Fractura y política.
Jonatan Alzuru Aponte
El
presente artículo, surgió como una respuesta que ofrecí en Facebook a propósito
de unos comentarios a una publicación mía.
Estimado.
Agradezco tus extensos comentarios.
Reiteras la posición de uno de los sectores en pugna dentro de la
oposición. Intentaré distanciarme de ambos sectores en pugna, no sólo del tuyo;
sino de los opuestos a ese discurso. Mi distancia
tiene una finalidad práctica, en función de un deseo, por ahora, salir del
déspota.
Realizaré
la siguiente estrategia para responder. Recurriré
a las teorías sociológicas, políticas y del derecho con el objeto de evaluar
acciones políticas de instituciones o personas en el ámbito público. Es decir,
responderé desde lo general e intentaré graficar lo teórico con ejemplos.
1.- Fidelidad es un valor moral que tiene,
como mínimo, dos usos, a propósito de su etimología. La primera aquél que
cumple sus promesas. Le llamaré coherencia entre discurso y acción. Será un
punto aparte, dentro de mi respuesta.
La
otra que suele usarse, en el ámbito público, es como fe en las ideas que
promueve el líder y fe en el líder como aquél, quien es capaz de conducirlas. Es una práctica fundante de los
totalitarismos. Se evidencia en
prácticas como jurar fidelidad a…. y el líder carismático, quien toma el
juramento de las masas, se asume como la encarnación del ideal, por lo tanto,
divide a la sociedad en fieles y traidores.
Ejemplo: “Con hambre y desempleo por Chávez, me resteo”. Soy fiel,
aunque muera de hambre. No ser fiel al ideal y a la persona es ser traidor. Esa
religiosidad política es irracional, porque conduce a la persona que lo profesa
a convertirse en esclavo.
En
política el fiel, en el sentido expuesto, es irracional, porque su evaluación
del líder y sus acciones se funda en la fe. También es un exabrupto pedir
fidelidad a las ideas. Porque quien es fiel a sus ideas, es incapaz de cambiar,
de cuestionarlas… es un dogmático porque cree en lo que piensa como una verdad
eterna. Es un esclavo de sus ideas.
2.- Honestidad
es un valor moral que tiene una traducción jurídica con relación al manejo de
los asuntos públicos, ser corrupto o no. En el ámbito jurídico, los delitos y
las penas son intransferibles. Es decir, si una persona comete un delito; el
delito cometido no se les transfiere a los padres, ni a los hijos, ni a los hermanos,
ni a los amigos. Tampoco las sanciones. Los
delitos y las sanciones se establecen en tribunales; quien comete el delito
siempre tiene derecho a la defensa y el juicio es independiente a la opinión
pública. Cuando el juicio y la sanción
es dado por la opinión pública, es una práctica donde no existe el derecho,
porque la condena está dada antes que se juzgue al sujeto. No hay
procedimiento.
Ámbito
jurídico y ámbito político son dos esferas relacionadas entre sí; pero son campos
que tienen sus propias prácticas. Incluso un deshonesto probado y condenado
puede ser un excelente político entendiendo el vocablo como aquél que tiene unas
ideas, sabe publicitarlas y existe una población que las asume, sin necesidad
de comprarlas o coaccionarlas con la violencia. Logra fines porque sabe
utilizar los mejores medios para alcanzarlo. En Venezuela tuvimos un ejemplo
gráfico de lo que teóricamente explico: CAP II, fue juzgado (por mal manejo de
los dineros públicos, se esté de acuerdo o no con el juicio), sentenciado,
cumplió su sanción. Y luego, volvió al ámbito público y ganó un curul como
senador.
La
honestidad al ser un valor moral apreciado por la sociedad, usualmente, es
utilizado discursivamente entre los diversos y opuestos actores políticos en
cualquier parte del mundo, para descalificar al otro y mostrar la fortaleza
moral de quien lo enuncia. Se suele usar
en las competencias electorales, a veces acompañan el discurso con acusaciones
jurídicas (esto son los actores políticos coherentes entre su discurso y la acción)
y, en otras ocasiones simplemente para desprestigiar la imagen del otro (el
afectado por el discurso, puede actuar o no jurídicamente; dependiendo de su
interés y su cálculo electoral). Tales
prácticas discursivas, no suelen usarse entre los aliados porque tiene un
interés común, sean corruptos o no.
3.-
Coherencia. Es un valor político evaluable racionalmente. Hacer lo que se dice
y decir lo que se hace. Y decir lo que se hace, puede implicar que varió su
mirada del acontecer, cambió de idea, entonces, la explica y cambia de práctica.
