jueves, 9 de julio de 2015

FOUCAULT: EL PSICÓLOGO, EL FILÓSOFO- ARTISTA CONTEMPORÁNEO



FOUCAULT: EL PSICÓLOGO, EL FILÓSOFO- ARTISTA CONTEMPORÁNEO
Jonatan Alzuru Aponte
(San Cristóbal, 7 de julio de 2015
Museo de Arte de San Cristóbal)


El reto de hoy no es “tener razón” sino ser capaces de SEDUCIR. Yo no aspiro, amigo lector, a demostrarle nada científicamente, yo sólo procuro seducirlo con una energía vital que UD. Siente o no siente, no hay más opciones. Yo me la juego, totalmente, en esta apuesta de “tocar” vuestra fibra más íntima. Es allí donde yo fundo el chance de construcción de una nueva esperanza. Convocando vuestra fuerza vital, estimulando la vocación creadora, pulsando esa sensibilidad que nos revela, tensando el cuerpo y las palabras hasta que estallen… atreviéndonos, he allí lo que entiendo por compromiso intelectual (Lanz, Cuando todo se derrumba, 1991:115)
Nadie vendrá a darle consejos metodológicos. Ud. está condenado a pensar. Sus problemas son sus problemas. Los "ismos" ya no podrán socorrerlo. Si Ud. no encuentra alternativas en su propia investigación (¡Malas Noticias!) ellas están en otra parte. Los criterios bailan una danza loca. La deriva semiótica afecta no sólo a la teoría, sino al sentido mismo. Hasta nuevo aviso, aténgase a esta regla de oro: el criterio soy yo. (Lanz R, Cuando Todo se derrumba, 1991: 128)



 Mi intervención tiene por objeto mostrar, grosso modo,  el soporte nietzscheano de los trabajos de Foucault  a propósito del gobierno de sí y de los otros. Para ello utilizaremos “El Crepúsculo de los ídolos o cómo filosofar con el martillo”, publicado en 1888.

El libro mencionado de Nietzsche tenía por título inicial: “La ociosidad de un psicólogo”. Fue el corrector, amigo del autor, Peter Gast, quien le sugirió cambiarlo, tal como lo relata Andrés Sánchez Pascual en su prólogo, porque consideraba que, quizás, el título no reflejaba la cantidad de asuntos que se abordaban en él; Nietzsche lo modificó por el título que conocemos actualmente. Sin embargo, su título inicial nos da un horizonte de interpretación, se trata de asuntos prácticos del hombre.

Define al psicólogo como un conocedor de hombres; unos son como los políticos, los estudian para maximizar su poder y otros son impersonales,  no muestran sus deseos. Ese “impersonal” es un despreciador de hombres; y aquel primero es la species mas humana, diga lo que diga la apariencia. Al menos se equipara a ellos, se sitúa dentro de ellos.  (Nietzsche, Crepúsculo de los Ídolos, 1888/2009, frag. 15: 102 ) Según el título incial esto es uno de los asuntos centrales del texto.

 Ahora bien, otro de los temas centrales de la obra es el del arte, de la creación, del juicio estético y del artista. Pero lo analiza desde lo que ha entendido por psicología. Lo podemos ubicar entre otros parágrafos en el fragmento 8, del capítulo Incursiones de un Intempestivo, titulado Para la psicología del artista, allí expresa el autor lo siguiente:
Para la psicología del artista. - Para que haya arte, para que haya algún hacer y contemplar estéticos, resulta indispensable una condición fisiológica previa: la embriaguez. La embriaguez tiene que haber intensificado primero la excitabilidad de la maquina entera: antes de esto no se da arte ninguno. Todas las especies de embriaguez, por muy distintos que sean sus condicionamientos, tienen la fuerza de lograr esto: sobre todo la embriaguez de la excitación sexual, que es la forma más antigua y originaria de embriaguez. (Nietzsche, Crepúsculo de los Ídolos, 1888/2009, págs. 96-97)

