BOCETOS DE MI PAÍS
PRIMERA PARTE
El diario de Rafael Castillo Zapata me acompaña. Cada
tomo lo leo y releo. Ha sido una aventura impresionante porque me conduce, de
distintas formas y de maneras diversas, a mirarme. Me interpela duramente. Se
pregunta el poeta: ¿Cómo hacerle frente a
la desintegración actual de nuestra cultura democrática? (Castillo Zapata,
2013, Tentación de Escribir: 140) Esa
pregunta ha recorrido mi mente en los dos últimos meses del año. La siento
esencial, brutalmente esencial. Vital para el compromiso conmigo mismo. Urgente
para mí hacer. Necesaria para mirar. La pregunta supone de suyo una voluntad de
oponerse a lo dado. En ella está implícito el sentido pleno de la crítica, tal
como la conceptualizó Adorno y Horkheimer, como negación de lo existente y, de
manera simultánea, como apuesta ética, estética y política por un mundo otro.
Quizás un teórico faramallero empiece con una
disquisición sobre la muerte de las utopías y lo innecesario que es una
postulación de un mundo otro, es decir, de otras maneras de vivir… Pero
rápidamente le salgo al paso, sosteniendo que el despliegue práctico de la vida
supone siempre una voluntad deseante, desde asuntos elementales, fisiológicos, “esta
comida no me gusta, cómo hago para comer divino…” ese comer divino es un
horizonte que siempre puede colocarse en un más allá, porque siempre el deseo
se hace más exigente, pero es un horizonte realizable y en la medida de su
realización surge un nuevo horizonte, es el movimiento de la realización
práctica de un cuerpo deseante que sólo se paraliza con la muerte. En ese mismo
sentido podemos pensar nuestro país y desear un país otro, un país más divino,
más agradable de habitar.
Pensar el país abstractamente no es mi vocación, no
entiendo eso, no siento eso, ni me interesa pensar de esa forma… Pensar nuestro
país, implica para mí, pensarme. Pensarme en mis prácticas diarias. Pensarme en
mis prácticas diarias implica, reflexionar a propósito de los encuentros y
desencuentros con los otros. Otros que son seres concretos, amigos, conocidos o
con ejecuciones políticas que afectan mi cotidianidad o con actores sociales
que aún cuando no los conozca personalmente, sus vidas influyen en mí porque
son responsable de la cosa pública, ese espacio tierra de nadie, porque a nadie
le pertenece, pero que es de todos, porque a todos nos pertenece, dígase, el
espacio público, que por sus lógicas y formas afectan, para bien o para mal,
nuestra cotidianidad.
El inicio de pensarme es dar cuenta de mis prácticas,
muy elementales hasta los desarrollos teóricos que pueda parir en algún momento,
aunque hayan sido paridos en el continente viejo europeo, a comienzos del mundo
medieval, pero es parido por mí porque los traigo a cuento para mi vivencia,
los escribo y los leo de manera distinta, quizás al estilo de Pierre Menard,
ese otro escritor del Quijote de Jorge Luis Borges; sirva esa metáfora para
ilustrar a qué aludo.
De lo anterior se desprende que pensar la expresión
desintegrar el país, se traduce, para mí, en mis desintegraciones concretas… en las fracturas, roturas y huecos que siento
y vivo. Mis asuntos desde el cual inicio la reflexión de mis fracturas y
desintegraciones no son relevantes para muchos, sobre todo… quizás… para los
teóricos de la economía política o para los sociólogos y filósofos cuya
pretensión es la comprensión de las relaciones intersubjetivas a partir del
culto a conceptos, categorías y grandes relatos, aunque se llamen posmodernos y
comulguen con Lyotard, porque para ellos, tales nimiedades, son explicables por
las teorías del mercado o por la explicación de la lucha de intereses
macroeconómica -que no dejan de ser cierto y tener un valor hermenéutico importante-
pero, para mí se trata de la relación conmigo mismo… porque sólo en la
comprensión de la relación conmigo mismo es que puedo tener un mínimo de sistema
de referencia para la comprensión de esa otredad que llamo país como una
metáfora.
El supuesto lógico de tal formulación es porque lo que
más puedo conocer en esta vida es mi propia vida e indagando en ella, desde mis
fragilidades y potencialidades es que puedo mirar y comprender al otro que es
lo más cercano y lo más lejano que puedo aprehender, aunque conviva con esos
otros las veinticuatro horas al día.
Yo no le pido a nadie que asuma mi estilo y forma de
pensar, simplemente intento explicarme, me interesa explicarme porque quiero
insertarme, lanzarme, zambullirme, a todo riesgo, en la interpelación que he
pensado en estos meses… ¿Cómo le hago frente a la desintegración de
Venezuela?...
Obviamente, la sola voluntad de escribir esto, supone
un inicio de cómo le hago frente… pero ese asunto tendrá cabida en un apartado
exclusivo para ello… antes de iniciar mi respuesta quisiera afirmar que gran
parte de mi aproximación será en intentar comprender la pregunta… Quién piense
que elaboraré un manual, pierde su tiempo en leerme. No me lea.