En política la coherencia del líder amalgama a sus seguidores y la incoherencia
fractura, ambas con independencia del resultado. Dos ejemplos uno de coherencia
y el otro de incoherencia:
Cuando
se planteó la ayuda humanitaria como una forma de lucha, se fracasó; había
contingencias y tácticas del déspota que condujeron a ese resultado. Pero
Guaidó fue coherente; previo a la acción, públicamente, dijo que iba a
realizarla y la hizo concertada nacional e internacionalmente. Fracasada la
acción, estando fuera del país, dijo que regresaría y lo hizo. Luego, en acto
público el mismo día que entró al país, asumió que no se logró resultado e
invitó a la lucha. Dentro del fracaso había amalgama.
Cuando
se planteó una salida militar como forma de lucha, se fracasó; había contingencias
y tácticas del déspota que condujeron a ese resultado. Pero Guaidó fue
incoherente; previo a la acción, públicamente, había dicho que se trataba de un
movimiento cívico y que había que esforzarse para que el estamento militar
acompañara las acciones. Además, que todas sus acciones serían concertadas. Incluso,
con el chavismo opuesto a Maduro. Realizó una acción con un mínimo acuerdo,
lógicamente porque era una acción militar, pero incoherente con su discurso. Luego,
de la acción fracasada, no reconoció la derrota, sino endilgó la
responsabilidad, en unos supuestos traidores. Dicho de otra manera, sería la
buena jugada del déspota. Tal acción incoherente entre discurso y acción, fue
un catalizador, detonante, para la fractura.
4.- Toda
práctica política conjuga en el actor que la realiza intereses individuales y
colectivos. No existe la práctica política, dígase la práctica en el ámbito
público sin interés; incluso entre los santos. Colocaré un ejemplo
paradigmático para sostener la afirmación: La Santa Madre Teresa de Calcuta,
entregó su vida por lo más pobres, fue su opción de vida. Sin embargo, estaba
interesada, que su mirada y su práctica religiosa se expandiera por el mundo y
fundó varias congregaciones. Para lograr sus objetivos que su servicio fuese
eficaz, eficiente y mundial requería de financiamiento, de donaciones, por lo
tanto, se reunía con déspotas y
demócratas del mundo. Manteniendo su mirada de cómo vivir, tratando de
coaccionar a todo aquel que se le acercara y, a su vez, utilizando su imagen
pública para recibir el financiamiento.
5.- La política son juegos de intereses. Y se es
mejor político cuando se es capaz que el opuesto (quien tiene intereses
individuales y colectivos, distinto), se incorpora dentro de la estrategia
general de aquél que la impulsa. El opuesto lo hará porque le interesa para su
sobrevivencia política y al que le impulsa para maximizar su hegemonía. Esto es un principio de un buen jugador pero
que en cada circunstancia y en cada país, tiene sus particularidades; porque
depende del propio juego. No es una norma que dice debe ser así. ¡No! Es un
principio de un buen jugador. Se le suele llamar estadista, porque tiene una
mirada no de una parcela de su comunidad o partido sino del estado.
Dos
casos traslúcidos: El gobierno de Nelson Mandela, incorporando a quienes habían
sido sus opresores en el ejercicio del gobierno y en Chile la concertación que
logró el retorno a la democracia incorporando a Pinochet, como ministro de las fuerzas
armadas en los primeros años de gobierno. Sin esa manera jugar, no hubiese sido
posible un gobierno socialista o diputados jóvenes del partido comunista en la
actualidad. Y Piñera ha tenido dos períodos presidenciales.
Para
finalizar, este último punto, diría lo siguiente, en términos prácticos: antes
de plantearse cómo sería la transición en Venezuela, los ejemplo deberían
ayudarnos para pensar cómo construir un equipo entre los diversos y opuestos
para confrontar al despotismo. Cuando se maximice la presión y se consolide un
movimiento del liderazgo es cuando, podría empezar a evaluarse como transitar
con el déspota. Invertir el orden de razonamiento tanto en la práctica como en
la teoría, nos conducirá a un extraordinario fracaso.
Y con
toda claridad la responsabilidad institucional para impulsar el acuerdo
nacional, entre todo el liderazgo es de Guaidó. Porque (duela o no, lo desee o
no) es quien representa a la institución con la cual dialogan todos los países
aliados y, públicamente, es el interlocutor del déspota. Pero el liderazgo no
se decreta, se ejerce. Y si entre el liderazgo, en este momento caótico, por la
fractura, surge alguien con mirada y práctica de estadista que reconstruya a la
oposición, obviamente, se ganará en primer lugar a Guaidó para cumplir con sus
objetivos. La manera cómo lo haga dependerá de su pericia. La competencia entre el liderazgo opositor para ver quién amalgama
más, quien puede producir mayor hegemonía para confrontar al régimen. es lo que
se necesita.
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