Según el pensador alemán para que exista un hacer algo que aún no es, esto es crear y para juzgar estéticamente lo creado, es indispensable una condición del cuerpo, la embriaguez. La metáfora que utiliza para explicar esa condición fisiológica, es una práctica del cuerpo en el encuentro con el otro,  la excitación sexual. Dos cuerpos que se desean; que desean penetrarse mutuamente, gozan a plenitud orgásmicamente, cuando se dejan llevar por sus instintos, esto es, maximizando la fantasía, la imaginación y la locura en el encuentro orgiástico de pieles. La pericia en el desborde sexual maximiza la satisfacción de ambos cuerpos. En el momento del acto sexual, para disfrutarlo mágicamente, ninguno se ve a sí mismo, ni al otro, son uno con la experiencia. Afirma Nietzsche: Durante la experiencia (…) en la vivencia no es lícito mirar hacia sí, toda mirada se convierte en un “mal de ojo”.  (Nietzsche, Crepúsculo de los Ídolos, frag. 7, 1888/2009: 95) Mirarse a sí mismo implica una separación con la experiencia, la interrupción del goce sexual.

En cambio, después del orgasmo, en el momento del reposo, ambos pueden evaluar, mirarse y contemplar la vivencia dada, tanto de sí mismo como de la interrelación con el otro. Se elabora el juicio estético  del acto sexual, se juzga a partir de evaluarse a sí mismo en el acto. El sentido del juicio estético, a posteriori, del ars amatorio, tiene por objeto maximizar su fuerza en el próximo encuentro, para ello debe corregir algunas prácticas corpóreas, refinar otras.

La belleza de la experiencia reside en toda la vivencia de la práctica sexual;  será más bella la experiencia en la medida que los cuerpos compenetrados maximicen su grado de excitabilidad, donde violencia y placer, comulgan en tensión gozosa, trágica, como el instante orgásmico que simula la muerte, mientras resucita en los brazos de lo dado. Precisamente la rigurosidad en el entrenamiento previo, el desate en la vivencia y el juicio estético posterior configuran el mapa de la belleza.  (…) en lo bello, el hombre se pone a sí mismo como medida de perfección… “(Nietzsche, Crepúsculo de los Ídolos, 1888/2009,  frag, 19: 105); perfección que se maximiza y nunca se alcanza porque culmina  con la muerte. Siempre es una práctica de acrecentarse; para ello ha de ejercitarse. Como dice Nietzsche:

La belleza no es un azar.
También la belleza de una raza o de una familia, su gracia y su bondad en los ademanes todos son cosas que se adquieren con trabajo: son, lo mismo que el
genio, el resultado final del trabajo acumulado de generaciones. Es preciso haber hecho grandes sacrificios al buen gusto, es preciso haber hecho y haber dejado de hacer muchas cosas por amor a él…  es preciso haber tenido en el buen gusto un principio de selección para elegir las compañías, el lugar, el vestido, la satisfacción sexual, es preciso haber preferido la belleza a la ventaja, al habito, a la opinión, a la pereza. Regla suprema: ser  rigurosos consigo mismo. (p.131)

La rigurosidad consigo mismo es una embriaguez apolínea, (…) excita ante todo el ojo, de modo que éste adquiere la fuerza de ver visiones (Nietzsche, Crepúsculo de los Ídolos, 1888/2009, frag. 10: 98), para juzgarse responsablemente, sin avergonzarse, más bien responsabilizándose por aquello que se hizo y de esa forma, gobernarse con la finalidad, de maximizar, en una nueva experiencia, la embriaguez dionisíaca; aquella donde (…) queda excitado e intensificado es el sistema entero de los afectos: de modo que ese sistema descarga de una vez todos sus medios de expresión y al mismo tiempo hace que se manifieste la fuerza de representar, reproducir, transfigurar, transformar, toda especie de mímica y de histrionismo. (Nietzsche, Crepúsculo de los Ídolos, 1888/2009, frag. 10: 98)

