera de formularlo, es un error.
Me veo al espejo y pienso en el
papel que yo debo jugar, con la conciencia clarísima que pertenezco a una
comunidad intelectual. La pregunta genérica, ¿Cuál es el papel de los
intelectuales? Es una pregunta pensada desde un deber ser, donde se anula la
diferencia, la diversidad, el principio básico del ejercicio intelectual,
atreverse a pensar por sí mismo, pararse sobre los propios hombros.
Estoy como un loco que busca,
desesperadamente, el fármaco que le de la tranquilidad y la conversación
pausada del terapeuta, con el deseo puesto en el horizonte de la cordura. Me
lanzo a la biblioteca para buscar algún fármaco, algún diálogo que me ayude a
verme. A mirarme en la circunstancia, específica, que vivo en este trozo de
tierra que ha dado gigantes contemporáneos de la palabra y el silencio, como Rafael
Cadena o Eugenio Montejo. Pienso en la dicha que me configura: mi textura de
piel está tejida al calor de un mediodía opaco, rasgado por la poesía de Miguel
Márquez o Armando Rojas Guardia. Veo el diario de Rafael Castillo Zapata y me
siento ungido en medio de la tristeza.
Quiero, con angustia, pintar mi
cuadro, con la profunda religiosidad de ese extraordinario actor, místico del
laberinto insomne de la desdicha, el dulce viajero de la luz opaca, Reverón,
nuestro Armando, quien se hizo rey en su castillo. Casi por una asociación
extraña de mis jugarretas mentales recordé cuando llegué al Tisure, siendo un
joven con sueños libertarios y mis botas se quemaban en el fogón de aquella
casa de piedra ennegrecida de tantos cuerpos resucitados por los frailejones y las
piedras. Recordé el paso, sabio, de Juan Félix Sánchez. Caminaba como un monje tibetano.
Recuerdo aquella frase del anciano, nadie ve la belleza de las piedras feas.
Mi mente divaga. Abro el libro de
correspondencia entre Theodoro Adorno y Thomas Mann. Me detengo en la carta que
le escribe Adorno, el 1 de diciembre de 1952. Subrayo lo siguiente:
“El umbral lo que expresa Nietzsche, que por un lado preservó gran
parte de su vida en la tesis wagneriana de la obra de arte (hace poco leí en él
la fórmula: una visión del mundo antimetafísica, sí, pero artística) y, por
otro, justamente manifestó que la obra de arte no debe mostrarse como algo
creado; una formulación que se encuentra también casi literalmente en Válery.
Por momentos tengo la sospecha de que esto es la herencia, de algún modo
transformada, del esteticismo, en tanto abandono del reino de los fines, en
tanto el único antídoto eficaz contra la barbarie que se expande, y si los orígenes
de la calamidad efectivamente se remontan no sólo a la tendencia de desarrollo
de la sociedad burguesa sino también a la complexión de sus críticos, entonces
se debe pensar primeramente en estos últimos. Quizás fue una debilidad de Marx,
debilidad en apariencia insignificante pero no despreciable en su alcance, el
no haber encarnado verdaderamente de modo sustancial y en sí mismo la cultura
contra la que se dirigía; su lengua, sobre todo en la época de la madurez,
permite claramente inferirlo, y si la tensión entre el elemento utópico y el
positivo se disolvió en favor de este último y con esto facilitó que el
socialismo mismo deviniera un componente de la máquina de producción, esto
evidentemente tiene que ver con particular daltonismo frente a la apariencia,
sin la cual no hay verdad. Temo que en su lugar los padres de la iglesia del
materialismo dialéctico fueron demasiado burgueses y cada vez que usted hablaba
de la imagen ideal de un socialismo que supiera algo de Hölderlin, se refería
con seguridad a algo parecido. Pero tampoco esto puede decirse hoy día sin
malentendidos, y si uno lo dice, se expone enseguida al mal uso por parte de
aquellos que defienden de modo llano la cultura contra el materialismo.” (Adorno,
2006, Correspondencias 1943-1955: 131-132)
¡Qué oportunidad tan grande
tenemos los intelectuales venezolanos! Pensaba en la extraordinaria oportunidad
que tenemos, que tengo en mi ejercicio de pensar. Tenemos la experiencia práctica
