La discusión a propósito de la Ley de Educación aprobada en una Jornada Extraordinaria, requiere varios artículos. Lo de extra es por el gran impacto que recibimos todos, al ver a los diputados calentar el asiento hasta la madrugada; sobre todo porque hace nada estaban de vagos. Ellos habían decidido que el ejecutivo hiciera las leyes. Recuerdo a la señora que preside la Asamblea diciendo que lo más democrático era que el líder legislara porque él representaba al pueblo… Esta vez, hicieron algo más elegante (será posible utilizar tal adjetivo…), no fueron leyes habilitantes, sino una orgánica. Las hizo el líder con sus amigos cercanos y les ordenó a los súbditos que simularan debate y aprobaran eso antes del 15 de agosto. Su palabra fue una orden. Antes de entrar a pensar la Ley, de analizarla, debemos caracterizar lo nada democrático que son los seguidores del Gran Hermano. El estilo a juro de hacer las cosas muestra la actitud farisaica de invitar al diálogo, a la confrontación de ideas, al debate, a participar de forma protagónica, pero si se llega a un consenso distinto a lo propuesto, entonces, no se respeta lo acordado y se hace lo que el Gran Hermano quiere y punto. En definitiva, el talante autoritario del Gran Hermano, su deseo de hacer del estado un cuartel. Delibere, hable, diga, pero haga lo que digo en el momento que lo ordeno. Su estilo al más puro caudillo militar lo exhibe en sus programas televisivos: “Carrizales te ordeno que… antes del…”. Las razones que fundamentan tal apreciación no son por el hecho de la discusión o no de esta Ley… sino por el juego sucio, la trampa, la “viveza criolla” con la que el Gran Hermano conduce al estado.
El 2 de diciembre de 2007, se votó en contra la reforma constitucional propuesta por el máximo líder. Debemos recordar el despliegue informativo del articulado que se quería reformar realizado por el Ejecutivo. Se hicieron foros, campañas a favor y en contra. Hasta el día que el pueblo, el amado pueblo, se expresaba en las urnas Y ese día no se aprobó la reforma. El Presidente salió en todos los medios diciendo que asumía la pequeñísima derrota. Pero en su fuero interno, como luego se demostró, asumió que el retroceso era para agarrar impulso y hacer lo que tenía en proyecto, independiente de la opinión del pueblo.
Por un lado empezó a colar los artículos rechazados por todas las vías posibles y en la misma medida empezó a sostener que la derrota fue producto de una manipulación mediática. Su pueblo amado no votó consciente, los medios le pervirtieron el cerebro y como él es el garante de la Salud Pública y sabe que los enfermos mentales no toman decisiones racionales, entonces, actuó como lo hace un Gran Hermano, hace lo correcto.
Una evidencia palpable es la Ley Orgánica de Educación. El artículo 109 de la reforma rechazada en el 2007, por ejemplo, donde se garantizaba el voto paritario de los empleados, obreros, estudiantes y docentes para la elección de las autoridades universitarias, se colocó en la Ley aprobada dentro del parágrafo referido al subsistema de educación universitaria en su artículo 34 o la decisión de ampliar la comunidad educativa a los Consejos Comunales u otra organización comunitaria. ¿Acaso es esto democrático, protagónico, participativo?
Imagino que los inteligentes que siguen la voz del líder se sienten orgullosos de ganarle una pelea a los que ellos entienden como opositores; sin percatarse que están entrando en una maraña donde ellos caerán también, cuando disientan de alguna política del Gran Hermano.
El consenso, el sentir común, es el sentir con el presidente. Ese sentir con el Gran Hermano se mantiene hasta tanto los actores se identifiquen y actúen en conformidad con el horizonte que desea el líder, de lo contrario, serán traidores a la patria, traidores de la revolución, traidores a la historia. Este es el mayor escollo, el problema más serio de la política actual, no sólo para los opositores, no sólo para aquellos que andan en este país como que aquí no pasa nada, sino para sus seguidores, para los perros fieles, ellos serán víctima de sus propios procedimientos.
Jonatan Alzuru Aponte
Jalzuru@gmail.com
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