Precisamente la rigurosidad consigo mismo en las prácticas intersubjetivas, van configurando el estilo de la belleza del hombre en su vida. Afirma Nietzsche, en los fragmentos póstumos:

Este estilo tiene en común con la gran pasión que desdeña agradar; que olvida persuadir, que ordena; que quiere… Hacerse dueño del caos que uno es; forzar el propio caos a tomar forma; convertir en forma la necesidad: volverse lógico, simple, inequívoco, matemático; volverse ley: es aquí la gran ambición. (Nietzsche, 1888/2009: 53)

Ser responsable con ese estilo de vivir es lo que llamará Nietzsche libertad: ¿Qué es la libertad? Tener la voluntad de la responsabilidad personal. (frag 38); donde el estilo, dígase, rigurosidad y responsabilidad consigo mismo, se ejercita enfrentándose al mundo, a los otros, a las instituciones, como una guerra donde el exterior siempre intenta oprimir la máquina deseante que somos; por eso la guerra en la vida cotidiana, afirmará Nietzsche educa para libertad. Donde cada batalla es la experiencia de la maximización de lo que se desea hacer, como se quiere hacer, en el momento que se decide para ello; siendo el horizonte de todo hacer la acción la práctica sexual, orgásmicamente bella. Se trata de una erotización de la existencia, responsablemente, soberanamente, libremente. Práctica libertaria es práctica autorresponsable en la maximización de los deseos.

La libertad es  por tanto, -dice Foucault- en sí misma política. Y además conlleva también un modelo político, en la medida en que ser libre significa no ser esclavo de sí mismo y de sus apetitos, lo que significa que establece consigo mismo una cierta relación de dominio, de señorío… (Foucault M. , 1999: 399)

Ese dominio de sí riguroso y responsable, ese entrenamiento se inicia en la educación del gusto, en los asuntos pequeños de la vida corriente, afirma Nietzsche en Ecce Homo: (…) estas cosas pequeñas –alimentación, lugar, clima, recreación, toda la casuística del egoísmo– son inconcebiblemente más importantes que todo lo que hasta ahora se ha considerado importante. Justo aquí es preciso comenzar a cambiar lo aprendido. Sigue diciendo Nietzsche, Todas las cuestiones de la política,  el orden social, de la educación han sido hasta ahora falseadas íntegra y radicalmente por el hecho de haber considerado hombres grandes a los hombres más nocivos, por el hecho de haber aprendido a despreciar las cosas «pequeñas», quiero decir los asuntos fundamentales de la vida misma. (Nietzsche F. Ecce Homo,  por qué soy tan inteligente, frag. 10)