tropicalizada y con sendas diferencias por supuesto, en quince años de lo que
se llamó el socialismo real, tenemos la experiencia práctica de la
massmediatización de la política en todas sus esferas, tenemos la experiencia
teórica de las tradiciones que han detonado las alcabalas epistemológicas para
pensar el asunto de la convivencia más allá de la izquierda y la derecha,
tenemos la experiencia práctica de una democracia representativa mal trecha,
verdaderamente corrompida, donde el negocio era la manera de vivenciar la
ejercicio político desde la cuna universitaria hasta los gobiernos locales y
nacionales que se replicó de distintas formas y con más impunidad en los
últimos años, cuando el asunto era de participación. Tenemos unos partidos
licuados epistemológicamente, sin costuras y sin horizontes. Tenemos la
experiencia práctica de una economía globalizada en su doble y eterno juego, entre
oportunidad y explotación. Una extraordinaria oportunidad para pensar nuevas
formas de abordar, teorizar, el asunto de la convivencia, el cómo vivir juntos,
como plantearse hoy las prácticas intersubjetivas… Precisamente, porque hay
muchísimos problemas y preguntas, porque hay miles de interrogantes sin solución,
es la gran oportunidad para pensar, para hacer teoría desde la experiencia
práctica y con el bagaje de las tradiciones teóricas, desde nuestro devenir,
con respecto a las interrelaciones intersubjetivas como pueblo.
Recién terminaba el párrafo
anterior y me imaginé, alguno hablándome de la coyuntura práctica. Pensaba que
el mayor problema que hemos tenido en estos quince años es la incomprensión de
lo que significa jugar en un equipo. En este diario político que me ha surgido
sin querer, en uno de los días pasados relaté todos mis errores de jugar en la posición
que no me correspondía. Como ha sucedido en este tiempo periodistas políticos,
religiosos políticos, empresarios políticos, estudiantes políticos… ¡No! Por Dios
no se trata que no se tenga interés y participación en los asuntos de la
convivencia, se trata de interpelarse desde qué lugar y con cuál horizonte lo
hago.
La lógica de irrespeto, por el
mismo devenir cultural en nuestro país y, por el clima teórico y cultural de la
década de los noventa, pensamos que la
práctica del político, cualquiera la puede hacer y cualquiera está capacitado
para hacerla. Nuestra experiencia venezolana nos debe servir para darnos cuenta
de la idiotez advertida, hace siglos, por Aristóteles, la política es un arte,
un oficio que se aprende realizando la actividad y reflexionando sobre ella, sobre
los aciertos y desaciertos, es un trabajo de 24 horas que requiere una
concentración, que se inicia como ya lo decía Sócrates, en el gobierno de sí
mismo. Alcibíades no podía ser buen gobernante porque no sabía gobernarse.
El episodio venezolano del paro
petrolero su conducción, fracaso y efectos contrarios fue producto del
desprecio al ejercicio de la política, pensando que un buen gerente cuyo arte,
oficio y conocimiento es sustancial para una empresa era equivalente a una
dirección política. La otra locura sería pensar que unos párvulos que tienen
deseos, ilusiones y una voluntad de transformación tienen la experiencia
suficiente para enfrentar la crisis política que vivimos. Son unos jugadores
extraordinarios que tienen que ocupar su rol y posición social. Es una maldad
de la sociedad venezolana colocarle la cruz y la responsabilidad de cargarla
por todos los venezolanos, cuando hay sujetos con experiencia, a quienes
incluso se les paga como a los diputados, para que realicen ese trabajo, porque
fueron ellos mismos que nos dijeron a los venezolanos que deseaban y estaban
preparados para ese oficio. Hay dirigentes gremiales que deben asumir su
responsabilidad y, tal vez seguir el ejemplo que ha dado el gremio de la salud
a este respecto. Hasta ahora, los de menos experiencia han puesto los heridos,
los muertos y la creatividad, la cruz la llevan acuesta y muy poco le han
ayudado en el viacrucis, esto es, asumir la responsabilidad con experiencia y
pericia de los asuntos públicos, la dirección política en la crisis.
