¿ESTADO TOTALITARIO? GUBERNAMENTALIDAD DEL
PARTIDO
Michel Foucault (1979)
(…) me gustaría, si les parece, sugerirles
algunas tesis que en líneas generales atravesaron lo que ya les he dicho, pero
querría recapitular un poco. En primer lugar, la tesis que el Estado
providencia, el Estado de bienestar, no tiene la misma forma, claro está, ni a
mi entender la misma cepa, el mismo origen, que el Estado totalitario, nazi,
fascista o estalinista. También querría indicarles que ese Estado que podemos
calificar de totalitario, lejos de caracterizarse por la intensificación y
extensión endógena de los mecanismos estatales, ese llamado Estado totalitario
no es en absoluto la exaltación del Estado, sino que constituye, por el
contrario, una limitación, una disminución, una subordinación de su autonomía,
sus especificidad y su funcionamiento característico. ¿Con respecto a qué? Con
respecto a algo distinto que es el partido. En otras palabras, la idea sería
que el principio de los regímenes totalitarios no debe buscarse por el lado de
un desarrollo intrínseco del Estado y sus mecanismos; para decirlo de otro
modo, el Estado totalitario no es el Estado administrativo del siglo XVIII, el Polizeistaat del siglo XIX llevado al
límite. El Estado totalitario es algo distinto. Es menester buscar su principio
no en la gubernamentalidad estatizante o estatizada, cuyo nacimiento
presenciamos en los siglos XVII y XVIII, sino justamente por el lado de una
gubernamentalidad no estatal: en lo que podríamos llamar una gubernamentalidad
de partido. El partido, esa organización muy extraordinaria, muy curiosa, muy
novedosa; gubernamentalidad de partido aparecida en Europa a finales del siglo
XIX, es probablemente –bueno, eso en todo caso lo que tal vez procuraré
mostrarles el año que viene, si sigo teniendo esta idea en la cabeza- lo que está
en el origen histórico de algo como los regímenes totalitarios, como el
nazismo, como el fascismo, como el estalinismo.
Otra tesis que me gustaría proponer es la
siguiente (en fin es recíproca de lo que acabo de decirles): lo que hoy está en
cuestión en realidad no es tanto el crecimiento del Estado y la razón de
Estado, sino más bien, y mucho más, su disminución, que en nuestras sociedades
del siglo XX vemos surgir en dos formas: una es precisamente la disminución de
la gubernamentalidad de Estado por obra de la gubernamentalidad del partido, y,
por otro lado, la otra forma de disminución es la que podemos constatar en
regímenes como el nuestro, en los que se intenta buscar una gubernamentalidad
liberal. Me apresuro agregar que, al decir esto, procuro no emitir juicios de
valor. Al hablar de gubernamentalidad liberal no quiero, mediante la
utilización misma del término liberal, sacralizar o valorizar desde el comienzo
ese tipo de gubernamentalidad. Tampoco pretendo decir que no sea legítimo, si
se quiere, odiar al Estado. Me parece, sin embargo, que lo que no debemos hacer
es imaginarnos que describimos un proceso real, actual y que nos concierne,
cuando denunciamos la estatización o la fascistización, el establecimiento de
una violencia estatal, etc… Todos los que participan en la gran fobia del
Estado, sepan bien que están siguiendo la corriente y que, en efecto, por
doquier se anuncia desde hace años y años una disminución efectiva del Estado,
de la estatización y de la gubernamentalidad estatizante y estatizada. No digo
que uno se engañe sobre los méritos o desméritos del Estado cuando dice “está
muy mal” o “está muy bien”. Mi problema no es ese. Digo que no debemos
engañarnos sobre la pertenencia del Estado de un proceso de fascistización que
le es exógeno y que compete mucho más a su disminución y dislocación. ..
(Michel Foucault, Clase 7 de marzo de
1979, en Nacimiento de la biopolítica,
FCE, 2007: 223-225)
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