La transvaloración de los valores de la cultura de occidente, es una práctica del cuerpo (ética, estética y política); se inicia con la inquietud, el conocimiento y el cuidado de sí; y  utiliza a la tradición teórica como herramientas para enfrentar microfísicamente los asuntos de la vida cotidiana, con el objeto de hacerse a sí mismo una obra de arte en permanente gestación que termina con la muerte
La óptica de Goethe y Maquiavelo se transforman en herramientas útiles para esta finalidad. "Por lo demás, yo detesto todo lo que no hace más que instruirme, sin aumentar mi actividad o vivificarla inmediatamente." Con estas palabras de Goethe… -comenta Nietzsche- podría empezar nuestra consideración sobre el valor y el no valor de los estudios históricos…
Esto significa que tenemos necesidad de la historia para vivir y obrar, y no para desviarnos negligentemente de la vida y de la acción, o acaso para adornar una vida egoísta y una conducta cobarde y perversa. Queremos servir a la historia solamente en cuanto ella sirve a la vida. Pero hay una manera de considerar la historia, en virtud de la cual la vida se depaupera y degenera. (Nietzsche, 1873-1875/1932, pág. 71)
La mirada de Goethe tiene el mismo sentido de utilidad que el expresado por Maquiavelo en El Príncipe, a propósito de la historia, a saber; (…) se debe leer las obras de los historiadores, y en ellas examinar las acciones de los hombres eminentes, viendo cómo se han conducido en la guerra, estudiando las razones de sus victorias y de sus derrotas a fin de que esté en condiciones de evitar las últimas e imitar las primeras. Y, sobre todo, debe hacer lo que, por otra parte, siempre hicieron los hombres eminentes: tomar como modelo a alguien con anterioridad haya sido alabado y celebrado, conservando siempre antes los ojos sus actitudes y sus acciones. (Maquiavelo, 1532/2010, pág. 94)
Justamente, la óptica maquiavélica de la historia que tiene por finalidad que el Príncipe consolide y acreciente su poder, la considera el pensador alemán, Nietzsche, como su cura, así lo afirma: Mi recreación mi predilección, mi cura de todo platonismo ha sido en todo tiempo Tucídides. Tucidides y, acaso, el Príncipe de Maquiavelo son los más afines a mi por su voluntad incondicional de no dejarse embaucar en nada y de ver la razón en la realidad, - no en la “razón”, y aun menos en la “moral”. (Nietzsche, Crepúsculo de los ídolos,, Lo que le debo a los antiguos, frag. 2)

El Príncipe es un libro de reglas prácticas para que el príncipe se haga sabio en el ejercicio del poder, se cuide, se gobierne a sí mismo y gobierne a los otros. (…) un príncipe sabio –afirma Maquivelo- debe observar reglas semejantes: jamás permanecerá ocioso en tiempos de paz, sino haciendo de ellas capital, se preparará para poderse valer por sí mismo en la adversidad, de forma que cuando cambie la fortuna lo encuentre en condiciones de hacerle frente. (Maquiavelo, 1532/2010, pág. 95)
Lo que en Maquiavelo está circunscrito al ámbito del ejercicio del gobierno de una región, en Nietzsche está generalizado para todo ámbito de la vida, justamente fue la definición que dio de psicólogo, usando el símil del político en el fragmento 15 del Crepúsculo y, justamente, el título inicial del Crepúsculo era Ociosidad de un psicólogo.; ése es el asunto central del texto.
Foucault asumirá la estética fisológica, corpórea, de Nietzsche, como el asunto fundamental de su interrogación. En una entrevista que le realizaron, publicada en el mismo mes que muere en Le Nouvel Observateur, configura la pregunta de manera transparente:
Lo que me sorprende es el hecho de que en nuestra sociedad el arte se haya convertido en algo que no concierne más que a la materia, no a los individuos ni a la vida, que el arte sea una especialidad hecha sólo para expertos, por los artistas. ¿Por qué no podría cada uno hacer de su vida una obra de arte? ¿Por qué esta lámpara o esta casa pueden ser un objeto de arte, pero mi vida no?
(…)
(…) Si el yo nos viene dado, llegamos a una consecuencia práctica: debemos constituirnos a nosotros mismos, fabricarnos, crearnos, como si fuéramos una obra de arte. (Foucault, Nietzsche, Freud, Marx, 2003, págs. 76-77)
Y, Foucault, siguiendo a Nietzsche -(quien afirmaba, A los griegos no les debo en modo alguno impresiones tan intensas como esas; y, para decirlo derechamente, ellos no pueden ser para nosotros lo que son los romanos. (Nietzsche, Crepúsculo de los Ídolos,  frag. 2, 1888/2009: 138)… En mi estilo se puede reconocer, aún el Zarathustra, una ambición muy seria de estilo romano (Nietzsche, Crepúsculo de los ídolos, Lo que le debo a los antiguos, Frag 1, 1888/2009: 137-138)-, se dedica al estudio de cómo se configura ese estilo en el período romano alejandrino que para Nietzsche, precisamente, es un período donde la filosofía no estaba en lecho de procusto de los conceptos sino era una manera de vivir. Así lo expresa:

Cualquiera que sea el momento, deberemos alguna vez tener el derecho de colocar gradualmente nuestro objetivo más lejos y más arriba; en cualquier tiempo deberíamos poder reconocernos el mérito de haber recreado en nosotros mismos el espíritu de la cultura romano-alejandrina—también en nuestra historia universal— de una manera tan fecunda y tan grandiosa, que nuestra más noble recompensa sería imponernos la tarea ,más gigantesca aún de aspirar más allá de este mundo alejandrino y de buscar nuestros modelos, con valerosa mirada, en el mundo primitivo, sublime, natural y humano, de la Grecia antigua. Allí encontraremos igualmente "la realidad de una cultura esencialmente anti-histórica, de una cultura, a pesar de esto, o, mejor dicho, a causa de esto, inusitadamente rica y fecunda". (Nietzsche, 1873-1875/1932, pág. 128)
Foucault, en este aspecto sostiene: Creo que, en efecto, la cuestión del estilo es central en la experiencia antigua… La unidad de una moral de estilo no comenzó a ser pensada sino bajo el Imperio Romano, en los siglos siglos II y III. (Foucault, El retorno de la Moral (entrevista) en : Ética, estética y política, 1994: 381)  
 La dedicación de Foucault a tal período histórico, no está escindido de su obra precedente, más bien es la desembocadura de su propio trabajo de investigación circunscrito a la caracterización de los lenguajes existentes en las mallas del poder, visto en las prácticas clínicas, jurídicas, escolares, disciplinares donde muestra, cómo y por qué en los espacios microfísicos (la escuela, la cárcel, el hospital, el psiquiátrico) el hombre, su cuerpo, está sometido a diversos poderes despóticos, no sólo porque están vigilados y castigados; quizás, peor aún, están domesticados de tal forma que valoran esos poderes despóticos como el deber ser, lo bueno, lo verdadero y lo justo. Los deseos y el gustos domesticados, por el ascetismo, lo impersonal, el deber, transforman al cuerpo en su propia cárcel. El trabajo genealógico y arqueológico, hace traslúcido, transparente, de forma muy gráfica, aquella denuncia realizada por Nietzsche:
Toda filosofía moderna es política o policíaca, está reducida a una apariencia sabia por los gobiernos, las iglesias, las costumbres y las cobardías de los hombres. Nos contentamos con un suspiro de pesar y con el conocimiento del pasado…: A decir verdad, se piensa, se escribe, se imprime, se habla, se enseña filosóficamente: hasta aquí todo está permitido o poco menos que permitido. Pero otra cosa sucede en la acción, en eso que se llama la vida real. En ese terreno no hay más que una cosa permitida, todo lo demás es simplemente imposible: así lo quiere la cultura histórica. ¿Son ésos hombres todavía, se preguntará entonces, o simplemente máquinas de pensar, de escribir, de hablar? (Nietzsche, 1873-1875/1932, pág. 104-105).
Foucault describe las tecnologías del poder de los ideales ascéticos que producen un sujeto encadenado en la modernidad; y culmina su vida, desarrollando, las tecnologías del poder del arte, rigurosidad y responsabilidad consigo mismo, como alternativa ética, estética y política en el mundo contemporáneo, para que el hombre se haga soberano en las prácticas intersubetivas con estilo, esto es, asumir la vida creativamente, como decía Nietzsche, nosotros queremos ser los poetas de nuestra vida y, en primer lugar, de lo más pequeño y de lo más cotidiano. (Nietzsche, La Ciencia Jovial. La gaya ciencia, 1999, pág. 174)