Suelo escuchar en la calle “es que los
dirigentes de los partidos políticos piensan en su interés y por eso no hay
unidad”. ¡Ojalá Pensaran en su interés!
El problema esencial de los dirigentes políticos es que no han pensado
en su interés. ¿Dije bien? Los que han asumido ese oficio no piensan en su
interés, por eso estamos mal.
Lea bien querido lector. A veces,
el problema, es que no pensamos las cosas obvias.
Un político, un partido político
se configura no sólo por una visión del mundo, cómo convivir, lo que en el
argot se llama el programa político. Lo que hace fuerte a un partido, a un
líder, es su vocación de poder. Quien tiene vocación de poder piensa, en
términos estrictamente prácticos, cómo alcanzar el poder para desarrollar el
programa político que tiene en mente, con el menor costo social y el máximo
beneficio colectivo, allí radica su trascendencia. Un político serio que tiene
vocación de poder tiene el sentido de trascendencia, quiere marcar la historia,
se sabe llamado para ello, se prepara en término prácticos para ello.
Ahora bien, un partido, un líder
que tiene vocación de poder, se preocupa, fundamentalmente, cada día, en los
medios que debe utilizar para alcanzar sus objetivos. No es sólo una
elecciones, sino cambiar las formas de convivencia, tiene la voluntad de
saberse que tiene la experiencia para la transformación de la sociedad y que es
capaz de solventar desde los pequeños problemas hasta los agudos problemas,
complejos y difíciles, en el mundo globalizado.
Quien tiene esa conciencia su
primera tarea esencial es cómo, a través del discurso que es su herramienta
fundamental y no el dinero, puedo amalgamar a todos, aquellos que no quieren
trabajar juntos y, además, tienen visiones opuestas del acontecer. La mayor
fuerza de un líder es él mismo, reside en su capacidad de seducir, convencer, argumentar
y coaccionar a todos y cada uno a trabajar cooperativamente.
Chávez tenía una extraordinaria
vocación de poder en el sentido antes expuesto. Tenía una idea, un lenguaje y
antes que convencer a la izquierda, donde algunos pocos eran los que apostaban
a su causa, convenció y articulo al poder económico, al poder mediático, los
hizo trabajar a su favor y luego articuló las fuerzas de izquierda que tradicionalmente
se reunían cinco y hacían ocho partidos. Ese mismo trabajo lo hizo en América
Latina. Él tenía su idea, pero su fuerza residía en convencer a los otros que
tenían ideas distintas en cooperar con su propuesta. Mientras él hacía eso, con
o sin dirección de Fidel o jugando engranado, se le llamaba el loco. “Al loco
le queda poco” era la consigna.
Los otros en América Latina,
jugaron con él no sólo porque le daba petróleo. ¡Por Dios!... Así piensan los
políticos que pervierten al movimiento estudiantil dándole dinero para que se
incorporen a sus filas. Así piensan los mediocres e inútiles que tienen el rol
del político pero que no se ocupan de la política, los que su voluntad de poder
tiene el límite de una chequera. Eso no es voluntad política, eso es voluntad
empresarial, necesaria para quien tiene una empresa, cómo hacer dinero. La voluntad política es mayor que la voluntad
empresarial porque hace que el empresario invierta en una idea. Nuestra
práctica diaria y lo saben bien los dirigentes de partido es inversa. Desde el
párvulo hasta el dirigente es dirigido por quien le da el dinero y no a la
inversa. Esa perversión no se elimina con una prédica moralista, son con unos
partidos, una dirigencia, que tenga voluntad de poder.
