miércoles, 23 de julio de 2014

BOCETOS DE MI PAÍS (1)

BOCETOS DE MI PAÍS

PRIMERA PARTE
El diario de Rafael Castillo Zapata me acompaña. Cada tomo lo leo y releo. Ha sido una aventura impresionante porque me conduce, de distintas formas y de maneras diversas, a mirarme. Me interpela duramente. Se pregunta el poeta: ¿Cómo hacerle frente a la desintegración actual de nuestra cultura democrática? (Castillo Zapata, 2013, Tentación de Escribir: 140) Esa pregunta ha recorrido mi mente en los dos últimos meses del año. La siento esencial, brutalmente esencial. Vital para el compromiso conmigo mismo. Urgente para mí hacer. Necesaria para mirar. La pregunta supone de suyo una voluntad de oponerse a lo dado. En ella está implícito el sentido pleno de la crítica, tal como la conceptualizó Adorno y Horkheimer, como negación de lo existente y, de manera simultánea, como apuesta ética, estética y política por un mundo otro.
Quizás un teórico faramallero empiece con una disquisición sobre la muerte de las utopías y lo innecesario que es una postulación de un mundo otro, es decir, de otras maneras de vivir… Pero rápidamente le salgo al paso, sosteniendo que el despliegue práctico de la vida supone siempre una voluntad deseante, desde asuntos elementales, fisiológicos, “esta comida no me gusta, cómo hago para comer divino…” ese comer divino es un horizonte que siempre puede colocarse en un más allá, porque siempre el deseo se hace más exigente, pero es un horizonte realizable y en la medida de su realización surge un nuevo horizonte, es el movimiento de la realización práctica de un cuerpo deseante que sólo se paraliza con la muerte. En ese mismo sentido podemos pensar nuestro país y desear un país otro, un país más divino, más agradable de habitar.
Pensar el país abstractamente no es mi vocación, no entiendo eso, no siento eso, ni me interesa pensar de esa forma… Pensar nuestro país, implica para mí, pensarme. Pensarme en mis prácticas diarias. Pensarme en mis prácticas diarias implica, reflexionar a propósito de los encuentros y desencuentros con los otros. Otros que son seres concretos, amigos, conocidos o con ejecuciones políticas que afectan mi cotidianidad o con actores sociales que aún cuando no los conozca personalmente, sus vidas influyen en mí porque son responsable de la cosa pública, ese espacio tierra de nadie, porque a nadie le pertenece, pero que es de todos, porque a todos nos pertenece, dígase, el espacio público, que por sus lógicas y formas afectan, para bien o para mal, nuestra cotidianidad. 
El inicio de pensarme es dar cuenta de mis prácticas, muy elementales hasta los desarrollos teóricos que pueda parir en algún momento, aunque hayan sido paridos en el continente viejo europeo, a comienzos del mundo medieval, pero es parido por mí porque los traigo a cuento para mi vivencia, los escribo y los leo de manera distinta, quizás al estilo de Pierre Menard, ese otro escritor del Quijote de Jorge Luis Borges; sirva esa metáfora para ilustrar a qué aludo.
De lo anterior se desprende que pensar la expresión desintegrar el país, se traduce, para mí, en mis desintegraciones concretas…  en las fracturas, roturas y huecos que siento y vivo. Mis asuntos desde el cual inicio la reflexión de mis fracturas y desintegraciones no son relevantes para muchos, sobre todo… quizás… para los teóricos de la economía política o para los sociólogos y filósofos cuya pretensión es la comprensión de las relaciones intersubjetivas a partir del culto a conceptos, categorías y grandes relatos, aunque se llamen posmodernos y comulguen con Lyotard, porque para ellos, tales nimiedades, son explicables por las teorías del mercado o por la explicación de la lucha de intereses macroeconómica -que no dejan de ser cierto y tener un valor hermenéutico importante- pero, para mí se trata de la relación conmigo mismo… porque sólo en la comprensión de la relación conmigo mismo es que puedo tener un mínimo de sistema de referencia para la comprensión de esa otredad que llamo país como una metáfora.
El supuesto lógico de tal formulación es porque lo que más puedo conocer en esta vida es mi propia vida e indagando en ella, desde mis fragilidades y potencialidades es que puedo mirar y comprender al otro que es lo más cercano y lo más lejano que puedo aprehender, aunque conviva con esos otros las veinticuatro horas al día.
Yo no le pido a nadie que asuma mi estilo y forma de pensar, simplemente intento explicarme, me interesa explicarme porque quiero insertarme, lanzarme, zambullirme, a todo riesgo, en la interpelación que he pensado en estos meses… ¿Cómo le hago frente a la desintegración de Venezuela?...
Obviamente, la sola voluntad de escribir esto, supone un inicio de cómo le hago frente… pero ese asunto tendrá cabida en un apartado exclusivo para ello… antes de iniciar mi respuesta quisiera afirmar que gran parte de mi aproximación será en intentar comprender la pregunta… Quién piense que elaboraré un manual, pierde su tiempo en leerme. No me lea.
