VENEZUELA: LIGEROS DE EQUIPAJES
A
los amigos.
Queridos
amigos y amigas, escribo lleno de fuego, de pasión política y ligero de
equipajes.
Escribo
con los brazos en alto, para gritar desde las letras que la experiencia de la
libertad es una aventura siempre posible y que tenemos que levantarnos de
nuevo, como hombres, como mujeres, como comunidad; que es posible en medio de
nuestra máxima dificultad apostar por una sociedad más justa, más fraterna, más
humana; que el camino a elegir no es cualquiera, porque la forma de hacerlo y
la forma cómo lo transitamos nos configura como personas y como comunidad;
vengo a gritar que es posible luchar contra una minoría cuyos bolsillos tienen
la marca negra y blanca; blanca de coca y negra de petróleo que resumen las dos
fuentes de riquezas de quienes explotan a nuestro pueblo. Les invito a
despertar, a tener el coraje de levantarnos y empezar de nuevo.
El
asunto crucial no reside en ir o no a las elecciones, tampoco si se coloca una
barricada o se tocan cacerolas, mucho menos si es con piedras o con nuestros
cuerpos que se enfrenta a los aparatos represivos del estado. El asunto
fundamental reside en la fe y la esperanza que se aloja en los intestinos y en
los huesos, en la convicción profunda que unidos, sin odios ni retaliaciones
pero con determinación, podemos empezar a forjar el futuro en el presente sin
discriminación ni exclusión; practicando en nosotros mismos la tolerancia y el
perdón, que solo de esa manera podemos encender la antorcha que prenda la llama
de la victoria que no es otra que la apuesta por una vida que valga la pena ser
vivida en comunidad.
Hermanos,
amigos, conocidos o quien me lee, no escribo desde el aire sonoro de las
bibliotecas, ni desde la seguridad que ofrece el calor de la familia o desde la
certeza de un salario de quince y último… escribo desde la absoluta intemperie,
hospedado en el Belén humilde una familia que supo a bien abrir las puertas de
su corazón para acoger a un extranjero que salió huyendo, en un exilio forzado,
hace ya más de seis meses y que tocó a sus puertas ligero de equipaje.
En
estos meses he vivido en una gran universidad, la de la vida en incertidumbre,
sin equipajes, sin títulos ni oficio por hacer, donde por momentos he sentido
una profunda soledad y abofeteado por la indiferencia hostil de unas
autoridades universitaria donde he pasado casi toda mi vida, a quienes les
supliqué vía correo y a través de los amigos que por favor, por humanidad, me
diesen un aval de mi carrera académica, requisito que me pedían para darme un
trabajo en el único oficio que sé hacer
y recibí solo silencio y pasó aquella oportunidad.
Les
narro esto no con el afán de generar lástima. ¡Dios me libre! Más bien para
graficar mi circunstancia que es infinitamente mejor que la de miles de
venezolanos que cruzan la frontera con la muerte tatuada en su mirada,
infinitamente mejor que la de aquellos que buscan un bocado de pan para saciar
su hambre en la basura, infinitamente mejor que aquellas madres que visten el
luto de su hijo muerto por ilusiones perdidas, infinitamente mejor que esos
pobres de alma y espíritu que han doblegado su dignidad por el rastrojo de una
seguridad circunstancial y, por supuesto, es mejor mi circunstancia que la de
tantos ciegos que están apegados a ideas, fórmulas y programaciones que les
impiden o tal vez, tienen temor, qué se yo, de abrir los ojos y encontrarse con
el rostro ensangrentado y sufriente de nuestro pueblo.
Escribo,
justo en el momento, que amigos suplican a las autoridades por mis notas de pre
y postgrado, para que pueda revalidar mis títulos y así logre tener un mínimo
de seguridad; pero realizo este escrito, poniendo mi carne en el asador, a
riesgo, por mis convicciones e ideales que se materializan en lo concreto en la
denuncia férrea y sostenida de la corrupción que en mi Facultad de Ciencias
Económicas y Sociales de la UCV, condujo al despropósito vergonzante y vil, de
destrozar el Centro de Investigaciones Postdoctorales, de la estafa al estado
venezolano cuya Alcaldía Metropolitana, dirigida en dos períodos el de Juan
Barreto y el de Antonio Ledezma, realizó senda inversión millonaria para el fin
que estaba destinada la sede y desde el 2011 de forma exprofesa se dejó deteriorar…
cual Judas por treinta monedas… Es una lucha porque tengo la convicción que el
saber institucional puede ser una palanca de transformación del país.
Les
cuento también la lucha pequeña e insignificante que me ha tocado librar, para
decirles que el reto que tenemos como pueblo es infinitamente superior, que mi
experiencia de lucha es una bobería frente a la batalla que debemos librar como
pueblo, pero que ni las pequeñas ni las grandes batallas, se pueden realizar
sin despertar, sin creer que es posible; sin creer en los que nos decía ese
gran maestro y poeta, Aquiles Nazoa, creer en los poderes creadores del pueblo.
Quedarse callado, doblegarse, ser indiferente, es asumirse como un cadáver
ambulante en medio de la podredumbre. La resurrección está en nuestras
entrañas.
Ligero
de equipaje es una expresión que leí de un sacerdote indio, Anthony De Mello, quien
afirmaba que el que piensa como marxista, liberal, cristiano, musulmán, budista
o judío, no piensa sino que la ideología o la religión lo piensan; que el
asunto es despojarse de bienes, de esas tradiciones teóricas o religiosas, de
los odios y de las venganzas, y abrir los ojos como niños, para lanzarse a
vivir la experiencia de la libertad en la vida ordinaria.
La
imagen y consigna del sacerdote jesuita indio, puede parecer una prédica de un
místico sin sentido político, pero…. Léase bien…. Pero HOY… en nuestra América
Latina, ligero de equipaje, es la consigna política que proclama y resume como
lema de vida, de su vida… reitero, hoy,
es la consigna de uno de los expresidentes que han dado un testimonio
fundamental a propósito de qué trata el ejercicio político, la pasión política,
se trata del anciano campesino, uruguayo, revolucionario y militante del amor y
la felicidad, que se llama José “Pepe” Mújica, inspiración fundamental para
nuestro pueblos latinoamericanos.
Hermanos,
ando ardiendo en fuego y vengo asumiendo en mi cuerpo, en mis intestinos, la
consigna política de lucha, ligeros de equipajes para transformar nuestras
vidas y la vida de nuestro pueblo. Encendamos la esperanza, celebrando las
diferencias, con una guerra sin cuartel contra la indiferencia, la apatía, la
desesperanza pero sobre todo contra la opresión y el terror. Valga, mi mensaje
y llamado a mis amigos, a mis compañeros de camino y a los compatriotas que siguen
apostando por una vida mejor.
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