América Latina apoya las ideas de
Chávez porque les dejó un legado de instituciones que independientemente del
gobierno de turno que tengan, a los países le son útiles, TELESUR, UNASUR, etc…
les dejó un horizonte, institucional, para manejarse frente a las relaciones
internacionales con Estados Unidos y, los gobiernos sean del signo que sean,
cuando les conviene, para manejarse en las relaciones bilaterales con los
países de América Latina o comerciales con Estados Unidos, usan o dejan de usar
esas instituciones. El comportamiento del presidente Uribe en su época, a este
respecto, es el ejemplo más gráfico, aun siendo, el opuesto radical en el Sur
de Chávez. Tenemos un ejemplo a mano de
cómo alguien tiene voluntad de poder, qué significa y cómo utiliza su fuerza
discursiva, se llama Chávez. Lo afirmo y lo puedo mostrar aunque indigeste a
los que hacen política sin pensar. Porque no leen ni piensan, políticamente, es
que estamos jodidos, no por lo cubanos, sino por nosotros mismos.
La peor idiotez de alguien es
pensar que debe comportarse como él, como Chávez. Ese es el error sustancial de
Maduro, no tiene personalidad, hasta
ahora, no la ha desarrollado, su único escudo es la imagen de Chávez que cada
día se le aleja a pasos de vencedores. Pero estaba pensando en nuestros
políticos, los de oposición…
Un político que piensa en sí
mismo, tiene personalidad, marca su estilo, su manera de hablar, de
comunicarse, escucha al asesor de imagen, pero no se hace a la imagen del
asesor. Atiende las encuestas pero no decide por los estudios de opinión,
porque el líder construye opinión pública, no hace su discurso con la opinión
de la gente, eso lo hacen los mediocres, los que no marcan historia, los que
ganan elecciones pero son verdaderamente prescindibles.
Quien tiene vocación de poder es
el jugador más cooperativo, el que sabe retroceder, el que sabe que él meterá
el balón, pero necesita que todos los jugadores jueguen de la mejor manera
posible y que tengan la confianza, al final, de entregarle el balón para hacer
el gol. Ese es un líder de un equipo… A un líder se le conoce su fragilidad e
incompetencia, cuando teme la buena jugada de su compañero de equipo. Ese no es
líder, ese es un imbécil que nunca ha jugado en un equipo. El líder, como un
capitán de un equipo, celebra los buenos movimientos de sus aliados y asume los
errores de todos, aunque él no tenga nada que ver.
Pero he descrito el juego de los
políticos y quería escribir sobre mi posición. Mi asunción como intelectual.
Los procesos sociales y políticos
como el que vivimos, en el borde entre confrontación política y guerra, genera socialmente
fracturas múltiples y en todo orden. Yo intentaré, cada día, de mantener mi
independencia de pensamiento para decir lo que pienso a todos, si negarme a conversar
con ninguno, diciendo en privado lo que expreso en lo público, un esfuerzo
discursivo para buscar puntos cuyo objetivo sea generar terrenos de
confrontación de ideas y no de guerra. No negarme a expresar mí sentir, mis
emociones, mis pasiones, mis deseos, en mis escritos… Asumiendo cada instante
lo que digo, acertada o erradamente. Trataré hasta el máximo no meterme en el
terreno de juego, para poder observar el juego a distancia, aunque mi ojo se
dibuje con la tiza del dolor y la tristeza.
Aunque nadie me lea… Mi oficio es
escribir y pensar y eso hago, es mi elección y mi aporte el máximo que le puedo
dar al país… No haré otra cosa… Por lo menos hasta el día hoy…. Y trataré de
leer esto cada día, para no perder la elección que hago de mí mismo….
Jonatan Alzuru Aponte
Sábado 22 de marzo de 2014
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