Considero que una de las tragedias que padecemos en
esta condición epocal marcada por la velocidad infinita del cambio tecnológico,
mediático, es la abundancia infinita de información en las redes, en nuestros
aparatos y, por eso mismo, el zapping, el cambio de canal, el salto de una
noticia a otra, rápida, sin digestión… Por lo tanto, el hábito es leer casi
titulares, mientras más conciso mejor, si es una imagen muchísimo mejor, para
saltar a otra cosa, a otra idea, a otra información, a otra imagen… perdiéndose
la práctica de digerir, reflexionar y discernir sobre aquello que consumo.
Ese clima cultural de nuestra época globalizada, es un
extraordinario terreno para quien detenta el poder y se ocupa exclusivamente de
cómo mantener el poder… porque una de sus formas prácticas es producir y
producir informaciones cada día, una tras otra, locas, impactantes, agresivas,
ridículas, inconsistentes, peligrosas, serísimas, como una forma de indigestar
sin que el consumidor sepa cómo ni por qué, pero además, minimiza la capacidad
para retener, guarda, acumular en la memoria, porque cada día es otro evento… Frente a eso que no podemos modificarlo,
porque es lo que acontece como condición epocal y como forma del ejercicio del
poder, yo apuesto por un pensar lento, como un ajedrecista de esa manera
enfrento lo dado… para actuar cuando convenga como un basquetbolista, tejiendo las
jugadas a partir de planificaciones contingentes, marcadas por una estrategia
general, como el que plantea un director técnico a su equipo, ejercitadas como
los futbolistas que cada quien sabe su posición, que contingentemente pueden
asumir otra posición e incluso improvisar, pero luego vuelven a su posición
inicial dentro de la estrategia general diseñada con estudio y lentitud… ese
esquema de trabajo cooperativo es una cultura que se practica, se configura, se
forma… pero antes se estudia, se piensa
y reflexiona…
Metafóricamente he expresado cómo entiendo la pregunta
y cómo la iré abordando. Quien quiera leerme, tendrá que leer… Gran parte de la
miopía que conduce a esta fractura prolongada sistemática y acelerada en que
vivimos es por una falta de lectura… Lectura de un gran libro, la experiencia
vivida…la reflexión sobre nuestras prácticas es un arte de joyero…
La actitud más fácil para no pensar lento, como
ajedrecista, son dos actitudes que unidas son una bomba contra nosotros mismos,
para seguir hundiéndonos en el fango. La primera, los otros, todos son traidores
o los otros son culpable de la situación. La segunda, yo siempre hago lo
correcto, no tengo fallas y si no sale mi jugada siempre es responsabilidad de los
otros o del equipo contrario o de los ineptos del mismo equipo, pero yo soy
infalible… Tal razonamiento tiene efectos en múltiples niveles, paraliza,
genera acciones desarticulas, fractura, agota en acciones ineficientes,
imposibilita la formación de equipos, maximiza el nivel de incertidumbre, por
lo tanto, de angustia y siempre la alternativa es pensar en acciones rápidas
que conduzcan a lo que se desea pero siempre tropieza con las mismas
dificultades y cada día las derrotas aumentan como un tsunami… Nos derrotamos a
nosotros mismos por no pensar lento, no tener práctica de discernimiento y
creer que se hace cuando se actúa no importa con qué fin o cómo se hace. La
lógica del tareísmo, de hacer tareas lo más rápido posible, es un ritmo de
catástrofe.
Un pensar lento, un leer con detalle las prácticas
supone en primer lugar un cuidado de sí, un mirarse, para comprender los
errores no de otros, sino de uno mismo, ponerse crudamente frente al espejo y
observar las prácticas estúpidas que cometemos e igualmente valorar con
ajustado criterio aquellas acciones y prácticas exitosas… supone mirarse para ubicarse en el lugar
desde dónde se piensa que es el mejor lugar para actuar, porque se tiene
pericia para ello… desde qué lugar se piensa… cuáles fracturas son
constituyentes de tu cuerpo….
Desde horizonte, expresado grosso modo, inicio otro
capítulo de este diario político, cuyo nombre tendrá “Bocetos de mi país”, cuyo
objeto no estará referido a las acciones del gobierno, ni a las contingencias,
sino fundamentalmente, a quienes tenemos una posición contraria al poder.
El asunto de la fractura, que tiene múltiples aristas,
intentaré, en lo posible, abordarla, interpelarla y comprenderla, a partir de
la fractura de quiénes nos oponemos… ¿Por qué nos fracturamos? ¿De qué fractura
hablo? ¿De qué niveles son las fracturas y desintegraciones? Y, obviamente, mi
metodología será iniciar el proceso reflexivo a partir de mis propias fracturas.
Esto lo haré lentamente, por entregas, para compartirlo en la red…
Jonatan Alzuru Aponte
Caracas, 18 de julio de 2014
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