Considero que una de las tragedias que padecemos en esta condición epocal marcada por la velocidad infinita del cambio tecnológico, mediático, es la abundancia infinita de información en las redes, en nuestros aparatos y, por eso mismo, el zapping, el cambio de canal, el salto de una noticia a otra, rápida, sin digestión… Por lo tanto, el hábito es leer casi titulares, mientras más conciso mejor, si es una imagen muchísimo mejor, para saltar a otra cosa, a otra idea, a otra información, a otra imagen… perdiéndose la práctica de digerir, reflexionar y discernir sobre aquello que consumo.
Ese clima cultural de nuestra época globalizada, es un extraordinario terreno para quien detenta el poder y se ocupa exclusivamente de cómo mantener el poder… porque una de sus formas prácticas es producir y producir informaciones cada día, una tras otra, locas, impactantes, agresivas, ridículas, inconsistentes, peligrosas, serísimas, como una forma de indigestar sin que el consumidor sepa cómo ni por qué, pero además, minimiza la capacidad para retener, guarda, acumular en la memoria, porque cada día es otro evento…  Frente a eso que no podemos modificarlo, porque es lo que acontece como condición epocal y como forma del ejercicio del poder, yo apuesto por un pensar lento, como un ajedrecista de esa manera enfrento lo dado… para actuar cuando convenga como un basquetbolista, tejiendo las jugadas a partir de planificaciones contingentes, marcadas por una estrategia general, como el que plantea un director técnico a su equipo, ejercitadas como los futbolistas que cada quien sabe su posición, que contingentemente pueden asumir otra posición e incluso improvisar, pero luego vuelven a su posición inicial dentro de la estrategia general diseñada con estudio y lentitud… ese esquema de trabajo cooperativo es una cultura que se practica, se configura, se forma…  pero antes se estudia, se piensa y reflexiona… 
Metafóricamente he expresado cómo entiendo la pregunta y cómo la iré abordando. Quien quiera leerme, tendrá que leer… Gran parte de la miopía que conduce a esta fractura prolongada sistemática y acelerada en que vivimos es por una falta de lectura… Lectura de un gran libro, la experiencia vivida…la reflexión sobre nuestras prácticas es un arte de joyero…
La actitud más fácil para no pensar lento, como ajedrecista, son dos actitudes que unidas son una bomba contra nosotros mismos, para seguir hundiéndonos en el fango. La primera, los otros, todos son traidores o los otros son culpable de la situación. La segunda, yo siempre hago lo correcto, no tengo fallas y si no sale mi jugada siempre es responsabilidad de los otros o del equipo contrario o de los ineptos del mismo equipo, pero yo soy infalible… Tal razonamiento tiene efectos en múltiples niveles, paraliza, genera acciones desarticulas, fractura, agota en acciones ineficientes, imposibilita la formación de equipos, maximiza el nivel de incertidumbre, por lo tanto, de angustia y siempre la alternativa es pensar en acciones rápidas que conduzcan a lo que se desea pero siempre tropieza con las mismas dificultades y cada día las derrotas aumentan como un tsunami… Nos derrotamos a nosotros mismos por no pensar lento, no tener práctica de discernimiento y creer que se hace cuando se actúa no importa con qué fin o cómo se hace. La lógica del tareísmo, de hacer tareas lo más rápido posible, es un ritmo de catástrofe.
Un pensar lento, un leer con detalle las prácticas supone en primer lugar un cuidado de sí, un mirarse, para comprender los errores no de otros, sino de uno mismo, ponerse crudamente frente al espejo y observar las prácticas estúpidas que cometemos e igualmente valorar con ajustado criterio aquellas acciones y prácticas exitosas…  supone mirarse para ubicarse en el lugar desde dónde se piensa que es el mejor lugar para actuar, porque se tiene pericia para ello… desde qué lugar se piensa… cuáles fracturas son constituyentes de tu cuerpo….
Desde horizonte, expresado grosso modo, inicio otro capítulo de este diario político, cuyo nombre tendrá “Bocetos de mi país”, cuyo objeto no estará referido a las acciones del gobierno, ni a las contingencias, sino fundamentalmente, a quienes tenemos una posición contraria al poder.
El asunto de la fractura, que tiene múltiples aristas, intentaré, en lo posible, abordarla, interpelarla y comprenderla, a partir de la fractura de quiénes nos oponemos… ¿Por qué nos fracturamos? ¿De qué fractura hablo? ¿De qué niveles son las fracturas y desintegraciones? Y, obviamente, mi metodología será iniciar el proceso reflexivo a partir de mis propias fracturas. Esto lo haré lentamente, por entregas, para compartirlo en la red…
Jonatan Alzuru Aponte
Caracas, 18 de julio de 2014

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