Para hacerse poeta de su vida, esto es hacerse bello, riguroso consigo mismo, libre, responsable consigo mismo, en las prácticas intersubjetiva, la lectura se trasnforma en un instrumento fundamental para revitalizarse, rehacerse, usando como estrategia la óptica de Goethe y Maquivaelo, esto es lo que Nietzsche llamó una lectura rumiante que se expresa en un tipo de escritura.
David Macey en su libro, Las Vidas de Michel Foucault, cita una entrevista donde el pensador  francés afirmaba:
Escribir sólo me interesa en el grado en que se incorpora a la realidad de un combate como un instrumento, una táctica, un medio de iluminar… Ciertamente, no veo lo que hago como el cuerpo de una obra y me choca que alguien me pueda llamar escritor… Yo vendo herramientas. (Macey, 1993/1995, pág. 33)
Y el autor en la Introducción del tomo Uso de los placeres de la historia de la sexualidad, afirma.
El ensayo –que hay que entender como prueba modificadora de sí mismo en el juego de la verdad y no como apropiación simplificadora del otro con fines de la comunicación- es el cuerpo vivo de la filosofía, si por lo menos ésta es todavía hoy lo que fue, es decir una ascesis, un ejercicio de sí, en el pensamiento. (Foucault, 1984: 12)
Foucault nos explica las estrategias, las armas que utilizaron en la antigüedad para hacerse soberanos, con la finalidad que podamos utilizarlas en el mundo contemporáneo,  para hacernos cada uno de nosotros bellos y libres, con estilo, esculpiendo permanentemente el cuerpo que somos a partir de las batallas en la vida ordinaria, de esa forma nos configuramos en poetas, artistas de nuestra existencia.
Una comuniidad intelectual conformada por sujetos soberanos es un invernadero inhabitual, como decía Nietzsche, donde florece la diferencia como el rasgo central de la convivencia, su procesamiento, su voluntad de trabajar y actuar colectivamente, se transforman en un reto, en una batalla diaria para mantenerse y acrecentarse;  y,los encuentros o desencuentros con los otros (bien sea personas, otros colectivos, instituciones…) no surgen de la negación a la otredad; sino de la afirmación de sí, de la comunidad intelectual, como un cuerpo, un colectivo múltiple, heterogéneo, bello y libre, que se rehace cada día en la vida ordinaria. Allí reside la importancia de apropiarnos de ésta óptica para nuestra Venezuela, nuestra América Latina, contemporánea.
BIBLIOGRAFÍA
Alzuru Aponte, J. (2009). Boceto para una estética del vivir. Caracas: Bid & Co.
Alzuru Aponte, J. (2014). Ejercicios para cuidarse. Foucault, Nietzsche y Maquiavelo como herramientas. Caracas: Bid & Co.
Foucault, M. (2008/2011). El gobierno de sí y de los otros. Buenos Aires: FCE.
Foucault, M. (1999). Estética, ética y hemenéutica. Barcelona: Paidós.
Foucault, M. (2004). La Hermenéutica del Sujeto. México: F.C.E.
Foucault, M. (2003). Nietzsche, Freud, Marx. Santiago de Chile: Ediciones Espíritu Libertario.
Macey, D. (1993/1995). Las vidas de Michel Foucault. Madrid: Cátedra.
Maquiavelo, N. (1532/2010). El Príncipe (Trad. Miguel Ángel Granada). Madrid: Alianza.
Nietzsche, F. (1873-1875/1932). Consideraciones Intempestiva. madrid: Aguilar.
Nietzsche, F. (1888/2009). Crepúsculo de los Ídolos. Madrid: Alianza Editorial.
Nietzsche, F. (1888/1987). Ecce Homo. Madrid: Alianza Editorial.
Nietzsche, F. (1888/2009). Escritos de Turín (Fragmentos póstumos). Madrid: Biblioteca Nueva.
Nietzsche, F. (1999). La Ciencia Jovial. La gaya ciencia. Caracas: Monte Ávila.

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